Diana Maffía es filósofa, activista y política argentina, especializada en filosofía de la ciencia y estudios de género. Actualmente se desempeña como directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Recientemente fue declarada personalidad destacada en el ámbito de los derechos humanos por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, y es candidata a diputada en las próximas elecciones por el espacio Encuentro Ciudadano.
Felicitaciones, personalidad destacada de los derechos humanos.
Fue muy conmovedor, fue ayer (por el jueves 16) el acto. Fue conmovedor que fuera una diputada con la que tengo diferencias en lo político, pero muchas cosas en común desde el punto de vista de la ética. Y desde el punto de vista de que ella ha promovido derechos humanos. Ella lo promovió. Graciana Peñafort tuvo, además, el voto unánime de toda la Legislatura, y eso quiere decir que hay acuerdos profundos en algunos temas que tenemos que valorar.
¿Cómo ves este panorama político desde una perspectiva de la filosofía y una perspectiva de la lucha de género?
Desde el punto de vista de la filosofía soy muy pesimista, porque veo que faltan condiciones éticas básicas, comunes en la sociedad, principios que nos mantengan cohesionados alrededor de cuáles son los límites aceptables en las conductas sociales. Y, por otro lado, diferencias en lo político, porque se promueve un tipo de sociedad de individualismos muy exacerbados, de competencias. Ese modo de concebir la sociedad humana, que no es el modo del liberalismo, digámoslo, porque la verdad que tengo mucho aprecio por el liberalismo filosófico y sobre todo por el liberalismo social, allí hay una base interesante para unir aspectos democráticos, republicanos, con aspectos sociales que tienen que ver precisamente con la socialdemocracia.
Ahora, una sociedad con ese esquema, que es lo que se viene promoviendo hace mucho tiempo y lo que ha tenido apoyo al votar este gobierno. Se ha promovido una competencia, sobre todo entre jóvenes, donde el logro se obtiene a expensas de derrotar a otro y el fracaso es solamente una responsabilidad personal. Y eso, además, se ha unido a algo desconcertante: cuando pensamos que nada puede ser peor, aparece algo peor.
Hemos atravesado los últimos días nueve femicidios en poco más de una semana. Algo verdaderamente extremo en relación con la seguridad para la vida de las mujeres. Y ayer escuchamos a la ministra de Seguridad, en lugar de garantizarnos las condiciones de ejercicio de nuestros derechos, que es en lo que consiste un sistema de seguridad,en darnos las condiciones para que todas las personas podamos ejercer nuestros derechos ciudadanos. No una concepción represiva, como es la que se da, donde la gobernabilidad consiste en que al presidente no le llegue ninguna demanda que le moleste en su proyecto personal. Las demandas son demandas sociales de necesidades muy básicas. Entonces, si esos otros de la política molestan el proyecto presidencial, son reprimidos y barridos. Y ayer escuchamos a la ministra ya en el extremo de una malversación de lo que significa el feminismo.
Soy feminista, me ofende que lo describa de esa manera. Decir que las propias feministas somos las que hemos provocado una ira tan grande, un resentimiento, un dolor… Dice que ese daño abstracto se da vuelta y termina perjudicando a las propias feministas. Hay un espacio humanista para el feminismo, que yo siento que he tenido siempre en el discurso político y ético que hemos sostenido. El feminismo no busca pasar de oprimidas a opresoras. El feminismo busca terminar con las relaciones de opresión, y esa es una diferencia enorme. No se trata de ir contra un varón descalificante, machista, dominante y violento, para ejercer sobre ese varón dominación, violencia y descalificación.
Y cuando pensamos por qué hay tantos varones que se sienten debilitados por un discurso de avance de derechos, porque eso hay que reconocerlo, es algo que está ocurriendo con la masculinidad, sobre todo de varones jóvenes. Lo que ocurre es que han absorbido este lenguaje individualista y este concepto individualista, sienten que su fracaso personal lo deben atribuir a aquella persona con la cual fracasaron o con la cual no tuvieron la posibilidad de tener una relación romántica, erótica o lo que fuera. Porque muchas veces tiene que ver con el fracaso en la sexualidad. Todo el fenómeno de los incels, los célibes involuntarios, que atribuyen al feminismo que las mujeres se empoderen eligiendo varones en lugar de subordinarse al varón que les toca. Bueno, las mujeres eligen, cosa que tendría que ser normal. Los varones también eligen.
