Las cuentas que se esconden en campaña

A la manipulación de las estadísticas del INDEC se le suma en los últimos meses el maquillaje no sólo del balance fiscal sino también de las reservas. Por qué el BCRA contaría con mucho menos de los u$s 46.300 millones que informa. Hay una máxima del mundo financiero según la cual “los mercados no pueden ser fácilmente engañados”. El principio se cumple gracias a la velocidad con que circula la información hoy en día. Con lo cual, lo peor que puede hacer un gobierno ante ciertas dificultades es intentar esconderlas, pues la incertidumbre que dicho comportamiento genera tiende a causar peores efectos que las dificultades en sí.

Esto ya quedó comprobado en el caso de la medición de la inflación del INDEC. Pero ya no es sólo eso lo que el Gobierno quiere disimular. Hay otros números que también lo incomodan y que es mejor que los mismos salgan a la luz lo más tarde posible. Por lo menos, después de las elecciones del mes próximo.
Uno de esos datos tiene que ver con lo que dice (y no dice) el balance del BCRA, por estos días algo afecto a cierta “contabilidad creativa”, lo que lleva a la incongruencia y/u omisión de información; situación que despierta sospechas entre los agentes económicos.
Según los últimos datos disponibles, el activo total del BCRA ascendía a casi $ 276.000 millones. Pero no es ése el número que mira quien está interesado en saber qué respaldo en dólares tienen (o pueden tener a futuro) los pesos (o títulos en moneda nacional) en su poder. Lo que corresponde en este caso es “limpiar” el activo de créditos contra el Gobierno nacional (bajo la modalidad de títulos públicos, adelantos transitorios y todo otro derecho que ante una eventual crisis económica del Estado no puedan ser exigibles y/o realizables en la práctica sin sufrir cuantiosas pérdidas ni dilaciones), operaciones a término que tengan algún tipo de contrapartida por el lado de los pasivos, pagos por cuenta de terceros y créditos de menor cuantía en moneda nacional. Es decir, ante una corrida cambiaria, nadie que vaya al banco a cambiar sus pesos por dólares querrá recibir títulos públicos ni papelitos similares en lugar de “verdes”. Lo concreto es que luego de la detracción de todos estos conceptos, el verdadero activo dolarizado del BCRA se reduce aproximadamente a u$s 46.300 millones. A esta suma corresponde luego restarle las obligaciones en dólares del BCRA, las cuales ascienden a aproximadamente u$s 10.000 millones, con lo que los activos netos en dólares del BCRA alcanzan los u$s 36.300 millones. Esta es la cifra final sobre la cual podrán eventualmente abalanzarse los acreedores en pesos del organismo regulador del sistema financiero, ante una eventual corrida cambiaria. En concreto, del cociente pasivo neto exigible en pesos/activo neto dolarizado surge un tipo de cambio cercano a los $ 4,25.

FUTURO. A esto, hay que agregar que el BCRA ha venido realizando en los últimos tiempos millonarias operaciones a futuro en dólares, las cuales según el promedio de algunas estimaciones privadas ascienden a u$s 9.000 millones. En tal caso, el tipo de cambio habría que recalcularlo en valores cercanos a los $ 4.40, es decir, casi un 20% por encima del valor actual. Pero, ¿hay realmente evidencias de que el BCRA esté planchando el valor del dólar mediante contratos a futuro? Según apunta Javier Marcus, gerente de desarrollo del ROFEX, el mercado de divisas spot argentino ha caído mucho desde noviembre de 2008 a la fecha. De los u$s 12.000 millones que se negociaban por mes en el año 2008, se pasó a negociar menos de u$s 7.000 millones. Sin embargo, dicha baja no se dio con en el mercado de divisas a futuro, situación que produjo que el ratio futuros/spot fuera mayor a 1 en febrero de 2009, por primera vez en la historia del mercado de divisas argentino, sostuvo Marcus.
Por otra parte, otros analistas ven en esto, por un lado la mano del BCRA vendiendo dólares a plazo para contener el precio de la divisa y, por otro, un menor movimiento spot producto de la caída de las exportaciones e importaciones. Desde la entidad que comanda Martín Redrado, por el contrario, dejaron trascender que la intervención en el mercado a futuro por parte del BCRA ha venido cayendo en los últimos meses pero que, por una cuestión de confidencialidad, la institución no puede informar abierta y públicamente el monto de dólares que tiene vendidos en contratos de ese tipo. La preocupación de los inversores radica en el hecho de que si la cotización del dólar sube más de lo pactado en dichos contratos, el BCRA deberá poner la diferencia entre esos valores, con la consiguiente emisión de pesos que los operadores podrían utilizar para comprar más dólares en el mercado; una situación que finalmente terminaría erosionando el nivel de reservas.

