Los telegramas llegaron sin previo aviso. Según denunciaron los propios trabajadores, fueron despedidos sin causa —incluso algunos estando de vacaciones, con licencia médica o en tratamiento de salud—. “Nos echaron a todos por igual, sin previo aviso. Hay compañeros con más de 14 años de antigüedad que se enteraron de un día para el otro”, relató uno de los operarios afectados, visiblemente indignado.
El golpe fue doble: no solo por la pérdida del empleo en un contexto de crisis, sino también por la sensación de traición. La empresa, que había firmado un compromiso de estabilidad laboral, actuó con el aval tácito de la conducción de la UOM Ushuaia, que —según los trabajadores— “miró para otro lado” mientras se concretaban las cesantías. “Nos sentimos abandonados. No hubo ninguna defensa del sindicato; fue una entrega total”, denunciaron los despedidos.
De acuerdo con los testimonios, la empresa cesanteó a todo el personal contratado que no integraba el Plan Joven, mientras que algunos beneficiarios de ese programa fueron reubicados sin capacitación y, en ciertos casos, asignados a tareas para las que no cuentan con libreta sanitaria ni formación específica. Un escenario que no solo vulnera derechos laborales básicos, sino que también expone irregularidades en materia de seguridad e higiene.
El contraste entre la imagen de prosperidad exhibida durante la visita presidencial y la realidad actual de los trabajadores resulta imposible de ignorar. Newsan, convertida en emblema del “nuevo modelo productivo” que Milei prometió impulsar, parece ahora replicar en el extremo sur del país las mismas lógicas de ajuste que el Gobierno nacional celebra desde Buenos Aires.
Mientras la dirigencia empresaria y política intercambia elogios y discursos de “eficiencia y libertad de mercado”, en los portones de la planta de Ushuaia la historia es otra: familias enteras que no saben qué pasará mañana, obreros que ven diluirse años de esfuerzo y un sindicato que calla frente a los atropellos.
En Tierra del Fuego, la promesa de “recuperar la industria nacional” se desvanece entre telegramas de despido y silencios cómplices.
