En la Argentina, los adolescentes consumen cada vez más alcohol

El 62 por ciento de los consultados en un sondeo dijo que algunas noches toma más de un litro de cerveza. Ella tiene 16 años, anillos en todos los dedos y las uñas pintadas de violeta. La del pulgar es muy larga, y en el tramo que sobra del dedo tiene una bolita incrustada. Con la bolita hace clink contra el vidrio de una petaca de licor de menta. «Epa», le dice a una amiga sentada al lado, sobresaltada porque la botellita achatada está mal cerrada y casi se vuelca. Con la tapita ajustada, en un segundo el tesoro va a parar al bolsillo de adentro de la campera. Son las once menos cinco de la noche del miércoles de la semana pasada y las chicas están en el asiento de atrás de un colectivo que calienta el motor en la estación de Lanús. La escena puede parecer más o menos colorida, pero no va resultar extraña para nadie. Los jóvenes y los adolescentes -en una franja que abarca desde los 12 a los 25 años- toman cada vez más. Son muchos los que toman y, cuando toman, toman mucho. Eso dicen las autoridades en problemas de adicciones y los especialistas consultados por Clarín. Y lo sostienen estadísticas, que, aunque son dispersas, describen la situación desde varios frentes.

En su estudio del año 2000, la Organización Mundial de la Salud (OMS) resaltó que en la última década la cantidad de adolescentes que consume alcohol creció un 20 por ciento. Las autoridades argentinas creen que en el país la situación está a tono con la tendencia en el planeta.

A fines del año pasado, en la provincia de Buenos Aires se hizo un relevamiento sobre el consumo de alcohol. El resultado fue que el 75 por ciento de la población había consumido alguna vez antes de cumplir los 18. Cuatro de cada diez jóvenes encuestados dijeron que habían tomado en los días anteriores a la consulta.

Eduardo Amadeo, secretario bonaerense de Prevención y Asistencia a las Adicciones, dice que los jóvenes toman mucho porque la oferta de alcohol en la calle «es escandalosa».

De los 400 jóvenes consultados en la provincia surge un índice de preferencias: el 62 por ciento reconoció que algunas noches supera el litro de cerveza. Un 20 por ciento dijo que tomó esa cantidad de vino y un 10 por ciento admitió haber consumido más de medio litro de alguna bebida destilada: mencionaron el vodka, el gin y el whisky.

La última encuesta que se hizo a nivel nacional -fue hace poco tiempo, en 1999- arrojó datos muy llamativos. Entre ellos, que en la Argentina hay 800.000 chicos de entre 12 y 15 años que no sólo probaron alcohol sino que ya lo consumen en forma más o menos regular. Es el 32 por ciento en esa franja de edad: los varones (34 por ciento) están por encima de las chicas, que llegan al 28 por ciento.

Adrián Torres acaba de jugar al fútbol y toma de una botellita de agua mineral. Aunque de tanto en tanto se tienta, a los 26 se considera un virtual retirado. «Tomé a la edad que tenía que tomar, entre los 17 y los 18», dice como una gracia. Pero la frasecita es sintomática. Los datos del último estudio epidemiológico nacional indican que el 11 por ciento de los jóvenes de entre 16 y 24 años toman de más y pueden ser considerados abusadores.

Es decir que están entre quienes, como mínimo, llegan a tomar un litro de vino, o dos de cerveza -casi la misma cantidad de alcohol neto-, en su día más habitual de consumo, que suele ser uno o dos de los días del fin de semana. De acuerdo con los especialistas, lo más habitual es que los jóvenes no tomen o tomen poco durante la semana. Y que consuman «todo junto» los viernes y los sábados a la noche.

¿El 11 por ciento es mucho? Comparativamente, sí: desde los 25 años en adelante, el porcentaje de abusadores cae a menos de la mitad, al 5,12 por ciento.

