Cultor de la técnica rústica del puntinazo a la tribuna, Manuel Adorni dijo no explicarse porqué la totalidad de la prensa dio cuenta del estallido de la tirria entre el Presidente y su vice, pero las causas están claras: según cuenta Gabriela Pepe en Letra P, pasan por gestos mutuos de desconfianza, contactos oblicuos de la segunda con Mauricio Macri, la promesa y la marcha atrás de Milei de reservarle la definición de las políticas de seguridad y defensa, los roces por la elección de las autoridades partidarias en la cámara y hasta el likeo de un artículo internacional que la presentaba como «lista» para asumir el rol institucional que la historia presente. Y, claro, la saga reciente por las subas de las dietas.
Hace poco, desPertar había tratado algunos de esos hitos y enfatizado otros. Entre ellos, el enrolamiento de Villarruel en el ala dialoguista de la ultraderecha gobernante, sus gestos de seducción a las familias militares y policiales como forma de elaboración de una suerte de bolsonarismo criollo, y su enfrentamiento doctrinario con Patricia Bullrich y Luis Petri sobre el rol de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico.
Mientras estos, arribistas en lo que Villarruel consideraba su nicho de poder, pretenden ahora mismo sumarlas a través de un cambio legal, la vice –baqueana en ese terreno– capta el recelo de la oficialidad.
Este newsletter también mencionó ciertas diferencias doctrinarias difíciles de soslayar entre Milei y Villarruel. Por caso, Malvinas vale tan poco para el Presidente que ubicó al frente de la Cancillería a Diana Mondino, mientras que la vice es hija de un excombatiente. Además, mientras aquel batallaba para que la primera versión del proyecto de ley ómnibus conservara una agenda privatizadora radical, la titular del Senado paseaba por Río Negro y reivindicaba el rol de INVAP, no incluida en el texto pero afectada por la intención de enajenar ARSAT. |