Y mañana serán almirantes con glamour

En 2006 egresarán las primeras cuatro guardiamarinas de la Armada, que en 30 años podrían llegar a conducir la fuerza

«Nos acostumbramos a metas cortas.» La frase sorprende a la cronista porque fue pronunciada casi al unísono por las cuatro cadetas de la Escuela Naval Militar, que no sólo hace cuatro años que empezaron a escribir una nueva página en la historia militar, sino que serán las primeras con posibilidad de llegar al almirantazgo en nuestro país.
Es que para Romina Messina (21), Andrea Villagra (23), Lourdes Vitali (25) y Cintia Maizares (24), que egresarán como guardiamarinas en 2006 después del viaje de instrucción en la Fragata Libertad, los desafíos de futuro parecen intangibles.
Sus desafíos comenzaron al ingresar, en 2002 en la Escuela Naval Militar, en Río Santiago. El debut fue de 40 mujeres, pero tras el primer mes de reclutamiento -donde se conoce el rigor de la vida militar-, quedaron 29. La deserción creció en la medida en que avanzaron las exigencias académicas. A cuarto año llegaron cuatro y, por su manera de sentir la profesión, se da por sentado que integrarán la primera promoción mixta de la Escuela Naval. Y quedarán muy atrás las 134 promociones de hombres.
A este grupo de jóvenes que abandonaron otras carreras civiles y sorprendieron a sus afectos por su vocación militar, le siguen muy de cerca otras 48 jóvenes distribuidas así: 7, en tercero; 8, en segundo, y 33, en primero.
A excepción de la especialidad de submarinistas, las mujeres podrán acceder a todos los escalafones de comando que siguen sus colegas varones: desde infantes de marina hasta contadores, pasando por aviadores y oficiales de buques de superficie.
LA NACION dialogó con diez cadetas, entre las que se cuentan las cuatro más antiguas, durante una visita a la Escuela Naval Militar, en Río Santiago. Todas coinciden en asegurar que, más allá de los obstáculos propios de la carrera militar, están convencidas de su opción profesional aunque no siempre pueden encontrarle las palabras justas para explicar el porqué.
Silvia Ferjancic (24) es quizás el mejor ejemplo de vocación profunda, aunque no pueda resumirlo taxativamente. Pero, para muestra, al lector le bastará saber que esta joven tucumana abandonó la carrera de abogacía cuando estaba al borde de graduarse. Para tranquilidad familiar, comenta a LA NACION que piensa concluir la carrera universitaria por le faltan «muy pocas materias».
Entre las más jóvenes, Erica Bibbó (20) sorprende por la contundencia al hablar de su futuro. «Quiero ser aviadora», dice sin darse cuenta de que aunque no integrará la primera promoción mixta, porque cursa segundo año, es probable que integre el primer lote de aviadoras de la Armada.
Daiana Saavedra (21), de segundo año, quiere ser maquinista naval. Y Analía Goya (19), de primer año, optará por el escalafón de Intendencia.
¿Infantes de marina? Por ahora, parece no haber sido el escalafón más seductor entre la oferta disponible.
Todas coinciden hasta por su juventud (ninguna es mayor de 24 años) en no pensar en formar familia, aunque algunas de las cadetas tengan novio.
¿Se imaginan en una guerra? «Ninguna tiene ganas de ir a una guerra. Esa es la diferencia más notable que encontramos cuando hablamos con los varones. Porque muchos de ellos sienten que, por seguir la carrera militar, la guerra es parte de la vida que eligieron», responden casi al unísono.
Sí, en cambio, se ilusionan en participar en misiones de paz. «Es una posibilidad de adquirir una experiencia increíble», cuenta Lourdes Vitali, al hacer directa referencia a los marinos argentinos que integran el contingente internacional en Haití.
¿Qué extrañan de sus días de vida civil? Para la mayoría, la nostalgia está vinculada con el poco tiempo de vida familiar que les permite el sistema militar. Durante el año, salen de la Escuela Naval apenas los fines de semana. Y, las vacaciones, son de aproximadamente un mes. «No hay mucho tiempo para la vida social», resume Andrea Villagra. Y todas las jóvenes avalan el comentario con una sonrisa nostálgica.
¿Qué es lo que menos les gusta de la disciplina militar? «Tener el pelo siempre atado», responde Bobbio, que añade a la lista, aunque sin quejarse, que no usan maquillaje, que hace tiempo se olvidaron de las uñas largas y que visten siempre de uniforme.
La relación con los varones, dicen, es normal -«como en cualquier otro ámbito educativo mixto», resumen-. La única diferencia que notan frente a ellos es que tienen menos resistencia física, aunque cumplen con todas las disciplinas deportivas y de entrenamiento sin pedir contemplaciones.

Por María Elena Polack
De la Redacción de LA NACION

Experiencia para estudiar
La armada de Chile abrirá su escuela naval de guerra a las mujeres en 2007, aunque comenzó a estudiar esa posibilidad hace varios años, a instancias del Ministerio de Defensa cuando estaba a cargo de Michelle Bachelet, actual candidata a presidenta de ese país.
Para evaluar qué modelo instrumentar, Chile analizó las academias navales de los Estados Unidos, de Holanda -con cuya estructura militar tiene similitudes- y de la Argentina.
La semana última, una comisión encabezada por Pamela Villalobos, asesora del Ministerio de Defensa en Medio Ambiente y Mujeres en las Fuerzas Armadas visitó la Escuela Naval Militar, en Río Santiago.
«Es notable el incremento del interés de las mujeres por ingresar en las fuerzas armadas», le comentó Villalobos a LA NACION en Río Santiago. Y citó como ejemplo: «Este año hubo 1000 aspirantes para ser soldados; en 2004 fueron 300».

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