Decepción, para los que se habían jugado a cambios profundos, tales como la creación de nuevos ministerios, o para quienes querían el regreso de un «superministro» de Economía que tuviera bajo su control las áreas de industria, agricultura y energía.
Y, en el otro extremo, alegría para aquellos que esperaban ver ratificados algunos anuncios del Gobierno, como la protección a la industria y la búsqueda de moderación en los ajustes salariales.
En un punto intermedio, empresarios de algunos sectores se mostraron «neutrales» ante el anuncio: su situación actual no mejorará, pero tampoco prevén un empeoramiento, ni una actitud más agresiva por parte de las autoridades.
En definitiva, las noticias sobre los ministros que acompañarán a la Presidenta en su segundo período de gestión han dejado una secuela de ganadores y perdedores.
Los que ganan
Los mayores festejos no obedecen tanto a las caras nuevas del gabinete, sino más bien a la confirmación de figuras «veteranas» de la gestión kirchnerista.
Es elocuente al respecto la declaración de Marcelo Fernández, titular de la Confederación General Empresaria (CGERA), luego de conocerse el anuncio.
«Estamos muy conformes y entusiasmados con la continuidad de los ministros claves para las Pyme, como son Débora Giorgi y Carlos Tomada», señaló.
Para este directivo industrial, estos dos nombres son una garantía de que continuará una política basada en «la generación de empleo mediante un mercado interno fuerte y una política sostenida de sustitución de importaciones».
Hay, además, otro nombre que, aunque no fuera mencionado, fue objeto de la mayor parte de los comentarios: se trata del controvertido secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
Esta es, tal vez, la continuidad más significativa.
Contradiciendo algunas versiones en el sentido de que pasaría a un segundo plano, el funcionario parece llamado a seguir en el centro del tapete, luego de que la Presidenta lo elogiara públicamente.
Para los analistas, no hay dudas respecto de cómo hay que interpretar el nuevo escenario.
«Se va a tratar de atender el interés empresario, pero no con una política general sino con muchas medidas discrecionales. La Presidenta privilegia el modo de decisión en el cual, cuando las cosas se complican, se recurre a Moreno», afirma Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
En la misma línea, el economista Tomás Bulat tituló sugestivamente un artículo de análisis sobre el gabinete con esta pregunta: «Lorenzino a Economía, y Moreno ¿al poder?».
El economista, califica al nuevo ministro como una figura «débil», en el sentido de que contará con poco margen de maniobra, mientras que, por el contrario, pronostica para Moreno un rol destacado, usando la metáfora futbolera de «un líbero con amplia presencia».
En definitiva, todo apunta a que quienes se beneficiaron por la gestión del secretario de Comercio tienen motivos para estar contentos. Y en este grupo destacan claramente todos aquellos industriales que apuntalan el «Made in Argentina», que sustituyen importaciones, y que seguirán gozando de la protección oficial contra el ingreso de artículos importados.
Estos empresarios, a los que les resultaría extremadamente difícil competir, de no mediar las trabas comerciales, le deben mucho a Moreno.
Su política de topear importaciones, exigir que por cada dólar que sale haya otro que entre y -si es necesario- dejar varadas en las aduanas desde biblias hasta muñecas Barbies, ha hecho que lo vean como una suerte «Santo Protector». Y por eso están del lado de los que festejan.
Este grupo incluye a aquellos que dependen de regímenes industriales especiales, como el sector de electrodomésticos y productos tecnológicos con base en Tierra del Fuego, que ensamblan partes importadas.
Los que empatan
En este rubro podría ubicarse a los consumidores en general.
La confirmación de que Mercedes Marcó del Pont seguirá al frente del Banco Central es una señal en el sentido de que no habrá brusquedades en la política cambiaria.
Es decir, el dólar seguirá siendo barato por un buen tiempo, lo cual hace más accesibles a los productos importados, especialmente aquellos de tecnología de punta.
Pero esta parte «buena» se contrapesa, sin embargo, con la señal de moderación salarial que viene de la mano de otra confirmación: la del ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
Este funcionario será el encargado de «vetar» los incrementos de sueldos que se pasen del límite considerado adecuado por la Presidenta y que pongan en riesgo la estabilidad.
Mientras tanto, para el sector financiero, las figuras del segundo mandato de Cristina implican noticias buenas y malas, en dosis más o menos parejas.
Lorenzino se ubica del «lado bueno».
Por lo pronto, es un nombre más potable que otros que habían circulado en las últimas semanas, y que tenían una connotación más intervencionista sobre la actividad privada.
Su reconocida solidez técnica en el área financiera y sus antecedentes como negociador del remanente de la deuda soberana en default lo hacen aparecer como un típico ministro «market friendly».
Su nombramiento despertó una inmediata expectativa respecto de una posible regularización con los organismos multilaterales de crédito y con el mercado internacional de deuda, como queda en evidencia en los reportes que firmaron analistas de bancos de inversión tales como Barclays, Goldman Sachs y Bulltick Capital Markets.
Las primeras declaraciones del designado ministro parecen confirmar estas presunciones.
