QUÉ PUEDO, Y QUÉ NO PUEDO DAR

Hay problemas graves y hay problemas fundamentales. El trabajo de la dirigencia política es diferenciarlos, señalarlos a la comunidad, y proponer caminos para superarlos. Si tenemos que salir corriendo (¡para felicidad de quienes gustan de las contrataciones directas en razón de urgencia!) a reparar escuelas y veredas, sin poder iniciar la actividad educativa en forma ordenada, tenemos un problema grave.

Si los jueces, cuando logran finalizar un proceso para juzgar delitos de corrupción administrativa (y sortearon la prescripción y pudieron ver el dolo –que les parece muy raro en esa materia-) imponen una condena minúscula, alejada de toda ejemplaridad, tenemos un problema grave.

Si financiamos la atención de la salud de la población, con recursos que no son propios, tenemos un problema grave.

Los políticos que gobernaron la Provincia desde su nacimiento (cuatro períodos –16 años-) ponen cara de estadistas cuando están cerca las elecciones, y nos advierten que tenemos que ocuparnos de esos problemas. Nos convocan para que los solucionemos, acompañándolos, y ruegan preocupados que los escuchemos, porque saben qué hay que hacer al respecto.

¿Y por qué no lo hicieron?

¿No serán ellos la causa de los problemas graves?

No hablan de un problema fundamental; que, precisamente, explica por qué aparecen los problemas graves.

¿Por qué aparecen y se agudizan éstos?. Sencillamente porque, en los cargos públicos, esos políticos (hoy tan adustos, preocupados y reclamantes), se dedican a amañar la forma de avanzar en la construcción de poder político (que entienden sólo como herramienta para beneficio personal, de toda índole, y de sus grupos cercanos). Indiferentes a los reclamos hasta del electorado propio, porque les basta, para seguir medrando, con el calor de las dirigencias partidarias.

Por allí aparece la punta del ovillo (la madre del borrego), del problema fundamental; que impide, si no lo atacamos, superar los problemas graves:

Que la ciudadanía no pueda elegir a las personas que serán sus representantes, porque se encuentra sometida a optar sólo por fórmulas o listas según las determinaron los partidos políticos.

Que los cuerpos legislativos tengan carta blanca durante todo el período de gobierno (sin elecciones intermedias que puedan mostrar la evaluación del electorado sobre el desempeño de sus integrantes).

Que las minorías legislativas no puedan llevar sus proyectos a debate público, en sesión legislativa, como forma de poder influenciar la voluntad de la mayoría; y para que la ciudadanía pueda formar opinión sobre las posturas de cada legislador (para saber quién es quién en el ejercicio del poder público).

Que la posibilidad de revocar un mandato no sea más que un espejismo teórico.

Es decir, en resumen, el problema fundamental es que el electorado no puede imponer reconocimiento o castigo político, a las personas individuales que ejercen o pretenden ejercer poder político.

En el marco institucional vigente, los candidatos sólo necesitan del electorado para que los legitimen el día de la elección. Después, saben que lo necesario, para seguir en el ruedo, es andar bien con la gente de peso en el partido. Eso es lo que decidirá si podrán volver, en la hora de la legitimación formal popular, a poner cara de estadistas preocupados.

Mi aporte al proyecto del ARI tiene como objetivo central señalar y trabajar sobre ese problema fundamental; y puedo contribuir en el diseño de las herramientas necesarias para superarlo.

Pero en el mundo de las realidades, los objetivos, sobre todo los de fondo, no son fáciles de alcanzar. Es necesario, además de vislumbrar el camino, tener la agudeza, la experiencia, la capacidad de percibir las circunstancias que posibilitan la conducción política adecuada. En esto, preciso más de lo que estoy en condiciones de dar.

Fabiana Ríos, no por palabra sino por acciones concretas, tiene la misma preocupación. Puedo ayudarla a fijar el camino y a mantener el norte. Ella puede ayudarnos a tratar de recorrerlo; y si también es ésta una convicción de la ciudadanía, todos podremos dejar atrás el problema fundamental y comenzar a superar en serio (no de mentirita), los problemas graves que tenemos.

Carlos Bassanetti

Tierra del Fuego, Marzo de 2007

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