Desafíos y asignaturas pendientes de Perú

Lun 13 14:11 hs.-En un contexto de fuerte crecimiento a nivel regional, la economía de Perú fue la de mejor desempeño relativo con un incremento promedio en torno de 6% anual entre 2001 y 2011. El manejo prudente de la política económica junto al favorable contexto internacional han sido los factores decisivos del muy buen desempeño económico. El crecimiento se tradujo a su vez en una mejora relativa de las condiciones de vida de la población. La caída de la desocupación y las mejoras laborales fueron claves para la reducción de los niveles de pobreza.

En materia fiscal, la implementación de una reforma tributaria junto a la imposición de reglas en el manejo del gasto lograron revertir el déficit primario de la década anterior. Al mismo tiempo, se redujo el peso de la deuda de 47% del PIB en el 2003 a 21,2% del PBI el año pasado.
En el plano monetario, el Banco Central adoptó un régimen de metas de inflación que consiguió anclar las expectativas de los agentes. De hecho, la inflación se mantuvo en torno a 2,5% anual en los últimos años (Vs. 29,3% promedio anual en los noventa).
Perú no sólo fue el país que más creció de Sudamérica, sino el que enfrentó una menor inflación conformando un “milagro” económico.
 En el plano político, finalizado el régimen de Fujimori en el año 2000, la sucesión presidencial (Toledo-García-Humala) no significó un cambio en el modelo de gestión de la política económica.
Más allá de factores coyunturales, no debe perderse de vista que a pesar de los importantes avances antes comentados, subsisten desafíos estructurales como las profundas heterogeneidades al interior del tejido social peruano.
El destacado desempeño económico no ha logrado traducirse todavía en avances de igual tenor en materia social y de distribución del ingreso, que sin embargo han sido significativos.
El modelo de crecimiento apoyado en buena medida sobre el sector minero -capital intensivo- tuvo poca capacidad de derrame sobre el sector asalariado. De esta forma, la combinación de un fuerte crecimiento de la actividad económica con avances más modestos en los indicadores sociales no resulta inconsistente.
 De esta forma, de cara al futuro, el importante crecimiento acumulado debe servir de plataforma para saldar la todavía importante deuda social que acumula Perú.

El “milagro” económico de Perú
En el informe de la semana pasada hicimos referencia a la performance económica de Sudamérica durante la última década. Más allá de las generalidades, el desempeño que evidenció Perú a lo largo del período ha sido destacado incluso respecto al resto de los países de la región. El manejo prudente de la política económica junto al favorable contexto internacional han sido los factores decisivos del muy buen desempeño económico.
Si bien desde los ´90 la economía de Perú transita por un proceso expansivo, en los primeros años del siglo XXI el ritmo se aceleró significativamente. La tasa de crecimiento del PBI pasó de 4% anual entre 1991-00 a 5,8% entre 2001-2011. Con un crecimiento comparable a la de las naciones Emergentes, se convirtió así en el país de mayor dinamismo de Sudamérica.
El crecimiento económico se tradujo a su vez en una mejora relativa de las condiciones de vida de la población. La caída de la desocupación y las mejoras laborales fueron claves para la reducción de los niveles de pobreza. Por caso, en 2004 la tasa de desempleo alcanzaba 9,4% y sólo un tercio de la población tenía un empleo adecuado pero el año pasado la desocupación bajó a 7,5% y más de la mitad de los trabajadores tenían un empleo adecuado.

En materia fiscal, la implementación de una reforma tributaria junto la imposición de reglas en el manejo del gasto lograron revertir el déficit primario de la década anterior. En este contexto, se creó un Fondo de Estabilización, de carácter contracíclico, sobre la base de los excedentes corrientes, así como de los ingresos extraordinarios resultantes del proceso de privatizaciones que se encaró en el período.
Al mismo tiempo se redujo el peso de la deuda de 47% del PIB en el 2003 a 21,2% del PBI el año pasado. Esta mejora en los fundamentos permitió que la deuda peruana sea calificada como grado de inversión, elemento que se refleja en una reducida prima de riesgo (el EMBI+ Perú se ubica en sólo 125 pbs. frente a los 302 pbs. del conjunto de los Emergentes).
En el plano monetario, el Banco Central adoptó un régimen de metas de inflación que consiguió anclar las expectativas de los agentes. De hecho, la inflación se mantuvo en torno a 2,5% anual durante la última década (Vs. 29,3% promedio anual en los noventa). Por lo tanto, Perú no sólo fue el país que más creció de Sudamérica, sino el que enfrentó una menor inflación conformando un “milagro” económico.
La política monetaria se combinó a su vez con estabilidad cambiaria. La clara mejora del resultado externo –en términos del PBI el déficit de cuenta corriente se redujo a la mitad respecto de los noventa- y el consecuente incremento de las Reservas Internaciones le permitió respaldar el valor de la moneda y evitar saltos cambiarios bruscos. En efecto, el tipo de cambio real se mantuvo relativamente estable durante la década, acumulando una leve apreciación de 5,7%.
El desempeño del sector minero ha tenido un rol central en la mejora externa. La suba de los precios de los minerales a nivel mundial (+80% en la década pasada) gracias al fuerte impulso que significó el crecimiento de China y el resto de los países Emergentes, se tradujo en una fuerte expansión del sector.
Las exportaciones mineras crecieron en la última década a un ritmo promedio anual del 24%, representando alrededor de 60% de las ventas externas totales, cuando en los noventa equivalían al 46%. Con un crecimiento promedio anual de 6,25% en los últimos diez años, fue de los sectores de mayor crecimiento, convirtiéndose además en un fuerte factor de tracción para el resto de la economía. De hecho, el boom de ingresos mineros apuntaló la construcción y el consumo.
En el plano político, finalizado el régimen de Fujimori en el año 2000, la sucesión presidencial (Toledo-García-Humala) no significó un cambio en el modelo de gestión de la política económica. Incluso la llegada de Ollanta Humala al gobierno en 2011, quien había emergido a la arena política con un discurso muy crítico al modelo de crecimiento llevado adelante en la última década, mantuvo los principales lineamientos de política económica.
Prueba de la continuidad, es que Humala sostuvo un su cargo al presidente del Banco Central, Julio Belarde, y que el Ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, se había desempeñado como Secretario de Hacienda de Alan García.

