La tentación agrícola

Muchos sectores urbanos de clase económica media y media alta, con sumas disponibles que van de los 10.000 hasta 100.000 dólares comenzaron a pensar en los granos como una opción rentable

Cuando en 2002 las esquirlas de la bomba económico-financiera aún volaban descontroladas, el campo agrícola con sus ingresos dolarizados, comenzaba a reafirmarse como una preferencia de inversión para los que contaban con fondos líquidos remanentes.

«Salvo el campo, con los granos, resulta comprometido encontrar, aún hoy, opciones de colocación de dinero que abriguen a sus rendimientos con la moneda norteamericana. Los granos que la Argentina produce se venden en el mercado internacional en esas divisas, no en pesos», comentó Jorge Scoppa, presidente de la Federación de Contratistas Rurales, con sede en Casilda, Santa Fe, que tiene 1200 empresarios asociados.

Así es que muchos pequeños inversores urbanos de clase económica media y media alta con sumas disponibles que van desde los 10.000 hasta 100.000 dólares comenzaron a pensar en los granos como una opción rentable y de reintegro rápido. Eso sí, con evidentes riesgos climáticos, de mercados y también inherentes a la figura legal y los hombres que componen la organización donde se deposita la inversión.

«Se estima que en una campaña agrícola como la que se avecina se invertirán en el campo unos 6000 millones de dólares contando los alquileres y los costos de producción, esto es semillas, fitosanitarios, fertilizantes y demás insumos. De esa suma, 4400 millones de dólares serán aportados por arrendatarios o aparceros. De acuerdo con la experiencia de 27 años en este negocio podría pensarse que unos 500 millones de dólares son de ahorristas denominados pequeños, esto es, aquellos que van desde los 10.000 hasta los 100.000 dólares», comentaron Santiago Casares y Eduardo Serantes, responsables del Fondo Agrícola de Inversión Directa (FAID) que maneja el Estudio Cazenave y Asociados. Esos 500 millones de dólares representan el 18 por ciento de las inversiones totales consumadas por los arrendatarios. Seguramente allí hay contabilizados una mayoría de ahorros directos de profesionales, comerciantes, industriales, dinero de escribanías y otros fondos provenientes de sectores ajenos al agro y también en forma indirecta a través de los bancos que avalan y financian los fondos fiduciarios y de inversión.

¿Cómo puede hacer un inversor citadino para colocar su dinero en la producción agrícola? ¿De qué manera puede resguardarse de los riesgos inherentes a la producción? ¿Cuáles son las formas legales más comunes?

Como albergue de estos fondos líquidos, en estos últimos 4 años se afianzaron nuevas figuras jurídicas como son los fondos fiduciarios, los ya conocidos fondos de inversión en granos y los pools de siembra que alcanzaron un ostentoso esplendor en la década del 90.

Ciertas organizaciones empresariales se consolidaron con el objetivo de dar seguridad y rentabilidad a las inversiones, tal es el caso de los fondos de inversión públicos que son auditados por empresas multinacionales privadas y también seguidas como una sombra por la Comisión Nacional de Valores (CNV). También se comenzaron a desarrollar las figuras de fideicomiso que son muy flexibles, modernas y amparadas por la ley. También se acotaron mucho los riesgos de altibajos de precios a través del manejo de futuros y opciones y los climáticos con la contratación de seguros específicos. De todas maneras, la inversión en el campo tiene riesgos inherentes a la propia producción al aire libre.

A pesar de los riesgos, muchos inversores urbanos eligen estas formas de colocación de dinero en el campo en detrimento de los bancos, al que muchos aún siguen observado de reojo y con desconfianza luego de lo que sucedió en el 2001 con el corralito y el corralón. «Si un banco me da una tasa equivalente a un fondo de inversión o un fideicomiso, opto por estos últimos», comentó un inversor del sudeste de Buenos Aires.

Para muchos resulta atractivo colocar su dinero en fondos de inversión que en casos llegaron a dar una rentabilidad del 12 % en dólares. Eso sí, los que colocan el dinero debieran saber perfectamente que puede no registrarse ganancias y hasta perder plata.

Figuras jurídicas

Un fondo de inversión es una figura jurídica que permite a un grupo de personas con objetivos similares disponer de una administración que se ocupa de alcanzar la mejor forma de llevar a la práctica las estrategias de producción, custodiando a la vez los activos en los que se invierte.

El fideicomiso es un negocio mediante el cual una persona trasmite la propiedad de ciertos bienes con el objeto de que sean destinados a cumplir un fin común determinado, por ejemplo, producción agrícola. Algunos entregan dinero, otros el alquiler de un campo, otros colocan insumos y, normalmente, un banco financia la actividad. «El Tejar, además de sus siembras propias cuenta con un fideicomiso con garantía del banco HSBC y está también financiado en un 30% por inversores urbanos», comentó Oscar Alvarado, presidente de la mencionada empresa.

Esta empresa garantiza a inversores pequeños de 10.000 o algo más dólares un retorno de 5-6 por ciento anual en la moneda norteamericana. «En rigor, se trata de un préstamo de los inversores que está garantizado», comentó Alvarado.

Otro ejemplo, es el fideicomiso de Los Grobo Agropecuaria, aunque este es anual (11.000 hectáreas). «Estamos lanzando Los Grobo II que es bianual para 40.000 hectáreas, con una inversión de 10 millones de dólares. Garantiza la devolución del capital, el operador agrícola, que es la empresa, es socio a medias con los inversores y también se cotiza en la Bolsa de Comercio de Buenos: Trabajamos con el Banco Galicia. La cuota parte puede comprarse y venderse», comentó Gustavo Grobocopatel.

Los pools de siembra conforman sociedades integradas por miembros que se reúnen con un objetivo determinado, como podría resultar sembrar granos. Alcanzaron gran popularidad y escala en la década del 90, muchos de ellos se desarmaron y, en la actualidad, adoptan una figura más pequeñas que entonces. Por ejemplo, uno o muchos ingenieros agrónomos e inversionistas se unen para sembrar 1000 o 2000 hectáreas (o más) en determinada localidad. Esto es muy es muy común en toda la pampa húmeda y también en algunas regiones del NOA y el NEA.

Alcanzaron mucha notoriedad en la década del 90, cuando la tasa de interés bancaria era muy baja y había muchos inversores disponibles. Era la época del uno a uno. Muchos de los pools quebraron y ahora están trabajando con menos escala que antes, mejor estructurados y con un mayor nivel de detalle en materia agronómica.

Por Angel Palermo
Para LA NACION

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