Chile: busca hoy Bachelet hacer historiaLa socialista es la favorita, aunque iría a ballottage

SANTIAGO, Chile.– Algo más de ocho millones de chilenos votarán hoy en los cuartos comicios presidenciales desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, hace 15 años, para elegir al sucesor –o, por primera vez, sucesora– del popular presidente Ricardo Lagos.

La postulante oficialista, la médica socialista Michelle Bachelet, llega a las elecciones con 41% de intención de voto, un caudal insuficiente para convertirse ya en la primera presidenta de Chile y en la cuarta de América latina. Si no logra la mayoría de los votos, deberá competir en segunda vuelta con alguno de los dos contendientes de la derecha.

Enemistados hasta hace pocos días, el empresario de centro derecha Sebastián Piñera, que cuenta con el 22 por ciento de intención de voto, y el conservador ex alcalde de Santiago Joaquín Lavín, que tiene el 19 por ciento, se disputan el segundo puesto.

El que tenga éxito podría enfrentarse con Bachelet en una segunda vuelta a la que la derecha intentará llegar unida para cortar una racha de tres gobiernos consecutivostivos de la coalición de centroizquierda. Para los chilenos, hoy es el último día de la transición democrática, su fin. Además de Lagos, elegirán a 120 diputados y a 20 senadores. Con esa votación, el Parlamento se deshará, por primera vez, de la tutela legislativa dispuesta por el régimen militar, con su Constitución. Y todos sus integrantes habrán sido elegidos por el sufragio popular.

Ayer Lagos llamó a consolidar el cambio con el voto. «Queremos tener signos de solidez democrática, una alta participación ciudadana», dijo.

Si bien los legisladores serán definitivamente elegidos hoy, puede no suceder lo mismo con el próximo presidente, si ningún candidato supera el 50% de los votos. Esto daría lugar a una dramática contienda que terminará con el ballottage, el 15 de enero próximo.

Bachelet lanzó su candidatura, en mayo, con un sorprendente nivel de apoyo popular. La victoria en primera vuelta iba a ser cómoda, según las encuestas en ese entonces. Pero una campaña titubeante, un equipo de asesores criticado y fisuras en la Concertación diluyeron parte de ese respaldo.

El ganador -así sea proclamado hoy o el mes próximo- se hará cargo el 11 de marzo de un país tironeado por un avance y una estabilidad económica propios del Primer Mundo y por las desigualdades típicas de América latina. Chile crece, desde hace dos años, a un ritmo de 6% anual; su tasa de desempleo es del 8%; su inflación, del 2,2%. Ayudados por un flujo sin pausa de inversiones y por un ingreso incesante de divisas por exportaciones, los sucesivos gobiernos democráticos lograron reducir la pobreza de 40 a 18% en quince años.

Sin embargo, la distribución del ingreso se mantuvo tan desigual como hace 15 años. Así, Chile es todavía una de las naciones más inequitativas de la región y en donde la resplandeciente riqueza e infraestructura de las ciudades contrastan con la pobreza y la precariedad de las zonas rurales.

Por eso, sin querer cambiar el modelo económico, los tres principales candidatos propusieron, en sus campañas, corregirlo. Todos apostaron por las urgencias sociales: la cobertura de salud gratuita, la creación de empleos más estables, el mejoramiento de la educación pública y el combate a una inseguridad que golpea a las clases más bajas.

Cada uno, claro, le dio su matiz. Bachelet se describió como la garante de un Chile «más justo y sin exclusiones». Piñera, como el abanderado de un eventual gobierno «humanista-cristiano» que «unirá a todos los chilenos». Y Lavín, como motor de un país «con oportunidades para todos».

Beligerancia

Si en los primeros tramos de la campaña los candidatos evitaron las disputas, en los últimos la beligerancia se apoderó de ellos. En la derecha explotaron los rencores internos que la dominaban desde hace años. Y, juntos, sus dos postulantes atacaron desde el carácter hasta el liderazgo de Bachelet.

Y en los últimos días irrumpió una protagonista que hasta ese momento había estado curiosamente agazapada en un Chile que hasta hace no mucho estaba aún dividido entre pinochetistas y antipinochetistas. Durante la semana pasada, Lavín y Piñera advirtieron que, con Bachelet, llegarían a La Moneda las caras de la izquierda más radical y revanchista. La ex ministra de Salud y de Defensa contraatacó y calificó a los dos «de pertenecer a la misma derecha», a esa nostálgica del régimen.

Para los candidatos fue más una estrategia política con miras al ballottage que la reapertura de las heridas del país. Aislado políticamente y acorralado por la Justicia, Pinochet y su legado estuvieron, por primera vez, ausentes de una campaña electoral chilena.

Hasta el propio Lavín, que había visitado al ex dictador durante su arresto en Londres, lo criticó cuando fueron descubiertas las cuentas millonarias que el ex mandatario tenía en Washington.

Ni siquiera estará presente en estos comicios una de las herencias políticas más pesadas del régimen. Los nueve senadores designados y vitalicios -una figura creada por la Constitución de los 80 que sirvió para bloquear reformas cuando arribó la democracia- fueron removidos, gracias a una modificación legal del año pasado.

Los candidatos apelaron, en cambio, a la ideología para asegurarse el respaldo de los votantes más esquivos en una segunda vuelta. En el caso de Bachelet, esos votantes serían los de la izquierda más extrema y los seguidores más conservadores de la Concertación, pertenecientes a la democracia cristiana (DC). Los primeros están descontentos «con el rumbo neoliberal de la economía»; los segundos desconfían del pasado de la médica, de su agnosticismo y de su condición de mujer.

El comando de la candidata socialista estaba casi resignado ayer a tener que ir al ballottage, pero esperaba que fuera con no menos del 45% de los sufragios. De esa forma, si los seguidores de Tomás Hirsch, el candidato socialista, deciden votar por ella en segunda vuelta, se convertiría en la primera mujer presidenta de Chile. Hirsch cuenta con una intención de voto de entre el 7 y el 10% y, sumado a lo de Bachelet, alcanzaría el 55%, más que suficiente para llegar a La Moneda.

Según las últimas encuestas, Piñera registra alrededor de un 22% y Lavín, un 19%. Es por eso que ayer los dos por igual se dedicaron, con frenesí, a elaborar estrategias para el próximo mes.

Piñera, en caso de salir hoy segundo, intentará garantizarse el respaldo absoluto de Lavín y de sus seguidores y de atraer a dirigentes de la DC y, con ellos, a sus seguidores. Incluso tiene pensado invitarlos esta noche a los festejos si accede al ballottage. Está seguro de que su imagen de dirigente moderado de centroderecha, previsible y preocupado por la economía y los problemas sociales, los seducirá. Así tendrá los votos de la derecha y parte de los de la Concertación, con lo que podría vencer en segunda vuelta.

«Aunque algunos se molesten, quiero una vez más convocar a la gente de centro, a los que comparten los valores del humanismo cristiano», dijo ayer.

Lavín, en tanto, convocará de inmediato a Piñera como jefe de campaña y apuntará a reforzar su respaldo en los sectores más populares para robar también sufragios a la Concertación.

Todo será válido si hay ballottage. Es que la derecha quiere poner fin a la hegemonía de lo que llama el PRI chileno, la Concertación. Y ésta busca afianzarse definitivamente como la fuerza que cambió, para siempre, la cara política y económica de Chile.

Por Inés Capdevila
Enviada especial

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