«Queremos poner sobre el tapete un tema que es absolutamente relevante de cara a lo que creemos es una insuficiente reforma del sistema financiero internacional. El objetivo que Argentina se ha propuesto es el de instalar el tema de la reestructuración de deuda soberana y la ausencia de mecanismos para ese fin, en la agenda mundial», planteó Lorenzino.
Sin embargo, los expertos advierten sobre el exceso de optimismo en cuanto a que el país pueda resolver los problemas de la falta de dólares en la economía por la vía de tomar crédito externo.
«No veo como algo seguro que en 2012 se apunte a tomar deuda. En todo caso, dependerá de la política cambiaria. Soy proclive a pensar que, tarde o temprano, la Argentina seguirá el camino de Brasil, que es recurrir a la devaluación como instrumento para hacer las correcciones», afirma Pablo Rojo, ex funcionario y uno de los expertos influyentes en la city.
Esa opción, no obstante, parece descartada, al menos en el corto plazo, dado que el Gobierno ha privilegiado un ritmo de depreciación suave y gradual.
Por su parte, otra experta en finanzas, Diana Mondino, docente de la Ucema, destaca que «el país necesitará recurrir al crédito externo, que es más barato que el interno».
Y recuerda que el Club de París fue, hasta hace poco tiempo, la fuente de financiamiento más barata disponible.
No obstante, para Enrique Szewach, el cancelar la deuda con ese organismo, como vía para volver a amigarse con los mercados internacionales de crédito, «no es algo que se vea que el Gobierno vaya a hacer en el corto plazo».
Mientras tanto, los bancos, y el mercado financiero en general, tratan de «digerir» la otra noticia importante: la ratificación de que Marcó del Pont no ocupará un nuevo cargo y que, por lo tanto, seguirá al frente de la política monetaria, cambiaria y de regulación financiera.
Los recientes vaivenes con el dólar habían generado una expectativa de modificaciones en este sentido. Pero la confirmación de la «sonriente» funcionaria no contenta a muchos banqueros.
¿Por qué? Porque ha sido la impulsora de la reforma de la carta orgánica del Banco Central. Y también la propulsora de un nuevo marco legal para la actividad financiera, con una connotación fuertemente intervencionista.
De modo tal que, entre los dos platos de la balanza, podría decirse que Lorenzino y Marcó del Pont se equilibran y generan un «tono neutral» para esta rama de actividad.
Los que pierden
Hay finalmente, algunos jugadores que claramente pierden con la revelación del gabinete que acompañará a Cristina.
Los sectores que aspiraban a un tipo de cambio más alto no tienen mucho para festejar, al percibir una fuerte línea de continuidad en un equipo que privilegiará la estabilidad financiera por encima de la competitividad.
Entre estos rubros, se destaca el campo, cuyas exportaciones agroganaderas sufren un doble perjuicio: por un lado, los precios están cayendo en el mercado internacional y, además, esos dólares valen pocos pesos cuando son liquidados en la plaza local.
Otro ámbito donde hay «gusto a poco» es en el de los servicios regulados.
Especialmente, aquellos cuyos precios dependen del visto bueno de Moreno para poder ajustarse a medida que la inflación sube sus costos.
Pero, si hay que señalar perdedores, los que emergen con más claridad son los sindicatos y el aparato partidario peronista.
Tanto el nombramiento del nuevo jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, como la continuidad de Tomada en la cartera de Trabajo, implican malas noticias para Hugo Moyano y sus seguidores.
Abal Medina simboliza lo que Cristina Kirchner entiende por «renovación».
Esa misma que quedó expresada con elocuencia al armar las listas de candidatos y que, el pasado martes en la Cámara de Diputados, volvió a verse con claridad cuando las dos facciones rivales del peronismo intercambiaron cánticos agresivos.
«También ahí hay una ratificación de la voluntad de Cristina por concentrar poder, porque Aníbal Fernández era, de alguna forma, un representante del peronismo con presencia territorial en el conurbano. En cambio, Abal Medina, cercano a La Cámpora, le responde personalmente a la Presidenta», destaca Novaro.
Por otra parte, la continuidad de Tomada es una clara señal de que el Gobierno tendrá entre sus prioridades la moderación salarial en las paritarias y la contención contra los pedidos sindicales considerados «desmedidos», como el proyecto de ley para el reparto de ganancias empresariales.
Desde los sindicatos, se prefiere cultivar un discurso componedor con el Gobierno y no criticar a los miembros del gabinete, aunque resulta evidente que hay discrepancias en varios temas de la agenda.
«La sintonía fina de la Presidenta requiere de una mejora en la gestión de los conflictos. No hay tal sintonía sin los números sobre la mesa. Esto requiere de un mayor protagonismo del Estado que, en algunos casos, lo hace equivocadamente frente a los gremios», expresa Eduardo Berrozpe, directivo del gremio bancario.
En tanto, otro dirigente, perteneciente al entorno íntimo de Hugo Moyano ratifica que la tesitura de la CGT ante las negociaciones paritarias será que «no hay piso ni techo. Eso está decidido».
Y, en una alusión directa a la palabra recientemente «des-proscripta», llamada inflación, señala que «vamos a manejarnos con la realidad».
Fuente:Infobae Profesional.