En diciembre de 2001 las imágenes de Wang Zhao He llorando por su pequeño negocio que había sido saqueado y destruido en Ciudadela conmovieron a todo el país. Un poco más de cuatro años después, los comerciantes chinos están muy lejos de despertar igual compasión y hoy son un jugador de peso dentro de la economía argentina. En la actualidad, los autoservicios de propietarios chinos suman cerca de 4000 locales en todo el país y juntos facturan más de $ 2000 millones al año (cerca del 20% del mercado de venta de alimentos), lo que los llevó a convertirse en el principal enemigo de las grandes cadenas de supermercados, que incluso no dudan en criticarlos abiertamente en sus publicidades de radio o televisión.
Si bien no hay datos oficiales, en la Argentina viven cerca de 50.000 chinos, según los cálculos que manejan en la propia colectividad. La cifra incluye tanto a los exiliados provenientes de China continental como a los de Taiwan, ya que todos los inmigrantes dejan de lado sus diferencias políticas cuando pisan territorio argentino. Además, cerca del 80% de los chinos del continente que arriban al país provienen de Fujiang, una provincia que está enfrente de la isla de Taiwan, lo que sirve para estrechar los lazos entre los distintos emigrados. Fujiang tiene casi la misma población que la Argentina y por su ubicación en la costa este del país es un punto de partida para gran parte de los chinos que deciden probar suerte más allá de sus fronteras.
Tradicionalmente, la inmigración china siempre se movió siguiendo a las corrientes de exiliados japonesas, que fueron muy fuertes no sólo en la Argentina, sino también en Perú y Brasil. Pero a diferencia de otros inmigrantes que se radicaron en la Argentina en los últimos años -básicamente provenientes de países limítrofes-, los chinos suelen llegar al país con un capital inicial. De hecho, la inversión para abrir un autoservicio ronda los $ 250.000, con lo que se estima que los comerciantes chinos llevan desembolsados en el país más de $ 1000 millones sólo en la puesta en marcha de sus comercios minoristas.
Más necesidad que vocación
La elección del rubro autoservicios como forma de ganarse la vida en la Argentina respondió más a una necesidad que a una vocación comercial. «En China, mi papá tenía una empresa constructora, pero cuando llegamos a la Argentina decidimos poner un autoservicio porque se trata de un negocio que no requiere saber el idioma», explica Jicong Zheng, actual director de la Cámara de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos (Casrech), la entidad que se creó hace menos de un año para defender los intereses del sector.
Zheng llegó a la Argentina con su familia en 1992 y a los pocos días de pisar Buenos Aires se autobautizó con el nombre de Oscar. Elegir un nombre occidental es una práctica muy difundida entre los inmigrantes chinos como una muestra de adaptación a las costumbres del país, pero lo que no es tan común es casarse con alguien fuera de la colectividad, como hizo Oscar, que conoció a su mujer peruana en Buenos Aires y hoy tiene dos hijos argentinos.
Tao Zheng no tiene ningún parentesco con Oscar, aunque comparte el apellido y el origen: ambos provienen de la provincia de Fujiang, pero de distintas ciudades. Cuando Tao llegó con su familia a Buenos Aires, en 1991, eligió como nombre Pablo. Cumpliendo con las tradiciones de su colectividad, desde hace siete años está casado con otra inmigrante china y su gran excentricidad fue hacerse hincha de River. «Acá el 95% de los chinos son hinchas de Boca, pero a mi convenció de hacerme «millonario» un compañero del colegio secundario», explica Pablo.
Mitos y verdades
A la hora de explicar el crecimiento de los autoservicios chinos en el sector, no duda en atribuir su expansión a un tema estrictamente comercial. «Nos acusan de no pagar impuestos o comprar mercadería robada, cuando en realidad vendemos más barato porque nuestros costos son más bajos ya que trabaja toda la familia», explica Pablo.
Por su parte, Oscar reconoce que su aparición provocó un cambio en la forma de operar de todo el comercio minorista. «Cuando los chinos empezaron a abrir los primeros autoservicios en Buenos Aires, a principios de los 90, no había negocios que abrieran los sábados ni los domingos. Hoy muchos competidores se quejan de nosotros porque tuvieron que adaptarse a nuestro ritmo de trabajo», explica el comerciante. Los empresarios orientales además rechazan de plano las versiones que hablan de una supuesta devolución de impuestos por parte de la embajada china.
«No hay ningún subsidio del gobierno chino que sólo invierte en proyectos estratégicos en el extranjero», explicó Miguel Angel Calvete, secretario de Casrech.
Calvete comenzó a trabajar con comerciantes de la colectividad china hace doce años y hoy se convirtió en uno de los principales voceros de los intereses de los empresarios orientales en la Argentina. Bajo este rol, hace menos de un mes se reunió con el presidente Néstor Kirchner para suscribir un acuerdo para congelar los precios de una canasta de ochenta productos hasta fin de año. «Además de comprometernos a no aumentar los precios, también le informamos al Presidente acerca de los planes de los empresarios de la colectividad para invertir en proyectos de producción de alimentos asociados con pymes locales», explica Calvete.
Otro de los mitos que los chinos se encargan de desmentir en forma expresa es que detrás de los autoservicios chinos existe un único dueño o una gran corporación estatal. La gran mayoría de los locales pertenece a miembros de una familia que se manejan con el sistema de puntos. Es decir, que una persona puede ser accionista de distintos autoservicios, asociado en un caso con sus hermanos y en otro con algún primo.
Acusaciones
Sin embargo, la acusación más fuerte de sus competidores no pasa por la propiedad de los autoservicios, sino por las supuestas maniobras de evasión impositiva y previsional. Las grandes cadenas se quejan de que el supermercadismo puede ser un excelente negocio para cualquiera -sin importar su país de origen- si se evade el IVA o se tiene a los empleados en negro.
Sin embargo, y más allá de las críticas, en el sector reconocen en que los autoservicios chinos supieron adaptarse mejor que nadie a la crisis que provocó la salida de la convertibilidad y una Argentina mucho más empobrecida.
De acuerdo con un estudio realizado por la consultora CCR y la escuela de negocios IAE de la Universidad Austral, en la percepción de los consumidores los autoservicios chinos son el canal más económico, aunque los hipermercados tienen mejores precios. Según el trabajo de campo, los chinos están haciendo las cosas realmente bien, al menos desde un punto de imagen: venden más caro que un Carrefour o un Jumbo, pero para la gente son más baratos.
«Esta disparidad entre la realidad y la percepción de los clientes se explica porque los clientes de los autoservicios y los almacenes sienten que cuando van a un súper o un hipermercado terminan gastando más, no porque tengan precios efectivamente más altos, sino porque trabajan con envases y presentaciones más grandes o porque se tientan de llevar más cosas que las que iban a buscar», señaló Guillermo D´Andrea, director del departamento de marketing del IAE.
El especialista igualmente sostiene que el crecimiento que registró el canal no se basa exclusivamente en un error de percepción de los consumidores locales. «Nadie puede dudar de que se trata de grandes compradores que conocen a sus clientes y por lo tanto saben ajustar la oferta en sus góndolas a las necesidades de sus consumidores», explica D´Andrea.
Por Alfredo Sainz
De la Redacción de LA NACION