Ciudad de Buenos Aires sede de la XI° Conferencia Ministerial de la OMC Afianzando los lazos comerciales

Dom 10/12/17 .- Los tres objetivos principales que encara el gobierno en materia de inserción internacional son: la apertura de la cuenta capital; la generación de un flujo de inversiones; y la apertura de mercados de exportación. Sin embargo el Ejecutivo sólo ha avanzado parcialmente en dichos objetivos. • La principal dificultad que aparece en esta situación es la falta de competitividad. Un problema de timing se presenta entre los esfuerzos por ganar competitividad no cambiaria (productividad) y el atraso cambiaria existente que se profundiza por el ingreso de capitales. • La estrategia de posicionar a nuestro país como el “supermercado” del mundo choca contra las estrategias comerciales de nuestros principales compradores. El arancel a la importación de biodiesel que nos aplicó Estados Unidos, la decisión del gobierno chino de comprar materias primas en vez de alimentos procesados, y las históricas dificultades de colocar productos agroganaderos en Europa, son claros ejemplos.

Estrategias institucionales y económicas

Esta semana estará teñida por el desarrollo de la XI° Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) con sede en Buenos Aires. Estas reuniones, ocurren cada dos años en distintos países miembros de la organización, y tiene como principal objetivo tratar los temas fijados en la Ronda de Doha (iniciada en 2001) así como también discutir diferentes temáticas coyunturales relacionadas con el intercambio de bienes y servicios.

Alcanzar resultados en el marco de la OMC suele ser dificultoso debido a la necesidad de consensos que postula el organismo y probablemente se arriben a pocos resultados concretos. Sin embargo, la organización de esta Cumbre resulta promisoria en el marco de la estrategia de reinserción internacional de nuestro país llevada adelante por el gobierno de Cambiemos.

La apuesta oficial es mostrar al mundo que la Argentina es un mercado emergente con seguridad jurídica donde hay diversas oportunidades de inversión. Para alcanzar este objetivo, el gobierno está tomando ciertas medidas de carácter institucional y económico, pero además está siendo ayudado por una coyuntura internacional que genera el marco propicio para que nuestro país vuelva a tener protagonismo en la vidriera internacional. El desarrollo de la Conferencia Ministerial de la OMC y la asunción de la Presidencia del G20 para el año 2018, harán que Argentina tenga un rol activo en los encuentros multilaterales de las principales potencias del mundo.

Al mismo tiempo, los cambios realizados  en materia de política económica también tienen efectos. La desregulación del comercio internacional, la apertura de la cuenta de capitales, la probable mejora en la calificación por parte de Morgan Stanley, que ascenderá a nuestro país de la categoría de “frontera” a la de “emergente”, y las reformas institucionales que está intentando aprobar el Ejecutivo, tienen una misma dirección: mejorar la percepción de los inversores extranjeros respecto del mercado argentino.

Hasta ahora la estrategia de inserción internacional ha logrado posicionar a la Argentina en la agenda internacional, pero surgen dudas acerca de si esta nueva situación tendrá efectos beneficiosos para nuestro país. Actualmente existe un influjo de capitales significativo, pero la mayoría de las inversiones que están arribando no son mayormente productivas (que se arraigan en el país), sino principalmente financieras (que hoy están pero mañana pueden irse ante cualquier evento).

La pregunta clave a dilucidar es si la Argentina podrá finalmente captar influjos significativos de Inversión Extranjera Directa (IED). El segundo interrogante que surge es si con la nueva estrategia internacional nuestro país podrá ganar mercados externos, para apuntalar nuestras exportaciones


 

Tres objetivos en el frente externo

La estrategia de inserción internacional del actual gobierno busca posicionar a Argentina en el radar de los inversores de los principales países del mundo y desarmar gradualmente el elevado nivel de protección externa. Al hacerlo generó un nuevo relacionamiento externo tanto en el plano comercial como en el de flujos financieros.

El objetivo de esta estrategia fue: i) abrir la cuenta capital tanto para colocar deuda pública para cubrir el déficit fiscal reduciendo la emisión monetaria, como para expandir las operaciones de las empresas locales; ii) generar un flujo de IED que mejore la productividad local y genere empleo; y iii) abrir mercados de forma tal de colocar los productos argentinos en el mundo. Ahora bien, ¿cuál fue el resultado en los dos primeros años de gobierno de Macri?

