Tanto el alcohol como el hecho de fumar son hábitos que los adolescentes advierten en los mayores desde que tienen uso de razón, por lo que no les resulta ajeno. Ahora bien, de ahí a que el consumo derive en alcoholismo, o que el vicio se vuelva adicción, hay un paso muy grande, que no se transita de la noche a la mañana. Los padres deben prestar atención al comportamiento de sus hijos. Nada cambiará rotundamente si fuman a la salida del colegio o toman cuando van al boliche, pero si lo hacen en exceso, sobre todo en el caso del alcohol, es casi imposible no advertirlo en su conducta.
La mayoría de los adolescentes reconoce que las inhibiciones se van cuando toma alcohol y se anima a la cosas que jamás se animaría a decir y hacer fuera del efecto que genera el alcohol.
En cuanto a la droga, específicamente, el adolescente actúa de igual manera que con el alcohol, a pesar de reconocerla como “algo más peligroso”.
La principal droga de iniciación es la marihuana que se comienza a consumir a la par del cigarrillo y combinada, en el mayoría de los casos con alcohol, y sus efectos no son tenidos en cuenta. El adolescente comienza a fumar marihuana como un juego, para destacarse en el grupo, pero el hábito va generando progresivamente el aumento del consumo de alcohol y la iniciación con otras drogas consideradas mayores.
Las “drogas” representan “todo aquello “OTRO” que intenta, ilusoriamente, ocupar el lugar de “LOS OTROS”, entendiendo a estos últimos como aquellas personas que conforman nuestra familia, los amigos, las personas en general con quienes es posible establecer y mantener intercambios afectivos, vínculos verdaderos.
Hay una cosa que las drogas tienen en común, tanto cuando se las traga, se las fuma o se las inyecta: se busca COLMAR UN VACIO INTERIOR con esas sustancias. Son productos que intentan reemplazar a las palabras, los intercambios o una creatividad que uno no logra sacar solo de sí. Se sufre de aislamiento y las drogas atrapan aislando todavía más.
Fuente: Adolescentes por la vida