Sin embargo, la idea de que ellas eligen en un 80% a un 20% de los varones. Eso quiere decir, desde el punto de vista de este discurso, que hay un 80% de los varones que fracasan al ser objeto de elección por indicadores de éxito. ¿Cuáles son esos indicadores de éxito? Las mujeres podríamos testimoniar, pero no nos escuchan, cuáles son nuestros factores relevantes al establecer un vínculo interpersonal. Y no son el dinero ni el éxito en escalar posiciones, que además son frágiles esas posiciones. Entonces, que se atribuya al feminismo, con un discurso de igualdad, el promover la violencia. Que un discurso de igualdad promueva la violencia solo puede promover la violencia en quienes quieren la desigualdad, y si se alimentan de la desigualdad.
Es un discurso que ya nos había puesto en alerta, porque el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona había dicho: “La violencia es solo una, no hay violencia de género; el género es una cuestión ideológica”. Desconociendo cifras, datos, porque hay una ceguera con respecto a los datos y a la descripción de la realidad. Destruir todos los lugares de atención, desfinanciarlos, los proyectos que tienen que ver además con la autonomía de las mujeres, como el plan ENIA, que era el plan para que adolescentes pudieran evitar embarazos no deseados. Y eso implicó una baja muy importante, no solo en los embarazos, sino en los abortos. Entonces, tenemos caminos constructivos de defensa de derechos para promover esa igualdad de una manera que sea democrática. Ese señor dijo: “La violencia es una sola”. Y dijimos: “Qué barbaridad, están desconociendo factores de vulnerabilidad específicos”. Ahora, la ministra de Seguridad dice algo mucho peor, y es: “Nosotras somos responsables de aquello que nos daña”.
El ministro de Justicia dice lo mismo que dijo el presidente en Davos, pero me parece que por lo menos resulta esperable. Pero me parece distinto, por lo menos a lo mejor desde la subjetividad masculina que una mujer lo diga. O que una mujer avance todavía en un argumento posterior, ¿a qué atribuís que personas de género femenino, con una subjetividad como la de Bullrich, y al mismo tiempo que existe un fenómeno preexistente al ministro de Justicia, al presidente, como se describe en el libro «las pibas libertarias»? ¿Qué explicación te das?
Ese libro me gustó mucho. Me pareció una audacia para investigadoras de ciencias sociales, progresistas, de izquierda, tener la humildad de escuchar y de utilizar herramientas teóricas como corresponde para poder hacer un estudio entre lo social y lo antropológico. Hubo mucha escucha, mucha entrevista personal. Yo presenté ese libro, realmente, y alenté mucho esa investigación, porque me parece que no tenemos que tener prejuicios en aquello que investigamos.
Recuerdo que a ellas las censuraban. Decían: “Bueno, vamos a estudiar a ver si hay un feminismo libertario.” Y les decían: “No, es una contradicción en los términos. No puede existir. La derecha no puede ser feminista”. Bueno, si la derecha se autodefine feminista y dice por qué, tenemos que escuchar qué es lo que dice. No descalificar ese discurso y arrumbarlo. Lo que dicen es: “Queremos un espacio para que las mujeres podamos tener el mismo éxito que los varones, podamos participar en política, podamos ser escuchadas.” Una de sus quejas es que, en colectivos de jóvenes, las mujeres en general son pocas. Sabemos que a Milei lo han votado mayoritariamente varones jóvenes, en parte por esta furia acumulada. Hay menos mujeres.
Las mujeres pertenecen a tres generaciones, según el libro: las que son mayores, las que llaman “señoras liberales”, están más cerca del macrismo o de López Murphy, es decir, de un liberalismo más democrático. Lo voy a decir directamente, porque yo creo que hay un desprecio profundo por la forma democrática en los libertarios. Entonces, tienen más bien esa posición. También hay un aspecto de clase, porque dicen: “Bueno, sería mejor si estuvieras con Macri que con esta gente, que no se viste tan bien”. Las más jóvenes tienen ese desafío de pensar que están a favor de ciertos logros, por ejemplo, a favor de la despenalización y descriminalización del aborto, ellas lo han apoyado.