A pesar del muy buen desempeño, subsisten importantes desafíos
En vista del muy buen desempeño económico registrado en los últimos años, resulta en primera instancia paradójica la escalada de conflictividad social y política evidenciada durante el primer año de gestión del presidente Humala.
El foco de conflicto estuvo centrado en las protestas llevadas a cabo por organizaciones sociales que se manifiestan en contra del desarrollo de la actividad minera. La violencia con la que se desarrollaron las protestas –con personas fallecidas- generó sucesivos cambios de Gabinete -el Misterio del Interior cambió de manos cuatro veces en menos de doce meses- y una caída en la imagen presidencial.
Al mismo tiempo, el giro al centro del presidente Humala, implicó mayor estabilidad macroeconómica pero también un quiebre con los sectores más radicalizados de su coalición de Gobierno. Naturalmente, este elemento agregó una dosis extra de conflictividad.
Más allá de factores coyunturales, no debe perderse de vista que a pesar de los importantes avances antes comentados, subsisten desafíos estructurales como las profundas heterogeneidades al interior del tejido social peruano. A la luz de lo anterior, la aparición de conflictos a nivel político y social no resulta tan paradójica.

Por caso, la pobreza alcanza 27,8% de la población. Si bien esta cifra implica una reducción de más de 30 p.p. desde el pico alcanzado en 2004, existe una fuerte dispersión entre los centros urbanos y las zonas rurales (18,0% vs. 56,5%).
Estas asimetrías entre la zona urbana y rural se reproducen en términos del acceso a infraestructura como: agua potable (88% de la población urbana vs. 39% rural), instalaciones sanitarias (88% vs. 44%), cloacas (84% vs. 11%) y electricidad (84% vs. 11%).
Al mismo tiempo, en términos educativos, los años de escolaridad de la población urbana casi duplican (+85%) a los de la población rural, cuando a comienzos de la década de los 2000 esta brecha se ubicaba en 72%. En tanto, a nivel país, el promedio de años de educación de la población se ubica 4% por debajo de la media regional.
En igual sentido, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por Naciones Unidas –indicador que tiene en cuenta la evolución de la actividad económica, esperanza de vida y años de educación- muestra en Perú un avance más modesto en relación a los países de la región en la última década (+0,67% vs. +0,71% promedio anual).
Por otro lado, a pesar del fuerte crecimiento, el avance en términos distributivos aproximado a través del coeficiente de Gini fue moderado, en línea de la dinámica regional. En efecto, el ingreso del 10% de más rico de la población resulta 25 veces superior al del 10% más pobre, cuando en la región esta relación ubica en torno a 30.
En esta línea, tal como se comentara anteriormente, el dinamismo de la actividad económica y el boom exportador en la última década estuvo apuntalado en buena medida de la minería. Esta actividad es fuertemente capital intensiva y por lo tanto posee poca capacidad para derramar beneficios al sector asalariado. De esta forma, la combinación de un fuerte crecimiento de la actividad económica con avances más modestos en los indicadores sociales no resulta inconsistente.
En definitiva, el destacado desempeño económico no ha logrado traducirse todavía en avances de igual tenor en materia social, que sin embargo han sido muy significativos. De esta forma, de cara al futuro, el importante crecimiento acumulado debe servir de plataforma para saldar la todavía importante deuda social que acumula Perú. En este marco, el programa lanzado por el Gobierno para reducir la pobreza más agresivamente (de 20% a 15% al final de su mandato) resulta una señal positiva.

Fuente:Ecolatina.

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