La apertura financiera sumada a una política fiscal y monetaria particular lograron convertir al país en un tentador destino para los capitales financieros. Al hacerlo se redujo el costo del financiamiento, tornando viable la opción gradualista de reducción del desequilibrio fiscal (a costa de acumulación de deuda e intereses). Asimismo, la política monetaria restrictiva aplicada por el BCRA para combatir la inflación elevó las tasas de interés, generando un rendimiento anual en dólares elevado (actualmente el rendimiento de las Lebac supera en más de 10 p.p. la depreciación esperada). Lógicamente, esto impulsa la entrada de capitales que incrementan la oferta de dólares, apreciando el tipo de cambio real en el proceso. De hecho, en los primeros diez meses del año, los ingresos de capitales financieros crecieron 305% i.a. explicados en su totalidad por las inversiones en portafolios que treparon 650% i.a.

De esta manera, queda en evidencia que la política monetaria y externa del gobierno está logrando con éxito que nuestro país acceda a los mercados financieros incentivando la entrada de capitales. Lamentablemente, no resulta tan claro el panorama al analizar los avances de la inversión productiva y su impacto positivo en nuestra economía. Durante 2017 los anuncios de inversión fueron cercanos al 5% del PBI, pero el número de proyectos en ejecución es significativamente inferior. Además, el impacto sobre el empleo y la productividad luce acotado. Si bien todavía no se logran ver resultados concretos en términos de IED, los anuncios de inversión están llegando y podrán multiplicarse a medida que la salida de un escenario de “estanflación” se consolide.

En suma, el primer objetivo de la actual estrategia de inserción internacional fue alcanzado, el segundo muestra claroscuros, pero el tercero es, sin dudas, el más complejo hasta el momento. A partir del inicio de la gestión de Cambiemos, la política comercial con el resto del mundo evidenció importantes modificaciones. La quita/reducción de retenciones aplicada a inicios de 2016 sumado a la devaluación del peso, generaron las condiciones apropiadas para que en ese año las ventas al exterior repuntaran (+6,7% i.a.). Asimismo, la apertura de las importaciones, luego de la salida del cepo, también generó un incremento de las cantidades compradas al resto del mundo (+3,3% i.a.).

Este año la situación fue distinta y el avance se dio de manera unilateral en lo que respecta al intercambio de bienes: las importaciones mostraron un avance significativo, mientras que las exportaciones se mantuvieron prácticamente estables. En los primeros diez meses del año, las cantidades importadas treparon 12% i.a. mientras que las vendidas al exterior sólo avanzaron 0,7% i.a., generando un rojo comercial que superará el 1% del PBI en 2017. Es cierto que las exportaciones de servicios han crecido significativamente, pero aquí también el déficit ha aumentado (ver ISE 1.141).

Queda claro que no sólo las inversiones y los flujos financieros son las variables a tener en cuenta. En la búsqueda del crecimiento sostenido, el desbalance comercial no puede perpetuarse en el tiempo y para reducirlo, uno de los pilares fundamentales es el alza de las exportaciones. Entonces, el desafío es incrementar las cantidades de bienes y servicios que se colocan en el exterior.

Este objetivo, clave para dar sostenibilidad inter-temporal al modelo, no se cumplirá solo abriéndonos al mundo. A sabiendas de que la competitividad cambiaria no será un pilar sobre el cual descansar (es probable que el atraso cambiario persista por un par de años), el gobierno busca mejorar la competitividad no cambiaria a través de obras de infraestructura que generen reducciones de costos logísticos, la simplificación burocrática para las exportaciones y el set de reformas económicas enviadas al congreso para reducir costos de producción.

Por último, el Ejecutivo busca posicionar a nuestro país como el “supermercado” del mundo, incrementando el valor agregado que poseen nuestras exportaciones en un contexto de demanda creciente gracias al incremento poblacional y económico de nuestros principales socios comerciales.

 

La difícil hazaña de tener buen timing

Existen dos dificultades en la estrategia mencionada. Por una parte, la competitividad no cambiaria es ardua de alcanzar y puede no compensar el atraso. En la medida que los desequilibrios heredados se resuelvan, el TCR podrá acercarse al equilibrio, pero esto no sucederá en el corto plazo. Es decir, actualmente nuestro sector transable debemos sobrevivir sin mejoras de productividad ni cambiaria.

Por otra parte, las estrategias comerciales de nuestros principales socios comienzan a complicar la decisión argentina de proveer alimentos procesados. De hecho, decisiones tomadas este año, como el arancel a la importación de biodiesel argentino que aplicó Estados Unidos, o la decisión del gobierno chino de comprar materias primas y reducir las compras de alimentos procesados, van diametralmente en contra de las estrategias de inserción de nuestro país. A esto se le suman las históricas dificultades de colocar productos agroganaderos en Europa, lo cual es uno de los principales puntos a discutir de cara a las negociaciones del Mercosur con la Unión Europea.

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