crítico.

En este sentido, la fase inicial del proyecto requerirá un financiamiento total estimado en US$ 1.660 millones, que incluye desde la inversión inicial hasta la puesta en marcha del primer petróleo. Si se considera todo el desarrollo hasta su conclusión, el monto asciende a US$ 2.050 millones, según los datos corporativos publicados por Rockhopper. De ese total, se aspira a que US$ 1.000 millones provengan de una línea de financiamiento senior garantizada. En la porción que le corresponde, Rockhopper debe aportar cerca de US$ 102 millones, después de aplicar préstamos concedidos por Navitas.
El recurso estimado del campo es de 730 millones de barriles, con una producción proyectada de hasta 55.000 barriles diarios en su primera fase, operando a través de un buque FPSO (Aoka Mizu). Las etapas siguientes contemplan la adición de otros 144 millones de barriles mediante un segundo FPSO, con vistas a aumentar la escala del proyecto. En el marco técnico, Navitas ya suscribió contratos preliminares de ingeniería FEED y acuerdos para la provisión de equipos submarinos, mientras Rockhopper espera publicar una evaluación independiente complementaria durante el año.
Uno de los instrumentos cruciales recientemente aprobados por la empresa fue la emisión de US$ 140 millones de capital nuevo, destinada a respaldar la fase inicial y servir como buffer ante eventuales sobrecostos o diluciones. Según el CEO Sam Moody, esos fondos se mantendrán en custodia hasta que la FID se concrete, lo que refuerza la disciplina financiera del proyecto.
Por su parte, el presidente de la compañía, Simon Thomson, sostuvo que “esta recaudación coloca a nuestra empresa más cerca que nunca de poder adquirir FID” y aunque reconoce que “persisten los riesgos, tenemos más esperanzas que nunca de alcanzar la FID a finales de 2025.”
Fuente: escenario Mundial