Otra posibilidad es que dichos operadores continúen confiando en el BCRA y renueven sus operaciones de futuro hasta que, en un momento dado, decidan no seguir asumiendo riesgos y hacerse de las divisas en cuestión. Lo concreto es que a los agentes económicos les preocupa, respecto de las reservas internacionales, tanto la evolución del “stock” como la perspectiva del “flujo”. Con respecto al primero, se observa que el crecimiento anual del nivel de reservas internacionales ha venido mermando sistemáticamente desde 2007 a la fecha. Si computamos las existencias a fin de marzo de cada período anual, para los años 2007 y 2008 los incrementos anuales de las reservas internacionales fueron del 71% y 37% respectivamente, mientras que a finales de marzo de 2009 se registra una caída del 8% con respecto a la misma fecha de 2008.
En lo que concierne al “flujo”, la situación no es más tranquilizadora. Es que, en un contexto donde se acabaron los beneficios iniciales del default, de acá a fines de 2011 hay que hacer frente a nuevos vencimientos de la deuda pública (entre capital e intereses) por casi u$s 28.000 millones. Al respecto, muchos analistas se tranquilizan argumentando que parte de esta deuda es con la ANSES, y que por lo tanto el “roll over” de esa porción está prácticamente asegurado. Toda una visión cortoplacista que esquiva preocuparse por la solvencia intertemporal del sistema previsional argentino y, a fin de cuentas, de las finanzas futuras del Estado Nacional en su conjunto.
Por su parte, la sequía y la crisis internacional arriman menos dólares comerciales, lo que se refleja en un superávit comercial proyectado para todo 2009 de casi la mitad del registrado en 2008 (ver pag. 31). En tanto, las vicisitudes políticas del último tiempo tampoco ayudan a evitar la dolarización de portfolios y la fuga de dólares hacia el exterior, a tal punto que el Mercado Único y Libre de Cambios del primer trimestre de 2009 arrojó un déficit de u$s 2.171 millones. En concreto, la conjunción a futuro de todos estos sucesos puede ser letal para la estabilidad cambiaria en el mediano plazo. Eso el Gobierno lo sabe, y en ese sentido intenta ocultar la necesidad imperiosa de tener que recurrir nuevamente, como quien toma una repugnante pero necesaria medicina, a organismos multilaterales de crédito para hacer frente a su programa financiero de los próximos años.

OTRAS CIFRAS. La generación de empleo, por su parte, se ha detenido súbitamente. El Gobierno se encarga a menudo de lo que sucede en las grandes compañías, pero poco se ocupa del goteo de trabajadores al sector de desocupados que se da desde las pequeñas empresas, las que por su parte emplean a la mayor cantidad de trabajadores en el país. Según una encuesta privada realizada por una consultora de primera línea, a la cual FORTUNA tuvo acceso, el 70% los empresarios indagados afirmó que durante este año reducirán o directamente eliminarán las inversiones proyectadas, lo cual sin duda tendrá impacto en la creación de nuevos puestos de trabajo.
El plano fiscal se deteriora conforme corren los meses. En marzo de 2009 el resultado financiero del Estado Nacional fue negativo en $ 732 millones. Esto nos dice, ni más ni menos, que el Gobierno no puede hacer frente a sus gastos. A esto hay que sumar que el acceso a los mercados de capitales está cerrado y que a la pobre ANSES se la está esquilmando. Ni que hablar del agujero que ya representan las finanzas provinciales. El sector público consolidado (Nación y provincias) tendría este año un exiguo pero deficitario resultado financiero y las cuasimonedas provinciales parecen estar en período de gestación. Esto no sería grave si no fuera porque entre la crisis de 2001 y esta parte mediaron una colosal quita de deuda pública y una fenomenal suba de la presión impositiva.
Aunque se lo intente, a los mercados no se los puede engañar fácilmente. Y el hecho de que, a pesar del discurso oficial, el riesgo país se niegue sistemáticamente a bajar es una clara muestra de ello.

Por Conrado Martinez , Director de BieiContenidos
Revista Fortuna

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