El Lado B de los 100 años de Río Grande: Parte V, “Yo, nacida y criada…riograndense de corazón”

Rio Grande 11/07/2021.- En esta segunda entrega vamos a disfrutar de los testimonios de quienes se criaron aquí, algunos venidos cuando eran niños, otros nacidos aquí, pero con algo en común, el amor por esta tierra, el arraigo, el disfrute de la naturaleza y el crecimiento de una ciudad que, como muchas, fue un pequeño pueblo, donde no todas las calles estaban pavimentadas, pero eso no era lo más importante, sino las vivencias, los que llegamos ya adultos también tenemos una historia que contar como lo muestran estos testimonios.

Río Grande cumple 100 años y tiene tantas historias como habitantes. Cada rincón de la ciudad da cuenta de una historia. Y que difícil hacer un recorte, y decir “esto sí, esto no”. “Esta historia es más importante que aquella”. Tarea titánica si las hay. Acá, van a encontrar sólo una historia, en la que algun@s se verán reflejad@s y otros no. Así como casi todo en este Centenario de la ciudad. Por eso es que decidimos, y por una idea surgida entre mates de un domingo en una mesa familiar, denominar a estas historias, que tranquilamente podrías ser la tuya… “El Lado B del Centenario”.

Cada persona tiene algo para decir, una historia que contar, su historia, la que l@s atraviesa en cuerpo y alma.

En este caso, esta es parte de mi historia, es de las más recientes, la de l@s que no llegamos a ser antiguos pobladores, pero que nacimos entre el 70 y el 80 y hoy ya no nos cocinamos en el primer hervor.

 

El esfuerzo como estandarte

Gran parte de esta generación de riograndenses vimos a nuestras madres, padres y familias enteras, dejar gran parte de su vida en esta inhóspita tierra a la que llegaron desde Chile, escapando de un gobierno de facto y aunque Argentina estaba en una situación idéntica, prometía mejorar la vida de esas familias, que como much@s, llegaron buscando un futuro mejor para sus hij@s.

Con muchísimo esfuerzo, lo lograron. Claro que lo lograron, echaron raíces en Río Grande, dejaron sus semillas, y hoy hij@s, niet@s y bisniet@s, crecen y seguramente seguirán viviendo en esta tierra.

¿Qué objetivo teníamos los NyC?

Una posibilidad que a nosotr@s los de un poco más de 40 años, se nos complicaba bastante, más aún siendo hij@s de chilenos, que en muchos casos trabajaban como obreros de la construcción, como mi viejo, o como trabajadora de casa particular, en el caso de mi vieja, era estudiar.

 

 

Sin embargo, estudiar era el objetivo superior al que en mi familia –al menos-se debía llegar. Y la misma situación se daba en otros senos familiares de l@s Nacid@s y Criadad@s.

Mis hermanos no tuvieron la suerte que tuve yo, no tuvieron esa posibilidad, la de llegar a tener un título terciario, y mientras transitabas esa etapa, entre estudio y trabajo, y después de haber pasado por comercios trabajando en negro, cuidando niñ@s, lavando pisos, en fin, creciendo en este pueblo que crecía a pasos agigantados y de manera desordenada, junto a los Venid@s y Quedad@s.

Un pueblo con más bares que bibliotecas

Si hay algo que debo reprocharle a esta ciudad es que siempre hubo más bares, whisquerías y pubs, que escuelas y bibliotecas. Ya entrada la adolescencia, para las mujeres y disidencias, las calles y el barrio se iban transformando en un lugar complejo. ¿Por qué complejo? Las chicas debíamos hacer malabares para no terminar siendo parte de ese sistema prostibulario que era abalado por los gobiernos de turno.

Un dato no menor, y mientras hacíamos fotos para graficar estos informes, recorríamos la zona en la que crecí.  Mi casa estaba entre Espora e Irigoyen. Recordaba que era lo que veía desde la ventana de mi casita, que en invierno quedaba al borde de una gran pista de patinaje, y era nada más ni nada menos que el río Grande. Cuando asomaba la nariz por la ventana de noche, veía las luces de una whisquería. A la vuelta, casi en fila sobre calle Fagnano entre Bilbao e Irigoyen, otros dos o tres bares, hoy, uno de ellos devenido en mercadito.

“Allá abajo”, como decía mi vieja, cuando iba a comprar la carne a La Vega, había otro tanto de locales de “actividades toleradas”. Muchos años más tarde, se logró la ley conocida como “Tolerancia 0” de prostíbulos y bares. Aunque la ley está en vigencia, Río Grande todavía hoy posee más “privados” que bibliotecas, 78 hace ya más de 10 años atrás, dato aportado por un fiscal Federal.

 

 

Remarcar las cosas buenas y tener memoria

Más tarde llegaron las universidades y poco a poco, las posibilidades para quienes decidimos quedarnos y formar nuestras familias en este Río Grande, se iban abriendo camino. Costó y aún hoy cuesta mucho.

No todo es color de rosa en el Centenario de la ciudad, es bueno tener memoria, recordar el lugar de dónde venimos para no repetir los errores a futuro.

La ciudad sigue creciendo, linda, llena de luces y flores y ahora más árboles, aunque aún con carencias. Problemas estructurales como la falta de luz, agua y cloacas, siguen atravesando la vida de miles de familias.

En esta tierra nacieron y formaron sus familias mis hijos, mi hija, y mis nietos encaminan a seguir siendo… Nacid@s y Criad@s.

La migración interna desde el 80 en adelante, nunca se detuvo, aún en los peores momentos de la economía Argentina, personas y familias de todo el país seguían llegando, lo que ayudó, sin duda alguna, al crecimiento exponencial de Río Grande. Muchas personas se quedaron y otros solo fueron aves de paso.

 

Centenario en pandemia

Río Grande cumple 100 años y nos atraviesa una pandemia. ¿Quién lo diría?. Nos quedaremos con las ganas de abrazarnos, de estrecharnos las manos, de un gran festejo, pero eso, no nos impedirá celebrar, porque si hay algo que caracteriza a las personas del sur, es su capacidad de adaptación y resiliencia.

¡Gracias Río Grande y felices 100 años!

Lorena Uribe

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