El académico lamentó la vulgaridad y la pobreza de vocabulario en la radio y la televisión cuando la mitad de los jóvenes «está debajo de la línea de pobreza lingüística», se maneja con sólo 600 palabras y se va sumiendo en la incapacidad de expresarse con claridad en la vida social.
Barcia habló en la comida mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), en el Salón Pur Sang, avenida Quintana 191. Lo presentó el presidente de la institución, Gustavo Vittori, quien señaló que la libertad de prensa requiere una sociedad capaz de comprender los mensajes y, también, periodistas con conocimientos.
En el acto se recordó a Alberto Lagrenade, director del diario El Debate-Pregón, de Gualeguay, recientemente fallecido, que fue diputado y senador en la provincia de Entre Ríos. Vittori lo evocó como entrañable amigo, siempre de buen tono, de buen humor.
La lengua en la TV
En una charla amena y con sentido del humor, Barcia se refirió a la lengua neutra, que utilizan cadenas internacionales de televisión, como la CNN y Televisa. Estimó que eso tiene un aspecto bueno, porque extiende la unidad del idioma en lo básico, pero también presenta un costado malo, porque se pierden los matices de las regiones. Consideró positiva cada creación de un diario digital en español, porque implica un avance de este idioma en el mundo, donde el 73% de los contenidos de Internet está en inglés.
Recordó que a principios del siglo XX muchas personas en la Argentina aprendieron a leer con la lectura de diarios como La Prensa y LA NACION, y señaló que Paul Groussac enseñó a Rubén Darío a escribir crónicas por medio de las que escribía habitualmente en LA NACION.
Expresó que en la Universidad Austral, de la cual es profesor, están preparando, junto con especialistas europeos, un manual para la lectura inteligente de los medios. Estimó que ante ellos cabe evitar la integración o aceptación plena y sumisa, o la postura apocalíptica de la queja o el rechazo total, que no incide desde dentro para cambiarlos o mejorarlos.
Abogó por la postura del nadador, metido en el agua, que levanta la cabeza, ve dónde está la orilla y dirige sus esfuerzos con tenacidad hacia su objetivo, aprovechando incluso la fuerza de la corriente.
Admitió, no obstante, que aunque deleiten y aunque sean vistos con sentido crítico, el cine y la televisión generan cierta pasividad. El libro, en cambio, despierta la imaginación y eso, estimó, es muy favorable para el desarrollo de los chicos. «No puede estar nunca solo el que tiene un libro», comentó.
Jorge Rouillon
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