Si no fuera quien soy podría hablar mucho de esta persona que no me merece ni el más mínimo respeto, pero al meterse en un tema tan “argento” como este donde la mayoría de este pais jamás piso un cuartel, me pareció que debía salir a decir algo, porque yo si hice la colimba y por lo que leí esta señora no tiene idea de lo que habla.
Me he expresado cientos de veces respecto de mi rechazo a la vuelta del servicio militar obligatorio, como si los cuarteles fueran guarderías o reformatorios, donde les van a devolver a esos padres, tan desaprensivos como Granata, unos hijos maravillosos, educados, con sentido de la dignidad, el patriotismo, el deber y demás virtudes que solo se logran en el seno de una familia y no con un cabo que te “baile”, todo el día porque se te cayó el cepillo de dientes. Los que no entiendan que es “baile” que se jodan o vayan a leer.
La colimba en 1978 era casi un campo de concentración, un ejemplo de lo que aprendí fue a discriminar, por ejemplo, a quien no era católico, en este caso los testigos de Jehová, a quienes mantenían presos, o sacaban a mitad de la noche en pleno invierno casi desnudos a saltar a un playón, por el solo hecho de diferencias religiosas.
Ni se te podía ocurrir pensar distinto, el lavado de cabeza era permanente y todo el que no fuera militar era subversivo, menos los que los apoyaban, claro está.
Cualquier queja o dolor era motivo del famoso “mariquita”, más de un soldado sufrió graves lesiones por los famosos bailes, fue humillado con términos como “tagarna”, “usted ya no es un civil de mierda”, y cualquier tipo de insulto que se les viniera en gana.
En los cuarteles se aplica, como en todas las fuerzas de seguridad la “ley del gallinero”, así que el de arriba caga al de abajo, el de más abajo al que le sigue hasta que todo eso recae sobre el cabo, quien es el contacto directo con los reclutas, que obvio no son soldados porque en su vida habían estado en un lugar ni siquiera parecido a esto, armas de juguete, y guerras de soldaditos de plomo era todo lo que habíamos visto relacionado con eso. Éramos pibes con un cagazo indescriptible, vestidos de verde y con un casco que pesaba como 3 kilos y ni la menor idea de lo que nos esperaba.
Todo esto venia después de un mes de instrucción en medio de un cardal de casi dos metros de altura que al termino de 30 días quedaba como una cancha de golf, porque por ahí nos arrastrábamos todos los días, un mes sin bañarse, haciendo pozos, orinando en ellos y poniéndonos ese barro en la cara. Un mes comiendo lo que ellos nos daban, un mes para aprender a tirar con un Fusil Automático Liviano, conocido como FAL y después de eso, en teoría, solo en teoría, pasabas a ser un soldado, en realidad eras un joven de 18 años que iba a perder un año de universidad, ibas a aprender a robarle los utensilios a tus compañeros para salir de franco el fin de semana, en realidad te convertían en un alcahuete, y entre las cosas que aprendías también estaba el saber que cualquier imbécil con una “tira” de cabo, sargento, o principal mayor, podía hacer con vos lo que quisiera, como hicieron con el soldado Carrasco a quien terminaron matando.
Yo si hice la colimba y fue en el Batallón Logístico N°1 de Tandil en 1978, el jefe del mismo era el Teniente Coronel Cordero, mi jefe de Escuadrón el Teniente Primero Durante hice lo que debía y me fui en la primera baja, pero jamás estaré de acuerdo con mandar a un joven a la colimba para mejorar su conducta, sus capacidades, o su pensamiento, eso lo tienen que hacer los padres, cuando me tocó a mí era obligatorio, no había opción, hoy él que quiera ingresar en las fuerzas armadas lo puede hacer de manera voluntaria.
Miren como será de grave la postura de esta señora diputada que hasta Aldo Rico un ex cara pintada le respondió que “Los cuarteles no son un reformatorio”, y el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, lo mismo.
Solo a una mala persona, alguien que habla por hablar, que seguramente no mandaría a su hijo a la “colimba”, puede decir una barbaridad como esta. La colimba no mejora en nada a nadie, por el contrario, forma resentidos, que odiarán a estos tipos por el resto de su vida, porque jamás volverán a sentirse tan vulnerables como cuando están dentro de un cuartel. No importa lo que digan, es lo que pienso y lo que siento cuando alguien habla de esto sin saber de que se trata.
Armando Cabral conscripto clase 60.