De Vido gana en funciones y en dinero

El año próximo subirá casi un 30% el presupuesto de su ministerio, mientras su influencia crece en toda la administración Parece un contrasentido. Si tuviera más ambición de protagonismo, Julio De Vido sería de verdad el superministro de Néstor Kirchner. Pero justo la cultura del bajo perfil y la sujeción al «proyecto» de su jefe lo han llevado a convertirse en el hombre que administra la porción más grande de poder fuera del despacho presidencial.

Si todo sale como espera el Gobierno, el año próximo manejará desde el Ministerio de Planificación Federal más del 10 por ciento del presupuesto nacional. Casi 10.600 millones de pesos, un aumento del 29,5 por ciento respecto del anterior ejercicio. Ninguna otra área sumó tanto.

Y no es sólo dinero. Desde que ganó la batalla que sostenía por la política económica con Roberto Lavagna, su agenda de audiencias rebosa de pedidos. Empresarios, intendentes, gobernadores, sindicalistas… A veces ejerce como un canciller, si se trata de la relación comercial con Venezuela. O como un ministro de Trabajo: Hugo Moyano y la cúpula de la CGT han encontrado en De Vido un interlocutor dilecto.

La caída de Lavagna completó su esquema de poder. Con la llegada de Felisa Miceli al Ministerio de Economía su influencia creció de forma exponencial. Basta un ejemplo para entenderlo. A 20 días de las denuncias de Lavagna sobre la cartelización en la obra pública, las investigaciones quedaron en manos de Lisandro Salas, flamante secretario de Coordinación Técnica en el Palacio de Hacienda. Se trata de un hombre de extrema confianza de De Vido, a quien éste antes le había encomendado misiones en la unidad de renegociación con las privatizadas y en la Subsecretaría de Puertos.

Sin Lavagna, Kirchner le dio a su ministro de Planificación un explícito apoyo público. Apenas terminó la jura de Miceli lo dejó participar en la Casa Rosada, con voz y voto, de la reunión para acordar una rebaja de precios con los supermercados. Cuentan en Economía que el propio De Vido gestionó esa negociación.

El lunes pasado estuvo en Nueva York, reunido con empresarios de varios rubros. Ya lo conocen bien en el Consejo de las Américas, donde disertó. Buscar inversiones es una de las tareas que le encomendó Kirchner desde el primer día. En la Casa Rosada afirman que acentuará ese perfil en los próximos meses. Anteayer, en Montevideo, fue designado comisionado por la Argentina para el proyecto del gasoducto que traerá gas desde Venezuela, a través de Brasil.

Tiene vía de comunicación directa con el presidente Hugo Chávez. También tercia en la relación con Bolivia, el otro polo energético regional.

«La inversión será un puntal de la nueva etapa del Gobierno. Conseguir negocios es tarea de Julio; a la Cancillería le quedan las negociaciones políticas», dijo una alta fuente del Gabinete.

¿Tanta confianza le tiene Kirchner? En varios despachos oficiales coinciden. Hablar con él, garantiza que el mensaje llega al Presidente.

Con algo de distancia

Pese a lo que esa definición supone, la relación entre Kirchner y De Vido dista mucho de la que tendrían dos amigos íntimos. El ministro de Planificación no suele participar de la mesa chica de decisiones políticas y carece de la influencia intelectual sobre el Presidente que sí tienen funcionarios como el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini.

En los viajes al exterior, Kirchner pocas veces lleva a De Vido a comer con él. «Es como un secretario personal, leal y muy efectivo. En eso sostiene su éxito», explicó otro ministro.

Tampoco es un obsesivo de la construcción política. Desde su posición de poder apenas fomentó algunas agrupaciones transversales menores de la Capital, entre ellas la que conduce Ricardo «Pacha» Velasco, pareja de la ministra Miceli. En Buenos Aires alentó al sindicalista Edgardo Depetri, que obtuvo una banca en el Congreso.

De Vido trabaja con Kirchner desde hace más de una década. Fue ministro de Gobierno de Santa Cruz y, al igual que ahora, se especializó en vigorizar la obra pública. En la campaña de 2003, armó los equipos técnicos; un sitio clave para promover funcionarios en todas las áreas.

Su debate de fondo con Lavagna signó los dos primeros años del Gobierno. Los separaban criterios sobre el gasto público y sobre la negociación con las privatizadas. Tampoco ahora los movimientos de De Vido pasan inadvertidos para sus vecinos del Palacio de Hacienda. Una alta fuente del Ministerio de Economía con acceso al despacho de Miceli reconoció a LA NACION que -en caso de ser necesario- las nuevas autoridades pondrán límites.

«No nos preocupa que un ministro vaya a Estados Unidos y defienda el plan. Tampoco que aporte ideas sobre cómo afrontar las cosas. Al contrario, lo valoramos mucho», relató la fuente. Pero aclaró: «Siempre que no propongan hacer cosas con las que aquí no estamos de acuerdo o que intente torcer el rumbo. Afuera pueden decir cualquier cosa, pero las resoluciones las firmamos nosotros acá. No vamos a aprobar cualquier cosa».

En la era Lavagna el territorio de De Vido estuvo claro. Ahora el límite ha variado. Y todo indica que en favor del santacruceño. El área productiva de Economía tiene lazos firmes con De Vido (sobre todo el secretario de Industria, Miguel Peirano). En ámbitos empresariales especulan con que en breve la absorberá Planificación.

Contrapeso

Pese a que ahora De Vido parece no tener rivales, fiel a su estilo de no dejar crecer demasiado a sus colaboradores, Kirchner le ha colocado un contrapeso entre sus funcionarios. El secretario de Transporte, Ricardo Jaime, reporta sólo al Presidente, según relataron a LA NACION fuentes que conocen los pasillos del área.

«La mayoría de las decisiones ni las consulta con De Vido. Con el ministro no tiene una buena relación. Su trato es personal y directo con Kirchner», contó un abogado dedicado al sector público que conoce los caminos administrativos del ministerio. Transporte maneja 2000 millones de pesos anuales destinados a subsidios.

En uno de los sectores donde De Vido supo imponer sus formas fue en el diálogo con las privatizadas. Compartieron con Lavagna la conducción de la Unidad de Renegociación y Análisis de Contratos de Servicios Públicos (Uniren). El ex ministro quiso avanzar con un nuevo marco para las empresas del sector -aceptaba, incluso, aumentos tarifarios-, pero De Vido hizo valer su criterio. A tal punto que Lavagna amenazó en varios momentos con abandonar la mesa de negociación. Por esos días, el representante de Planificación en la Uniren era Lisandro Salas.

El presidente de una de las empresas que alguna vez golpearon a la puerta de De Vido en busca de datos para trasmitir a los socios extranjeros contó que el ministro no pretende cambiar las reglas. «Muchachos, ustedes la levantaron con pala durante 10 años. Ahora deben tener paciencia», fueron las palabras que se llevó el ejecutivo.

Una frase que lo pinta como muchos lo ven dentro y fuera del Gobierno: un negociador duro que conoce el alcance de su poder.

Por Martín Rodríguez Yebra y Diego Cabot
De la Redacción de LA NACION

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