Quiere decir que acá no vamos a criminalizar, como ha dicho Milei, en una escuela secundaria, de una manera muy vergonzosa. Esos discursos son verdaderamente difíciles de creer. Esas pibas sienten una hostilidad con un feminismo más avasallante verbalmente, y a veces físicamente, que tiene que ver con la izquierda, que muchas veces trata de considerar que todo el feminismo pertenece a la misma posición política, cosa que no ocurre. Buena parte de la hostilidad con el feminismo es su interpretación como un fenómeno kirchnerista. Y la verdad es que hay algo que le debemos, pasa con los derechos humanos también. En cierto modo, el fracaso en ambos casos ha tenido que ver con la apropiación de un sector por una batalla que es de todos.
Y la apropiación, a veces con prácticas que no han sido consensuadas, que no han sido del todo acordadas con quienes vienen desde hace décadas luchando tanto en el feminismo como en los derechos humanos. Es decir, que hay a veces ese modo agónico, ese modo antagónico y, a la vez, negador del otro, que tienen a veces ciertas políticas. Esto que nos dijeron cuando terminó la gestión en el 2003: “Ahora no se va a hablar de feminismo, no se va a hablar de género”. Quienes tanto se sirvieron de ese discurso para posicionarse como progresistas, quienes tanto dieron en un aspecto simbólico, pero no en un aspecto económico, quienes tanta gente tuvieron en el Estado, pero esa gente estaba con contratos precarios que, sencillamente no renovándolos, borraron todas esas personas, todas esas funcionarias, personas trans que no caben en el pronombre masculino o femenino. Que esas personas tuvieran ese modo precario muestra la precariedad del proyecto también.
Entonces, es una dependencia permanente, porque si no continúa ese gobierno, no continúa ese proyecto. Algo le debemos a ese último gobierno kirchnerista, y es el haber logrado, dentro de la institucionalidad de género, que haya espacios en el Estado que tengan que ver con políticas de género. La llevó al nivel de un ministerio. Eso es un lugar muy alto. Yo creo que fracasó ese proyecto, pero sí estuvo esa decisión política de poner un ministerio, y esto hubiera sido…
¿No creés que esa decisión fue de Alberto Fernández más que de Cristina?
Sí, yo creo que fue de Alberto y no de Cristina. Yo creo que fue de él, claramente. Quiero decir una cosa. Estamos hablando preocupadamente de los femicidios. Una cosa quiero decir de la de ayer, de Patricia Bullrich. Y es que ella habló de los extremos de las feministas. ¿Qué hicimos las feministas con los femicidios? Intentamos cambiar la ley penal, intentamos poner una figura penal, promovimos una ley, que fue la ley de violencia del año 2009.
Esa ley de violencia, acá vuelvo a Cristina, esa apertura de sesiones la hizo Cristina Kirchner. En sus discursos larguísimos no mencionó esa ley, mencionó sus proyectos, pero no mencionó, entre esos proyectos, lo que fue la ley más importante para las mujeres ese año, y que tuvo consecuencias virtuosas durante todos los años siguientes.
Pero si Cristina Kirchner no era ni a favor de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo ni a favor del Ministerio de la Mujer, podemos decir que Cristina Kirchner no es feminista.
Bueno, ella misma dice que no es feminista, y no me parece algo que sea reprochable en sí mismo, si ella lo manifiesta sinceramente. Sería tremendo que dijera “Soy feminista” y negara todas las prácticas que se corresponden. Porque lo difícil no es decir “Soy feminista” o no…
¿Cómo quedó catequizado con el kirchnerismo algo que casualmente su líder mujer dice que no es feminista y actúa en consecuencia?
