Si bien este es un día de festejos, debemos asumir, como argentinos, que a lo largo y a lo ancho del país, hay miles de trabajadores que han perdido su fuente de empleo. Lo vemos en nuestras fábricas y en el deterioro de nuestra economía doméstica. Debemos hoy más que nunca, demostrar nuestra solidaridad porque no existe dolor social más profundo, que el que siente ese compatriota que vuelve a su casa con un telegrama de despido en sus manos sabiendo que tiene la inevitable responsabilidad de sustentar a su familia.
Cada uno de nosotros tiene la obligación de pensar sobre las causas de estos hechos. Sin preconceptos ni mezquindades para luego, al momento de abordar nuestro ejercicio de derecho como ciudadanos o trabajadores, elijamos el camino que creamos más adecuado para sobreponernos a las dificultades.
Tenemos que pensar, en definitiva, que la adversidad no se supera con egoísmos. Que nuestra mayor fuerza es la capacidad de organizarnos socialmente.
Les deseo lo mejor en este día, en compañía de los afectos de familia y amigos que los rodean.