Esta dinámica es semejante al Tren Fantasma de los viejos parques de diversiones: nadie sabe cuál será el próximo sofocón, ni cuándo y cómo finaliza el recorrido. De ahí que consumidores y empresarios se hayan vuelto temerosos a la hora de gastar o de invertir; que se haya desacelerado el crecimiento de la actividad económica sin que ocurra lo mismo con la inflación y que el refugio en el dólar haya disparado sus cotizaciones paralelas.
Puesto en otros términos, con la «nueva» política económica hay más intervencionismo discrecional del Gobierno y menos grados de libertad para el sector privado, especialmente en el mercado cambiario. Varios casos se sumaron en estos días:
Créditos hipotecarios: a partir de mañana, la AFIP determinará -bajo criterios desconocidos- si quienes acceden a estos préstamos en pesos podrán o no comprar dólares para adquirir una propiedad. Así queda sin efecto la excepción que había establecido el Banco Central en noviembre, apenas se impusieron los controles. Para el ministro del Interior, Florencio Randazzo, sólo se trata de una formalidad y nada se alterará. Pero es una promesa verbal frente a una norma escrita que, por lo pronto, erradicará los boletos de compraventa. Además, este control no tiene nada que ver con la evasión impositiva, ya que afecta a una operatoria «en blanco» y con garantía hipotecaria. Es previsible que frene aún más al mercado inmobiliario y la actividad de la construcción. Si quienes venden aceptan hacerlo en pesos, es probable que pidan un precio más alto en función del dólar blue, lo cual puede frustrar las operaciones ya que quienes compran a crédito difícilmente puedan pagar 30% más. Si se concretan, los vendedores probablemente se cubran comprando dólares; pero, con el mercado oficial casi cerrado, aumentará la demanda sobre el paralelo. Este ensayo de «pesificación» tendría así corto alcance.
Viajes al exterior: aunque la AFIP anunció que los nuevos controles buscan evitar que algunas agencias de turismo cobren paquetes en dólares para hacer diferencias en el mercado blue, la realidad es que apuntan a los viajeros. Con más requisitos informativos, el permiso previo para comprar moneda extranjera al tipo de cambio oficial es tan aleatorio como el que está vigente. O sea que dependerá de que la AFIP abra o cierre el «cepo cambiario» sin reglas conocidas. Tal vez este mecanismo sea el preludio de un «dólar turista» oficial más alto para encarecer los viajes, restringir la demanda y estimular la oferta del turismo receptivo.
Sustitución de importaciones : la actividad minera acaba de ser alcanzada por una resolución que le agrega más burocracia y costos. Las empresas deben crear un «Departamento de Sustitución de Importaciones» y declarar con 120 días de anticipación qué insumos o equipos deben importar. Pero los de mayor valor -como los gigantescos camiones tolva con neumáticos de tres metros de diámetro- no tienen producción local, ni se pueden conseguir en concesionarias o gomerías. No obstante, están sujetos a permisos previos (DJAI) que no se autorizan o se aprueban con cuentagotas. Estas restricciones afectan a muchos otros sectores: según el Observatorio PyMI de la UIA, 57% de ese segmento tiene problemas para producir debido a la falta de insumos o piezas. También aquí el permiso previo es aleatorio o está sujeto al «1×1» exigido de facto por Guillermo Moreno. Muchos empresarios admiten ahora que hubiera sido más previsible fijar cupos con una reducción general de 20% respecto de las importaciones de 2011.
Liquidación de exportaciones: la intempestiva reducción de plazos afecta la competitividad de las empresas exportadoras, ya que quedan descolocadas frente a las de otros países que pueden ofrecer plazos de pago más largos. A tal punto que el titular de una pyme tecnológica que exporta 97% de su producción -Omar Romano, de Bedson- se animó a alertar públicamente, con nombre y apellido, que su firma corre peligro porque debe liquidar en 30 días ventas externas que cobra en plazos de seis meses a un año.
Producción de hidrocarburos: de un día para otro, el Gobierno derogó por decreto los beneficios fiscales de la ley de promoción industrial en Tierra del Fuego para las compañías petroleras que operan en esa provincia y producen gas al precio más bajo del país. Esta medida, aún no reglamentada, aumenta más sus costos operativos -superiores entre 40% y 60% a los de otras cuencas- y las obligaría a replantear inversiones. Desde el verano también está suspendido en todo el país el plan Petróleo Plus, que apuntaba a incentivar la exploración y producción de crudo y ahora hasta podría afectar a la «nueva» YPF.
¿»BATALLA CULTURAL»?
En realidad, casi todos estos cambios responden a la escasez de divisas que surgió en 2011, debido a mayor fuga de capitales, importaciones récord (en especial de gas y combustibles), menor superávit comercial y caída de reservas del BCRA. Hasta el inefable Aníbal Fernández cometió el «sincericidio» de admitir, con otras palabras, que no hay dólares para todos al actual tipo de cambio oficial (al que consideró suicida liberar). Pero los controles provocaron mayores costos económicos que beneficios. En los últimos siete meses las reservas repuntaron apenas 1000 millones de dólares (de 46.000 a 47.000 millones), pese a la caída de las importaciones (-14% interanual en abril) que debilitó las exportaciones (-6%). A ello se suma el derrumbe de la inversión durante los últimos tres trimestres y el resurgimiento del mercado blue.
La «batalla cultural» contra el dólar que ahora pregona el Gobierno agrega más desconfianza. Por eso debió negar urgentemente versiones periodísticas sobre una eventual ley de pesificación e indexación de contratos. Esa hipótesis no resolvería el problema de desconocer la inflación y su correlato de deterioro cambiario.
Al fin y al cabo, la salida de dólares del circuito económico (hacia cajas de seguridad, colchones o cuentas en el exterior) es el efecto de una política económica que en los últimos años incluyó una virtual «tablita cambiaria», a través de la cual el tipo de cambio oficial se ajustó menos de un tercio que la inflación real de dos dígitos anuales. Los argentinos operan en pesos y quienes pueden ahorrar lo hacen en dólares. Pero incluso quienes ahorran en pesos arbitran con una tasa de interés negativa frente a la inflación, pero alta en dólares, que al final se capitaliza en salida de capitales. Lo mismo que las empresas que aumentan su facturación en dólares debido a la inflación.
El problema no es entonces «desdolarizar» sino «desinflacionar» la economía. Pero esto parece misión imposible con un gobierno que -con reservas y sin crisis- prefiere recorrer el túnel del tiempo, aunque muchos sospechen que desemboca en recetas conocidas y fracasadas.
Fuente:lanacion.
