Giaquinta dijo que llamaría a la desobediencia civil

El arzobispo de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, expresó ayer que estaría dispuesto a “animar a los cristianos a la desobediencia civil” si el Estado pierde “su razón de ser” en materia educativa y sanitaria. Giaquinta elevó así el tono de la polémica en torno a la educación sexual planteada la semana pasada entre el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, y el ministro de Salud, Ginés González García.

Giaquinta, que también preside la Comisión de Pastoral Social del episcopado argentino, eligió, además, la misma frase del Evangelio que el obispo castrense, monseñor Antonio Baseotto, citó en una carta que hizo llegar en febrero a González García y que provocó el más grave conflicto entre la Iglesia y un gobierno argentino en las últimas décadas. “Del adulto que hace perder el rumbo a los niños y adolescentes, Jesús dijo que sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar”, escribió Giaquinta en su mensaje dominical, que habitualmente se publica en cuatro periódicos chaqueños. El Gobierno consideró en su momento que con esa frase Baseotto estaba incitando a la violencia y lo destituyó, aunque en los hechos el obispo sigue en sus funciones.

El nuevo choque sobre educación sexual surgió la semana pasada al conocerse que en una escuela de La Plata se repartieron preservativos y anticonceptivos a chicos de 11 a 13 años. Las declaraciones de Giaquinta se hicieron públicas un día antes de que comenzara la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal (ver nota aparte). Ayer, al ser consultado por LA NACION, Giaquinta no quiso profundizar sus declaraciones y remitió al texto que había escrito, dijo, luego de haber leído la noticia en este mismo diario: «Lo escrito, escrito está», afirmó.

En el mensaje, titulado «Corramos hacia la meta», el prelado describe la vida como una carrera en la que perder el rumbo puede ser muy peligroso. «Lo peor es que muchos dirigentes están perdiendo el rumbo», dice monseñor Giaquinta en uno de los seis párrafos de su mensaje.

Y continúa: «Acabo de leer con estupor que una madre se queja de que en una escuela de La Plata a su hija de 11 años y a sus compañeras les han dado anticonceptivos orales, con la inscripción del Ministerio de Salud. La pobre madre se lamenta: «¡ella es una nena!». Pero la quieren hacer adulta a las patadas».

Advertencia

Más adelante, al referirse a las afirmaciones del arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer y la respuesta del ministro de Salud, Giaquinta escribe: «Y para colmo, porque el pastor local dice que «el Estado incita a la lujuria», el ministro de Salud lo trata de «fanático religioso». En este caso, o la prensa estaría mintiendo y merecería que se le hiciese juicio. O la autoridad sanitaria se estaría equivocando gravemente. Y también la educativa. Y la autoridad superior debería sancionarla como corresponde. O bien «arrésteme sargento, y póngame cadenas», porque yo también digo que si el Estado pensase que ése sería el rumbo que habría de tomar la educación de nuestros niños y la preservación de su salud, entonces el Estado estaría perdiendo su razón de ser. Y en ese caso, no dudaría en animar a los cristianos a la desobediencia civil, en la medida proporcional y con los medios democráticos que correspondan. Del adulto que hace perder el rumbo a los niños y adolescentes, Jesús dijo que sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar . Porque, con lo horroroso que eso sería, no lo sería tanto como lo que él hace con los niños y adolescentes».

Luego, en su texto, el prelado recordó a los mártires de las primeras generaciones de cristianos hebreos. «Esos mártires, que sufrieron tribulaciones terribles de parte de dirigentes sin rumbo y con lo peor de la cultura de entonces, son modelos para los cristianos que hoy se disponen a correr por la senda del Evangelio», afirma. A los fieles de su diócesis advierte: «Nos harán cosas peores. Pero a no temer, con la fuerza del Espíritu Santo».

González García no quiso opinar sobre los dichos de monseñor Giaquinta. Su vocera dijo a LA NACION, en la tarde de ayer, que el ministro conocía el contenido del mensaje del prelado y que no haría nuevas declaraciones.

Cuando monseñor Baseotto escribió al ministro de Salud y aludió a la frase de San Pablo sobre la gravedad de escandalizar a los niños, González García lo acusó de mentiroso y de escudarse en la Iglesia. Por entonces, el motivo que ocasionó la polémica fue la alusión de González García a la conveniencia de despenalizar el aborto y repartir preservativos. El presidente Néstor Kirchner pidió al Vaticano la destitución de Baseotto, y el obispo de Quilmes, Luis Stöckler, sugirió que quien debería renunciar era el ministro de Salud. Se iniciaron causas en la Justicia por «apología del delito» en contra de Baseotto y de González García.

En julio la Justicia sobreseyó al obispo, que había sido acusado en denuncias formuladas por Ricardo Monner Sans y otros dos abogados de «elogio al homicidio» y de «infundir un temor público». La jueza María Servini de Cubría consideró que «el pasaje que se critica resulta una simple remisión literaria formulada por una autoridad eclesiástica sobre una obra que para su credo es la base misma del culto que profesa», que no «ofende al bien común ni hace exaltación, ponderación o elogio de ningún hecho criminal específico».

Por Silvina Premat
De la Redacción de LA NACION

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