La advertencia es clara: “No a las Salmoneras”, esta industria no solo representa una seria amenaza de contaminación ambiental, sino que además dista mucho de ser una verdadera fuente de empleo genuino para las comunidades locales.

No a las Salmoneras: el alarmante costo ambiental: un ecosistema frágil en riesgo
Los científicos, con el respaldo de investigaciones del Consejo Nacional de Investigaciones Científas y Técnicas (CONICET) y del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), han detallado con preocupación los múltiples impactos negativos que las granjas salmoneras generan sobre los delicados ecosistemas marinos.
Uno de los puntos más críticos es la contaminación directa de las aguas. El material fecal de los peces, los restos de alimento no consumido y el uso indiscriminado de químicos –como antibióticos y agentes antiincrustantes para las jaulas– se acumulan en el fondo marino, provocando la eutrofización (un exceso de nutrientes que altera el equilibrio biológico) y la consiguiente degradación de los ecosistemas bentónicos (los del lecho marino).
Además, existe una preocupación inminente por la transmisión de enfermedades y parásitos entre los salmones de cultivo y las especies nativas.
El ejemplo más citado es el piojo de mar, un parásito que prolifera en las densas poblaciones de salmones en jaulas y que puede diezmar poblaciones de peces silvestres.
Otro riesgo significativo es el escape de salmones de cultivo, que, al ser especies no nativas y a menudo genéticamente modificadas, pueden competir con las especies autóctonas por alimento y hábitat, alterar las cadenas tróficas y, en el peor de los escenarios, causar contaminación genética al cruzarse con poblaciones silvestres.
La comunidad científica subraya que la dependencia de antibióticos en la salmonicultura masiva contribuye, además, al grave problema global de la resistencia a los antimicrobianos, con implicaciones para la salud humana y animal.

Mitos sobre el empleo y amenazas a las economías locales
Contrario a la narrativa de “desarrollo y empleo” que a menudo acompaña a la promoción de la salmonicultura, los expertos refutan categóricamente esta promesa, especialmente en el contexto fueguino.
Explican que la industria salmonera es altamente tecnificada y automatizada, lo que se traduce en una mínima generación de puestos de trabajo genuinos y de calidad a gran escala para los habitantes locales.
Los beneficios económicos, advierten, suelen quedar concentrados en manos de grandes corporaciones, muchas de ellas de origen extranjero, como ha sido el caso en países vecinos.
Más allá de la escasez de empleo, la instalación de estas granjas puede tener un impacto detrimental directo sobre las actividades económicas ya existentes y sostenibles de la región.

La contaminación de las aguas amenaza directamente la pesca artesanal, una actividad con profundas raíces culturales y económicas en la Patagonia.
Del mismo modo, la alteración del paisaje marino y la potencial degradación ambiental comprometen seriamente el turismo, una industria vital para la economía de Tierra del Fuego, que se basa en la imagen de una naturaleza prístina y salvaje.
Una advertencia con ecos chilenos: la necesidad de proteger la identidad patagónica
La preocupación de los científicos argentinos no es meramente teórica; se sustenta en la dolorosa experiencia de países como Chile, uno de los mayores productores de salmón de cultivo.

Los ecos de las crisis ambientales y sociales que ha enfrentado la salmonicultura en Chile, incluyendo brotes de enfermedades masivos, contaminaciones extendidas y conflictos con comunidades locales, resuenan como una severa advertencia para la Patagonia argentina.
Los científicos enfatizan que el Canal Beagle y los fiordos fueguinos poseen características oceanográficas y ecológicas únicas, lo que los hace particularmente vulnerables a las externalidades negativas de una industria intensiva como la salmonicultura en jaulas.
La protección de estos ecosistemas no es solo una cuestión ambiental, sino que está intrínsecamente ligada a la sostenibilidad social y ambiental de la región, y a la preservación de la identidad y el modo de vida de sus habitantes, para quienes el mar y sus recursos son pilares fundamentales.
Ante este panorama, la comunidad científica aboga por el fomento de alternativas productivas que sean verdaderamente sostenibles, como la pesca artesanal responsable, el desarrollo del turismo de naturaleza y otras formas de acuicultura que no presenten los mismos riesgos ambientales, como el cultivo de moluscos.
Reconocen que si la acuicultura es un camino a explorar, deberían priorizarse sistemas de alta contención y recirculación (RAS), que, si bien son más costosos, minimizan drásticamente el impacto sobre los cuerpos de agua naturales.

La postura de los habitantes de Tierra del Fuego es clara: No a las Salmoneras ¿progreso a cualquier costo o desarrollo basado en la preservación de su invaluable patrimonio natural y cultural?