Conocer nuestra historia

Mart 01/01/13 19:50 hs.-La cantidad y diversidad de estudios históricos que se publican en la Argentina revelan la continuidad de las instituciones académicas en democracia y son una herramienta para conocernos mejor.

Una muy buena noticia que merece ser justipreciada por toda la sociedad es la interesante cantidad de libros que se publican regularmente y que abordan diferentes fragmentos de nuestra historia nacional.
Los hay de excelente calidad y de temáticas muy diversas: el ciclo histórico en sí mismo; el devenir político del país; su economía; la configuración cultural; el origen de nuestras costumbres; las cambiantes condiciones de vida.
Sus autores escriben desde muy distintas perspectivas ideológicas o metodológicas. Muchos de ellos provienen del ámbito académico y, sin embargo, en el horizonte de sus textos colocan como lector al ciudadano, no al colega. Esto da cuenta, en simultáneo, de dos procesos que han sido posibles gracias a que la continuidad democrática significa, en última instancia, continuidad de las instituciones.
La democratización de la vida académica ha hecho posible que las universidades y las agencias que subsidian las investigaciones cobijaran en estos casi 30 años al menos un par de generaciones de historiadores.
El trabajo continuo y dinámico de esa masa de profesionales ha enriquecido, por el lógico intercambio, la producción intelectual tanto en términos individuales como colectivos. Una línea de investigación, luego de establecida, se puede profundizar, ramificar o reformular en función de los propios resultados o a partir de lo que otros investigadores van dando a conocer.
La regular comunicación de los resultados –el verdadero punto final de cualquier investigación– ha puesto a prueba la capacidad de los autores de dirigirse a distintos públicos; o, para decirlo de otra manera, ha llevado a muchos de ellos, sobre todo a los que tienen un interés particular por la escritura, a preguntarse si serían capaces de dirigirse a un lector no especializado a través del formato no académico del libro de divulgación. Y esto nos hace enfocar la mirada en el otro protagonista de esta saludable costumbre que hemos adquirido: el editor. Podríamos señalar que en la actualidad no existe editorial de renombre y de importancia en el mercado que no tenga su colección de historia argentina.
Pero este circuito debe cerrarse en nosotros, los ciudadanos, devenidos lectores, para que podamos capitalizarlo a nuestro favor.
Conocer nuestra historia es una forma de poner en práctica uno de los principios filosóficos más caros a la civilización: “Conócete a ti mismo”, reclamaba el templo de Apolo en Delfos, porque conocerse a uno mismo es una vía para conocer a los demás y reconocerse en ellos.
Conocer nuestra historia –los aciertos y los errores de esa entidad que integramos y se llama Argentina–, en definitiva, nos permitirá estar a salvo de todos aquellos que traten de manipular el pasado y nos proveerá de herramientas para comprender mejor el presente.

Fuente:lavoz.com.ar

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