EL DÍA DESPUÉS ¿Y ahora qué?

Argentina 25/03/2024.- Letra P calificó de «histórica» la marcha central por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y subrayó su carácter de repudio a Javier Milei. Acertó en las dos cosas. Por un lado, porque el porte de la multitud resultó conmovedoramente superior al de años precedentes; por el otro, porque constituyó una «manifestación» en el sentido más literal de la palabra.

Fue, en este sentido, una toma de postura que representó –en Buenos Aires y en numerosas ciudades– a la mitad de la Argentina que no compra un proyecto que, en lo político, reivindica el plan sistemático de violaciones de los derechos humanos impuesto en la última dictadura y que, en lo económico, se revela como una aplanadora de los intereses populares.

La reunión quebró un sentimiento de aislamiento y letargo de numerosos argentinos que, en sus fueros íntimos y en charlas con personas de sensibilidades afines, no dejaban de preguntarse qué hacía falta para que se «manifestara» una reacción.

Los últimos días depararon una andanada de noticias furiosas que fueron desde los preparativos oficiales para instalar un relato reivindicatorio del terrorismo de Estado hasta la brutalidad de un ataque contra una militante de H.I.J.O.S., pasando por la reafirmación de un discurso de odio desde lo más alto del poder, un plan para reintroducir a las Fuerzas Armadas en la seguridad interior, preparativos para despedir a varios miles de trabajadores de la administración pública, la imposición de una nueva fórmula de movilidad lesiva para los jubilados, una orden para pisar acuerdos paritarios y hasta la desactivación del sistema de medios públicos. Mucho.

La protesta, al fin, se produjo, fue masiva y envió señales tanto en dirección al Gobierno como hacia una dirigencia opositora que no termina de definir sus fronteras e integrantes, sus liderazgos, programas alternativos al estado de cosas que se vive y una narrativa capaz de suscitar una imprescindible épica de reconstrucción nacional.

¿Pasará algo en el día después?

El engaño de la sinécdoque

La potencia de la movilización popular desnudó la futilidad de los protocolos antipiquetes y los operativos de saturación policial; ayer, en el centro porteño, no se vio ni una cosa ni la otra, aunque es seguro que la fuerza pública circuló invisible y registró mucho de lo ocurrido.

Este mensaje debería ser tenido en cuenta por el Gobierno de ultraderecha: cuando la protesta social se hace unitaria y masiva, no existe forma de atajarla. Mejor, entonces, sería que cuidara ciertas formas y evitara ciertos excesos. ¿Tomará nota Milei? Parece difícil.

En la multitud que copó el centro porteño primó, claro, la reivindicación de la memoria contra las mociones prodictadura en boga, pero también hubo espacio para la expresión de esa Argentina a la que el Gobierno parece haberle declarado la guerra. Consignas y pancartas pusieron en la superficie reclamos por la severidad del ajuste y sus secuelas de miseria y hambre; su inequidad y ensañamiento con los sectores populares, y despidos y planes privatizadores que parecen guiarse por mero dogma.

Las marchas de miles y miles de personas con sensibilidades afines generan euforia y esperanza en sus participantes: allí está «el pueblo», se suele decir. Sin embargo, el nudo político del momento es descomunal y la sinécdoque, esto es la designación del todo por una de sus partes, no pasa de ser un ocurrente recurso poético. La realidad es que hay otra Argentina enfrente, también potente y encima encaramada en el poder de un Estado que dice detestar, y esa puja debe ser exclusivamente política, pacífica e institucional, para lo que se necesitará que los partidos, sindicatos y organizaciones que se asumen opositores definan cursos de acción inteligentes.

¿Dónde está metida la CGT, que debutó contra Milei con un paro general con movilización llamativamente prematuro y que luego parece haberse metido bajo una frazada? ¿Dónde están los peronismos, que no logran ponerse de acuerdo en ninguna otra cosa que no sea el espanto? ¿Dónde está la Unión Cívica Radical (UCR), que no termina de darse una respuesta acerca de su lugar en el mundo?

Sin acciones de la política organizada ante un avance que mina las bases de la democracia, las manifestaciones –incluso las impresionantes como la de ayer– no serán más que géiseres evanescentes.

Mientras mareas humanas se adueñaban de las calles de las principales ciudades, la ultraderecha gobernante se refugió en su zona de confort: las redes sociales. Este es un primer dato respecto de dónde esta puede y dónde no puede ser eficaz.