Porque hay unas activistas extraordinarias dentro del movimiento de mujeres. Muchas de ellas son peronistas y muchas de ellas son kirchneristas. Ese activismo es el que empujó, el que realmente abrió, junto con muchos otros partidos políticos, feministas de otros partidos. Recordemos que en 2020 se vota la ley del aborto, que se había formado ya en 2018, donde hubo una discusión extraordinaria, que yo creo que es un ejemplo de lo que las feministas promovemos en democracia: una democracia participativa y deliberativa. Ese encuentro tuvo 700 exposiciones para poder discutir una ley. No es que se impuso por voluntad de alguien.
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Puedo aprovechar a la filósofa para una dirección en este sentido. ¿Puede ser que ha habido por parte del kirchnerismo una apropiación de aquello que no compartían, que no era natural, pero que vieron que era electoralmente y proselitistamente atractivo? Hicieron la apropiación y, finalmente, lo que generó es una catequización: “El feminismo es kirchnerista”, cuando no tiene nada que ver su conductora; o “los derechos humanos son kirchneristas”, cuando no tuvieron nada que ver durante la dictadura militar, sino más bien todo lo contrario, ¿no?
Sí creo que hay una apropiación, y también creo que esa apropiación no fue justa, y generó muchas divisiones y muchos desencuentros dentro del movimiento feminista, que es muy plural…
…¿Y no hay también una apropiación por parte del liberalismo, de Milei, con el mismo planteo? O sea, lo que tenemos es que los dos sectores se apropian de características que en realidad no son tales.
Yo creo que a vos te gustan mucho las simetrías. Te he visto, leo siempre tus contratapas, porque leo el diario en papel, y es una cosa que me encanta, es anacrónica, pero a mí me gusta. Y empiezo siempre por la contratapa. Y sé que te gusta la simetría y este tipo de arreglos geométricos de la vida social. Y yo creo que ahí no hay simetría. Yo tiendo a desconfiar de los binarismos, de las dicotomías. A mí me parece que no hay algo como el libertarismo: es una bolsa de gatos. Si los sentás a que expongan sus ideas, la mayoría no puede hablar dos frases seguidas o exponer. Hay personas que son inspiradoras de posiciones que son posiciones aberrantes.
Con lo cual, ese discurso con el cual Milei fue atacado y fracasó, como fue el discurso de Davos, él tendría que comprender que ese discurso que le escribieron, no lo va a llevar a buen puerto en lo que a él le importa, que es lo económico. Hay una construcción del otro como el enemigo, pero que también se hizo con Macri, o se intentó hacer entre el macrismo y el kirchnerismo. Eso les conviene a los dos jugadores.
Les conviene a ciertos arreglos que han sido arreglos muy dificultosos de ambas partes. Al peronismo le costó mucho hacer una lista de unidad y tiene tiranteces internas brutales. Al libertarianismo le costó mucho hacer una lista donde han impuesto cosas y han humillado a sus mejores aliados. Así que es algo que hay que ver en el futuro: cómo evoluciona.
De ninguno de los dos lados hay unidad, pero ambos se presentan como el hegemónico antagonismo del otro. “Si querés luchar contra el kirchnerismo, votá a Milei; si querés votar contra el libertarianismo, votá peronistas.” Y yo creo que lo que estamos votando ahora no es una presidencial. Estamos votando cargos legislativos, donde sería gravísimo tener bloques opuestos donde solo numéricamente se impusieran las ideas.
Necesitamos un lugar donde haya diálogo constructivo, donde haya diversidad de puntos de vista, incluso desde experiencias. Porque cuando se discute un proyecto, hay experiencias que algunos sujetos no tienen por género, por clase, por etnia, por edad, por color de piel, por millones de otras cosas: por ser o no sindicalistas, por pertenecer al mundo financiero o al del trabajo. Carecen de ciertas experiencias, y que alguien les proponga ampliar la mirada e incluir esas experiencias, que en eso consiste la democracia, es valioso: nos da mejores leyes, nos da leyes más representativas. El lugar legislativo es el lugar de la pluralidad. Yo invito a que las personas que no fueron a votar porque no les gusta ni uno ni otro abran un poquito la mirada, piensen cómo construir esta pluralidad.
RM CP