Por Fernando Cibeira
Desde Santiago de Chile
Un saludo más que afectuoso fue el gesto que decidieron mostrar Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez antes de entrar al Palacio de la Moneda. Pero la expectativa puesta en la posibilidad de un diálogo directo entre ambos mandatarios, que permita destrabar el conflicto por las papeleras, parecía lejana al cierre de esta edición, cuando se desarrollaba la cena de despedida que ofreció el saliente Ricardo Lagos a todos los mandatarios que hoy participarán de la asunción de Michelle Bachelet. Antes de salir de Montevideo, Tabaré fue ambiguo con respecto a sus deseos de diálogo. Porque si bien dijo que no había prevista ninguna reunión, tampoco descartó algún contacto informal. “Tenemos muy buena relación”, explicó. Del lado argentino, lo mismo. Coincidían en que jamás estuvo previsto ese encuentro pero, también se cuidaban de aclarar, si los presidentes se cruzaban en la cena, obviamente conversarían.
El posible diálogo con Tabaré es el mayor condimento político de la visita de Kirchner a Chile que, por lo demás, no puede sino marchar sobre ruedas. Al argentino le tocó anoche pronunciar el discurso de despedida a Lagos en representación de los presidentes presentes en Santiago. Además, tuvo una reunión previa con el chileno apenas llegó al país. Es que si hoy será el día de Bachelet, ayer fue el de Lagos. El hasta hoy presidente se va del cargo luego de seis años de mandato con una imagen positiva envidiable dentro de su país y, además, con el prestigio internacional intacto. No son pocos los actuales funcionarios que ya se animan a lanzar un “Lagos 2010”. Por la reforma constitucional, Bachelet asume por cuatro años y no tiene la posibilidad de reelección inmediata.
Pero tanto elemento a favor a veces puede que a Lagos le haga perder la perspectiva. Por lo que se sabe, ni a Kirchner ni a Tabaré Vázquez les resultó demasiado simpática la iniciativa del chileno de ofrecer su casa para abrir las conversaciones entre los dos. “Lagos se apresuró, ése es un papel que todavía nadie le dio”, explicaba un diplomático argentino.
Kirchner llegó a Santiago de Chile acompañado por su mujer, la senadora Cristina Fernández –que lució un conjunto de tono verde para la cena–; el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el canciller Jorge Taiana. Trajo también a algunos legisladores como el senador José Pampuro y el diputado Edgardo Depetris. Una de las sorpresas fue el reaparecido José María Díaz Bancalari, jefe de los diputados del bloque Peronista Federal y, por siempre, el más kirchnerista de los duhaldistas, otra vez pasajero del Tango, como en la época previa a convertirse en el compañero de boleta de Chiche Duhalde.
Todos conversaron amablemente en el hall del hotel Sheraton donde se alojan, una moderna torre a orillas del río Mapocho. Allí se hospedan otras delegaciones como la boliviana que encabeza Evo Morales y la uruguaya. Hugo Chávez, en cambio, fue al Intercontinental, justo enfrente de la Embajada de Estados Unidos. Había querido utilizar el sofisticado Hyatt pero la pulseada se la ganó la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, quien llegó anoche encabezando la delegación estadounidense que ocupará ocho pisos del vidriado edificio reconvertido en una fortaleza.
La vecindad en el hotel era otro de los elementos que daba vuelo a las especulaciones sobre la posibilidad de un diálogo entre Kirchner y Tabaré. “Mientras este grupo de personas estén marginando al Uruguay, nosotros no vamos a negociar. Constituyen una violación flagrante al derecho internacional y regional”, insistió Vázquez en Montevideo. Pero también admitió que su buena relación con Kirchner dejaba abierta la alternativa de sentarse a conversar en cualquier momento.
La posibilidad del diálogo volvió a cobrar fuerza cuando Kirchner inauguró las sesiones ordinarias en el Congreso y se refirió con palabras amistosas al “hermano” y “amigo” Vázquez. Con todo, también condicionó su participación en una mesa negociadora: que las papeleras paralicen su construcción por 90 días. Desde Uruguay, las respuestas tuvieron una diversa gama de colores. La más repetida fue que no podían darle una orden a una empresa privada. Pero, luego, tanto de la española Ence como de la finlandesa Botnia dieron a entender que no tendrían problemas en acceder al requerimiento si ayuda a una solución.
Hasta ahí, todas posibilidades en el aire que sólo los presidentes podían dar forma si finalmente abrían un canal de diálogo. Pero el ambiente seguía incómodo. “Por fin coincidimos en algo con Tabaré. No tenemos prevista ninguna reunión con él acá en Chile y lo más probable es que no la haya”, respondía un alto diplomático.
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