El propio hecho de que la administración de Milei y de Victoria Villarruel –que en este tema sí son lo mismo– hayan podido colar un contrarrelato tan pequeño es revelador, pero no nos engañemos: muchos argentinos, millones, estuvieron representados en lo que ocurrió en las marchas, mientras que otros repudian esa sensibilidad y los demás –¿mayoritarios acaso?– son hoy indiferentes al debate sobre lo ocurrido en los años 1970 y 1980. Basta de sinécdoques.

La Casa Rosada hizo punta al presentar un video de 12 minutos y 49 segundos al que hay que ponerle garra para no dormirse en el medio.

El mismo gira en torno a los testimonios de María Fernanda Viola –hija del militar Humberto Viola, asesinado por guerrilleros en 1974–, de Juan Bautista Yofre –primer jefe de la SIDE menemista– y del exmontonero Eduardo Labraña, quien se arroga haber «inventado» la cifra de 30.000 desaparecidos.

La pieza, obra del asesor Santiago Caputo y del documentalista privado de Milei, Santiago Oría, no sorprende en lo más mínimo, dinamita los puentes que el cristinismo debería tender para que Ariel Lijo camine hacia el Palacio de Tribunales y, además, está llena de agujeros argumentales.

El sonsonete de «no fueron 30.000», estimulado como etiqueta en las redes, busca explotar una supuesta debilidad de los organismos de derechos humanos, aunque muestra la hilacha a primera vista. Sería excelente que esos especialistas en contabilidad de muertos explicaran alguna vez dónde están los registros de la barbarie y por qué son tan selectivos en sus pruritos numéricos. Al revés del fascismo tradicional, su antecesor en el árbol genealógico, la nueva derecha se niega a pedir precisiones sobre la puntillosa veracidad de la cifra de seis millones de judíos víctimas del nazismo. En un caso no reconoce el valor simbólico de cifras que surgen en medio de la violencia, pero en el otro sí.

El sofisma, entonces, solo busca bajarle el precio a la represión del Proceso de Reorganización Nacional para proceder de inmediato a su reivindicación. Allí llega la narrativa de que fue «una guerra», algo que Yofre dice con candor sin explicar dónde están los prisioneros de la misma y qué lugar le dio el Estado a la Convención de Ginebra. Que no fue tal cosa, sino un plan sistemático de exterminio es jurisprudencia del Poder Judicial, basada –como recordó Estela de Carlotto– en tratados internacionales de rango constitucional. Es, además, verdad histórica y sentido común internacionalmente aceptado. Nada de ello obsta que ninguna memoria está a salvo de negacionistas y que la realidad no demuestre que es necesario volver a hacer los palotes para hacer escuela.

En tanto, Labraña le esquiva el cuerpo a la idea de los «dos demonios» y trata de establecer una supuesta carnada de reconciliación. Fueron, afirma, «dos ángeles caídos» que a su manera lucharon por la patria. El mismísimo Adolf Hitler no habría dudado en alegar algo parecido si hubiese comparecido ante los jueces en Núremberg.

Lo más absurdo del video, con todo, surge del match entre la denuncia del ex-SIDE de que los organismos pro derechos humanos montaron «un gran negocio» con las indemnizaciones y la sugerencia final del montonero arrepentido de que el Estado «equipare» económicamente a las víctimas de las organizaciones que, con vergüenza, llama «subversivas». ¿En qué quedamos? ¿Quieren un negocio?

El otro video

Como en tantos otros temasVillarruel se desmarcó del Presidente con un video propio. En el mismo –bastante más logrado que el oficial, hay que reconocer– Isaac Barrios lamenta la suerte de su hijo Juan, un niño de tres años «asesinado en un atentado terrorista de Montoneros».

No se trata de refutar por refutar. Esa, entre tantas otras historias, constituye una tragedia del pasado argentino y un episodio para repudiar y, en toda la medida posible, esclarecer. Sin embargo, el reclamo de la «verdad y la justicia completas» tropieza con un hecho: ¿cómo dar con los responsables de muchos hechos violentos cuando la dictadura que Villarruel reivindica secuestró, torturó, asesinó e hizo desaparecer a combatientes, militantes políticos y personas ajenas al conflicto?

La imposibilidad de juzgar responde a una decisión criminal de los militares que ella entrevistó «para escribir libros», como ha dicho, gente que impuso un terrorismo de Estado moral y legalmente diferente de cualquier violencia privada, y no de la existencia de amnistías, impunidades o dobles patrones.

Esa es la verdad completa.

  Marcelo Falak.
Letra P
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