La caída del salario real atenuó el ajuste vía cantidad de puestos de trabajo, pero también provocó el ingreso al mercado laboral de personas que buscaban compensar la pérdida de poder adquisitivo de las familias como un todo. La demanda de trabajo no pudo absorber a todos ellos, y el resultado fue que pese al incremento del empleo, también aumentó el desempleo, que pasó de 7,2% en el cierre de 2017 a casi 9% en el último trimestre de 2019.
Lamentablemente, todos los problemas de nuestra frágil economía se agravaron producto de la pandemia, y el mercado laboral no fue la excepción. La destrucción de puestos de trabajo (registrados, cuentapropistas e informales) aceleró el incremento del desempleo y se profundizó la caída del poder adquisitivo de los trabajadores durante la primera parte de este año.
Según datos del Ministerio de Trabajo, entre diciembre de 2019 y abril de 2020 se destruyeron el 2,5% del total de los empleos formales (-310 mil), superando la caída acumulada en 2018-2019. En este caso, el deterioro no estuvo liderado por los trabajadores asalariados privados registrados (-3,2%, -194 mil puestos), sino por autónomos (-5,2%) y monotributistas (-4%). Esta lógica responde al distinto nivel de exposición en que se encuentra cada modalidad de ocupación: los despidos del sector privado están prohibidos por decreto, algo que no abarca a los trabajadores independientes.
En un contexto de prohibición de despidos, y donde muchos acuerdos paritarios contemplan reducciones de salarios nominales (suspensiones a cambio de estabilidad laboral), cabe preguntarse si el cierre de empresas fue importante para explicar parte de la destrucción de los puestos de trabajos privados. En este sentido, AFIP informó que durante el primer cuatrimestre del 2020 se “apagaron” casi 18.000 empresas, la mayoría con menos de 10 empleados, afectando a casi 40.000 trabajadores, un quinto de los casi 200.000 empleos asalariados privados formales perdidos.
Pese a la ayuda estatal (ATP), la crisis del mercado laboral se habría agravado en los últimos meses, incluso en ausencia de un cierre masivo de establecimientos productivos. Los sectores no esenciales, la construcción y restaurantes y hoteles serán los más perjudicados en un contexto que también afecta a la industria y el comercio (rubros muy relevantes en términos de empleo formal). En suma, estimamos que la cuarentena ocasionaría una pérdida de 400 mil asalariados privados registrados.
Considerando que la informalidad alcanza a aproximadamente 40% de los asalariados (tres millones de personas en el ámbito urbano según la última Encuesta Permanente de Hogares del INDEC), cualquier análisis que excluya a este sector estará incompleto. Dado que una parte importante de los mismos no se desempeña en sectores “esenciales” (construcción, restaurantes, servicios personales, empleados domésticos, servicios de entretenimiento y deportivos) y no están protegidos por las regulaciones laborales, estimamos que cerca de 1,5 millones de trabajadores no registrados habrían tenido dificultades serias para trabajar durante la cuarentena.
Si además observamos las complicaciones que tuvieron los trabajadores cuentapropistas (1 millón más), podemos afirmar que casi 3 millones de personas activas en el mercado laboral tuvieron problemas para mantener su empleo y/o nivel de ingresos durante la etapa más restrictiva de la cuarentena.
Informe de Ecolatina para www.lalicuadoratdf.com.ar