En el campo empresario

A pocos días de que el ministro de la Producción de la provincia de Buenos Aires, Martín Lousteau, lanzó su atrevida teoría según la cual el campo debería estar agradecido de las retenciones, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, avivó la polémica. No incrementó las retenciones a las exportaciones de carne, que era la medida que por anticipado habían rechazado los frigoríficos que venden en el extranjero. Pero elevó el peso mínimo de los animales para faena, lo que causó indignación entre muchos productores

Lousteau repite el eslogan del Gobierno, según el cual las retenciones sirven para generar superávit fiscal y éste para sostener el dólar alto, lo que en definitiva beneficia al campo. Una idea que podría ser atendible si fuera cierta. Porque como es público y notorio -y Lousteau no ignora, o no debería ignorar- las intervenciones en el mercado cambiario para sostener el «dólar alto» casi no se hacen con superávit, sino con emisión monetaria.

Cuando ante la suba de precios de los lácteos Lavagna aumentó las retenciones, los frigoríficos exportadores advirtieron que ya están en el límite de la rentabilidad. Una suba del impuesto a las ventas al exterior -según los empresarios- haría desaparecer las ganancias y paralizaría cualquier plan de inversiones.

Lavagna parece querer apuntar a la eliminación del «ternero bolita», como se popularizó en el mercado, por el menor costo para «terminarlo», ya que se lo envía a faena con pesos de entre 230 y 260 kilos.

A partir de noviembre estará prohibido enviar animales de ese peso a faena. Los ganaderos están indignados.

Tal vez muchos de ellos deberán deshacerse de sus «terneros bolita» rápidamente, antes de que comience la prohibición y tal vez esa sobreoferta baje los precios, justo en período electoral.

A mediano plazo es poco claro qué puede pasar. Algunos economistas no se animan a vaticinar resultados. La idea oficial es que por cada animal enviado al mercado se obtenga una mayor cantidad de kilos de carne, al tratarse de ejemplares de mayor peso.

Los ganaderos enfrentarán mayores costos, al tener que quedarse con el animal más tiempo y alimentarlo más. ¿Aumentará ello los precios? Difícil saberlo, porque el precio de la carne no se forma por costos, sino por oferta y demanda.

Por otro lado, engordar más a los animales requerirá mayor consumo de granos en el país. ¿Aumentará el precio del grano entonces? Con ello también se encarecería el aceite y la polenta, que son consumos populares. ¿Habrá mayores retenciones?

En todo caso, piensan algunos empresarios, tal vez las retenciones a las exportaciones de carne no fueron aumentadas porque el precio de la carne en el mercado doméstico no parece depender de los precios internacionales. Las ventas externas son significativamente inferiores a la demanda local.

La convicción de los empresarios es que electoralmente al Gobierno le conviene una baja del precio de la carne y que va a conseguirla.

El temor es que si luego hay aumentos de precios, de todas formas habrá incremento de las retenciones. «Ese nivel de incertidumbre es lo que hace que la inversión no llegue a los niveles necesarios para sostener el crecimiento», señaló el representante de un grupo empresarial. «Nadie pone más dinero en una actividad amenazada permanentemente con más impuestos», dijo.

Por Jorge Oviedo
FUENTE LANACION.COM.AR

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