Una maestra de jardín de infantes nos contaba que al pedir a sus alumnos que dibujaran un perro, una vaca y una gallina, uno de sus niños dibujo al ave tal cual como se la compra en el supermercado, sin plumas, sin cabeza y sin patas. Bueno, a partir de lo que puede llegar a ocurrir con la producción del año 2009/10 van a tener que salir a contarle a la gente “lo que era el trigo”.
La intensa sequía que hoy abate a toda la pampa húmeda (que ironía) hace peligrar una vez más la siembra y posterior cosecha del tan preciado cereal. Siempre el trigo fue la niña bonita de la producción agrícola argentina, por su excelente y reconocida calidad comercial y por su volumen, garantizando año a año buenos niveles de saldo exportable. Un cereal noble que garantiza dinero a fin de año, momento en el cual hay que pagar muchas cuentas pendientes y comenzar a abonar los gastos que se vienen de la cosecha gruesa. El trigo es un grano siempre requerido en el mundo, sinónimo de alimento base de la población, de harina, de pan, de fideos. Por eso, siempre tuvo un buen mercado comprador, transparente y súper dinámico, con gran cantidad de países compradores, que tienen que importar porque no les alcanza su producción o directamente porque no producen trigo por cuestiones de suelo y clima.
En nuestro país desde hace tres años, la producción de trigo sufrió todo tipo de trastornos. Desde el clima con una helada tardía que cocinó los cultivos (año 2007), a las últimas dos sequías del año pasado y la que estamos viviendo por estos días. Desde el aspecto de medidas de política agropecuaria, todas fueron contrarias a lo que se debería hacer hecho, perjudicando frontalmente los ingresos de los productores, con precios poco transparentes y siempre más bajos de lo que la realidad internacional indicaba. Fuimos perdiendo destinos de exportación, cuando los compradores no tuvieron la certeza de si la Argentina vendería su excedente de producción, como habitualmente e históricamente lo venía haciendo. La producción de trigo de este año es una las peores de los últimos 60 años, con tan solo 8,2 millones de toneladas contra los 16,5 millones obtenidas en el período anterior. (una baja del 50%). De continuar la actual circunstancia de falta de precipitaciones, falta de humedad en el perfil del suelo y continúa aumentando el desánimo de los productores de trigo que año a año invierten menos en fertilización y agroquímicos, vamos a camino a tener una “cosechita” de no más de 7 millones de toneladas. Nuestro país tiene un consumo interno de alrededor de 7 a 7,5 millones de toneladas (contando las semillas para ser sembradas en el año posterior). No hay que ser muy sesudo para darse cuenta que estaríamos en un límite peligrosísimo de no poder llegar a satisfacer nuestro propio consumo con la magra producción triguera. ¿Tendremos que importar trigo?. Pregunta que solo responderá el tiempo y los políticos, que verán en esta acción más que intentar generar tranquilidad en la población que no podrá comprar la baguette de los domingos, la oportunidad de realizar un excelente negocios comercial. (¿). Rápidamente viene a nuestra memoria el bochornoso hecho de la importación de pollos desde el este europeo realizada en el gobierno de Alfonsín (el estadista) manejada por el Moreno de esos tiempo, Don Mazzorín. Esos pollos nunca llegaron a la mesa de los consumidores, se gastó fortunas al pagar la importación y en los costos de cámara de frío para intentar tenerlos en buenas condiciones. En definitiva terminaron siendo relleno sanitario del cinturón ecológico. Excelente negocio.
Nadie puede aseverar que pueda ocurrir lo mismo, pero… todavía los chanchos no vuelan –salvo en México-.
Peligra la producción triguera argentina, peligra la relación comercial con Brasil habitual y natural comprador de nuestro trigo, peligra la economía de las regiones productoras del cereal, peligra la subsistencia de los productores trigueros. Y como el Chapulín Colorado no lo dejan salir de su país por la influenza A, ahora ¿quién podrá defendernos?.
Analista Agropecuario.