Comenzaron en Malvinas los actos por el 25° aniversario

DeDesfilaron 30 malvinenses que en 1982 resistieron el desembarco PUERTO ARGENTINO.– A algunos les costaba seguir el paso marcial. Por la edad avanzada; tal vez la falta de costumbre. Pero ninguno olvidó la boina y la corbata con el mapa de las Malvinas grabado. Ni la medalla con la imagen de la reina. Eran los 30 voluntarios locales que en 1982 intentaron por unas horas resistir el desembarco argentino en 1982 y que ayer desfilaron por la capital de las islas, cantaron el himno británico y recibieron el agradecimiento de cientos de sus vecinos por “el coraje de haber enfrentado una invasión en gran escala”.

Todo duró apenas 40 minutos, después del almuerzo. Una manifestación susurrada que será el máximo recuerdo oficial de la guerra que se permitieron ofrecer estos días las autoridades locales. El 2 de abril es una marca dolorosa en su calendario; lo recuerdan como “el día de la invasión” y les molesta que en la Argentina sea una fecha festiva.

Este año del 25° aniversario decidieron honrar a “sus” héroes, pero mantuvieron sí la tradición de encarar el 2 de abril como un día más: hoy no habrá aquí más actividad que la rutina de un día de trabajo. La retrospectiva de la guerra se la dejarán al puñado de ex combatientes argentinos que irá al cementerio de Darwin a conmemorar a los caídos. Y eso queda bien lejos de la vida local.

Una pequeña sutileza histórica permitió que el homenaje previsto a los veteranos isleños se anticipara al día 2. Ellos, todos retirados de la Falkland Island Defence Force (FIDF), recuerdan el 1° de abril, la noche en que el gobernador Rex Hunt los convocó a defender el pueblo ante la inminencia del desembarco argentino.

Eran granjeros o trabajadores públicos, con escasa formación militar, los voluntarios que en caso de crisis se preveía que reforzaran a los poco más de 40 militares británicos que cuidaban las islas.

Aquella noche, 32 se reportaron en la casa del gobernador y fueron derivados a los edificios principales. Quedan 30 de ellos vivos y todos marcharon ayer a lo largo de la calle Ross hasta el Monumento a los Héroes, levantado en la entrada de la bahía de Stanley a la altura de la calle Thatcher.

En silencio, se fue poblando la zona. Vecinos con sus hijos, algunas de las autoridades locales y una decena de periodistas, casi todos de medios argentinos.

Al pie del monumento (en el que se lee «En memoria de los que nos liberaron») esperaban dos veteranos británicos. «Para nosotros es un momento de tristeza, sobre todo porque hayamos perdido tanta gente aquí.» Ese era el teniente Peter Broadbent, un marino que estuvo cerca de las Malvinas en el destructor Bristol durante la guerra y que ahora está de paso por la zona.

A unos pasos de él miraba llegar el desfile Brian Donaldson, un miembro de la Guardia Escocesa que volvió por primera vez a las islas Malvinas para participar de un documental de la BBC.

Algo parco y con acento cerrado, Donaldson relató: «Todo cambió tanto aquí. Me sorprendió ver de día las islas. Estuvimos dos meses peleando siempre de noche, siempre al borde de la muerte, y casi no podía distinguir nada». Lleva una gaita -él puso la música al himno- y viste ropa de combate. Tiene otras guerras en su memoria.

El amigo británico

Los isleños que asistieron se desplegaban por las veredas como si alguien les hubiera dicho la baldosa justa donde debían pararse. Entre la gente se veía el ex combatiente argentino Mario Núñez. Y su nuevo amigo Gary Clement, un veterano británico a quien había conocido anteayer en el avión, estaba firme con sus medallas en la solapa.

Como decía el programa oficial del acto, la fila de veteranos locales llegó a las 14.20 al monumento, antecedidos por los jóvenes que integran hoy el cuerpo de voluntarios, ya algo más profesionales que hace 25 años gracias al dinero que pone el gobierno isleño. Incluso ahora los entrena un brigadier de la base militar de Mount Pleasant, la verdadera fuerza de defensa de las islas.

Hubo un aplauso en sordina, como casi todo aquí. El minuto de silencio se extendió para darle tiempo al gobernador Alan Huckle a subir la cuesta desde su residencia hasta el monumento. Iba con sus galas: el sombrero de plumas, el uniforme y la espada; los mismos que vestía su antecesor Hunt cuando se rindió, en 1982.

El padre católico Peter Norris y la reverenda anglicana Kathy Biles rezaron de cara al viento que hacía ondear la bandera británica detrás a sus espaldas.

«Honramos el coraje y la determinación de estos hombres que salieron a defender a las Falkland de la invasión y honramos el sacrificio de sus familias, que esperaron con incertidumbre por su regreso», leyó el padre Norris.

Los voluntarios lo escuchaban en posición de firmes. Casi ninguno de ellos llegó a combatir. El gobernador Hunt les ordenó rendirse el 2 de abril al mediodía.

«No sabíamos qué hacer»

Brian Summers, uno de ellos, recordaría así la imagen de ese día que recorrió el mundo y encendió la indignación en Gran Bretaña: «Nos tiraron al piso con la cara sobre la calle y podíamos oír los tanques acercarse. No sabíamos qué hacer: dejarse arrollar o saltar y ser ejecutado».

Pero todos sobrevivieron. Algunos volvieron a sus casas y otros terminaron bajo arresto domiciliario en la lejana Fox Bay, en la isla Gran Malvina.

El padre Norris leyó un pasaje de la Biblia en el que llamó a «levantar el escudo de la fe con el que se pueden extinguir las flechas flamígeras del mal» y después rezó: «Dios todopoderoso, inspira y guía a estos hombres para que siempre podamos desear y defender lo que es justo».

El himno y un aplauso final clausuraron todo lo que los isleños querían rever estos días sobre la guerra de 1982.

Las calles se vaciaron otra vez. Como único recuerdo incómodo quedaron unas pocas flores. Rojas, de plástico y pegadas al pavimento, para que el viento no las lleve tan pronto.

Por Martín Rodríguez Yebra
Enviado especial

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