El psicólogo Hugo Míguez, un investigador del Conicet que dirigió el informe epidemiológico, asegura que «se ve en la calle» que los jóvenes toman cada vez más. Dice que el primer motivo es «la tolerancia social que hay alrededor del tema». «A veces la insistencia más fuerte es sobre las drogas ilegales. Pero la sociedad convive con un problema más grande que es el consumo de alcohol. Aceptamos, como si no pasara nada, que un chico de 14 años se tome una cerveza», explica.

Un trabajo que el psicólogo Míguez hizo en escuelas primarias y secundarias de la Capital y el conurbano arrojó que el 14 por ciento de los encuestados jamás había hablado una palabra con su madre sobre el tema del alcohol. Y el 23,4 por ciento nunca lo había conversado con el padre.

Pese a la incomunicación, la familia suele enterarse de lo que pasa. De las llamadas por conflictos por alcohol que atienden en el servicio gratuito del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, casi la mitad (un poco más del 45 por ciento) son de madres que están preocupadas porque descubrieron que sus hijos toman. «Además, en las llamadas por drogas ilegales casi siempre surge que la persona también es bebedora de alcohol», cuenta el psiquiatra Roberto Lo Valvo, director del área de Salud Mental de la Ciudad.

Entre quienes buscan ayuda, la edad también baja. «A los grupos suelen llegar casos de chicos de 20 años que vienen con una carrera alcohólica de 7 u 8 años», dijo a Clarín una vocera de Alcohólicos Anónimos de la Capital. Cuando tratan de explicar por qué los jóvenes toman mucho, los especialistas coinciden en algunos puntos. Dicen que la conducta está asociada a «la falta de proyectos colectivos», en el marco de la crisis económica y la fragmentación social. Pero aseguran que también pesa «la fuerte creencia social que relaciona la diversión con el alcohol». Sostienen que prácticamente no existen los jóvenes que no tomen aunque sea unos sorbos de alcohol cuando salen de noche.

Hay algo más: el peso de las campañas publicitarias, sobre todo de la cerveza, la bebida que más consumen los jóvenes. «Es difícil pelear contra la cerveza en las camisetas de River y Boca», dice Amadeo. «La cerveza es una droga legal. Pero en el imaginario colectivo ni siquiera está registrada como una droga. Para muchos chicos la cerveza no es vista como algo adictivo ni peligroso», afirma el sociólogo Alberto Calabrese, comisionado de Prevención de la Secretaría contra la Drogadicción de la Nación (Sedronar). Según estadísticas del programa nacional CUIDA (Control del Uso Indebido del Alcohol), que depende del Ministerio de Salud, la producción de cerveza creció casi al doble en la última década. Para los especialistas, el salto fue por el aumento de adolescentes y jóvenes que consumen.

Una encuesta que el año pasado hizo la empresa Markwald, Lamadrid y Asociados reveló que un 61 por ciento de los jóvenes de entre 14 y 24 años toma cerveza al menos en ocasiones especiales. «Las bebidas con alcohol son percibidas como peligrosas por los jóvenes y esto parece inducir al consumo, al punto de competir por la tolerancia alcohólica de cada uno», dice el psicólogo Luis Miguélez, que sumó esas estadísticas a un informe que elaboró el centro de asistencia psiconalítica Rayuela, que dirige.

Camilo Verruno, psiquiatra y director del programa CUIDA está seguro de que los jóvenes abusan más y que toman «mucho más desordenadamente». «Los chicos toman en la calle y lo peor de todo: no toman por placer sino por el efecto desinhibitorio y enfervorizante», sostuvo.

Ella tiene 21, un jean bien al cuerpo, algunos brillitos en la ropa y una mirada reconfortada. Está en la barra de un boliche de la zona Oeste, y se hace escuchar entre el estruendo. Pide su trago favorito. Tiene vodka, gin y ginebra. Será algo parecido a una metáfora, o una coincidencia chistosa: se llama «Perdidos en las tinieblas».

Por LEONARDO TORRESI. De la Redacción de Clarín.

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