La presentación del presupuesto por parte de Javier MIlei.
PRESIDENTE.- Argentinos, buenas noches. Conforme a lo que dicta nuestra
Constitución nacional, esta noche estaremos enviando el proyecto de
presupuesto de 2026 al Congreso de la Nación para su evaluación. Este
presupuesto sostiene, al igual que el presupuesto enviado el año pasado, el
equilibrio fiscal. Hoy el futuro de la Argentina depende fundamentalmente de
una sola cosa: que el pueblo y la política se comprometan con el orden fiscal.
Si respetamos el equilibrio fiscal, si logramos ese consenso básico, tenemos
asegurado un crecimiento inimaginable luego de décadas de estancamiento.
Si fallamos, volveremos a caer en el pozo de la inflación descontrolada y la
destrucción de toda expectativa sobre el país. En este sentido, el
Presupuesto nacional no es un mero proyecto de ley, es la ratificación de
nuestro compromiso inquebrantable con sacar al país adelante.
El equilibrio fiscal es la piedra angular de nuestro plan de gobierno. Y es un
principio no negociable que le hemos planteado a la sociedad desde el
comienzo de nuestra gestión. Ningún país del mundo puede funcionar
correctamente sin un presupuesto equilibrado, por eso los políticos en todo el
mundo encuentran consensos y acuerdos para sancionar la ley de leyes.
Entendemos que el equilibrio fiscal parezca un mero capricho, pero no es ni
más ni menos que la solución definitiva a los problemas que azotan desde
hace décadas a la Argentina. Sin embargo, esta solución tiene plazos de
desarrollo largos, como cualquier solución verdadera. En ese recorrido, los
éxitos que nuestro programa tuvo y sigue teniendo son parecidos a los
cimientos en la construcción de un edificio. Son el primer paso necesario para
desarrollar la obra, son sus componentes esenciales, dado que sin los
cimientos el edificio colapsa.
Nosotros celebramos estos éxitos porque sabemos la importancia que tienen.
Celebramos la baja sostenida de la inflación, la baja de la pobreza, la baja de
los impuestos y la salida del cepo como grandes logros, porque efectivamente
lo son. Pero también es cierto que durante estos 20 largos años muchísimos
argentinos lo han perdido todo y les ha ido cada vez peor. Por eso quiero
decirles a todos los argentinos, más allá del éxito que haya tenido nuestra
gestión en corregir el descalabro de décadas, entendemos que muchos aún
no lo perciban en su realidad material. Quisiera destacar que por cómo fue
configurado el plan de gobierno los años más duros de afrontar fueron los
primeros. Y por eso podemos afirmar, como hemos hecho en tantas otras
veces y pese a las turbulencias coyunturales, que lo peor ya pasó. Es por eso
que una vez más quiero agradecerles a ustedes por el enorme apoyo que han
demostrado a lo largo de este primer periodo.
Ustedes son los protagonistas de este proceso. Ustedes son quienes han
emprendido el arduo camino de crecer y abrazar las ideas de la libertad, que
no son otras cosas que las de una nación madura. El temple de los
argentinos es heroico y por eso les quiero dar las gracias, pero también
quiero ser claro con una cosa, cuando yo digo que al rumbo está fijado en
piedra y que el equilibrio fiscal no se negocia, no lo digo por capricho o
preferencia personal, lo digo porque hacer lo que estamos haciendo es el
único camino para que la Argentina salga de forma definitiva del ciclo del
desencanto consecutivo en que vivimos a hace décadas. No hay otro camino
que el de equilibrio fiscal, el orden monetario y por ende, el orden cambiario.
Tenemos que entender de una vez y para siempre que hay una relación
directa entre el orden fiscal, la baja del riesgo país, el crecimiento económico
y la prosperidad. Todos los demás caminos ya se intentaron y fracasaron.
Fracasaron rotundamente. No debemos caer presos de falsos dilemas que
nos quieren proponer, no es a través del déficit fiscal que atenderemos la
necesidad de los más vulnerables. De hecho, ese remedio probó ser peor que
la enfermedad. El camino del déficit fiscal financiado con emisión ya se probó
y nos llevó al retorno de la inflación descontrolada y el estancamiento. El
camino del déficit fiscal financiado con deuda, ya se probó, y nos llevó a
heredar una deuda pública de 500.000 millones de dólares y una historia que
nos ha mostrado como defaulteadores seriales, motivo por el cual los
mercados nos castigan, aún siendo uno de los cinco países en el mundo que
tienen equilibrio fiscal.
Es decir, todos los experimentos posibles fueron ensayados en este país, por
los más variados alquimistas de la economía. Durante más de 100 años
fuimos el laboratorio de las teorías más descabelladas porque los políticos
decían tener la receta para poder gastar de más sin consecuencias. Durante
décadas nos dijeron que se podría salir de la crisis supuestamente
estimulando el consumo, que es un eufemismo para decir emitir más dinero.
Y así pasaron toda clase de políticos por el gobierno, intentando aplicar esta
supuesta receta mágica, inventada por John Maynard Keynes, del déficit
fiscal, emisión monetaria, regulación y control. El resultado es que somos el
único país que pasó de ser un país desarrollado a un país subdesarrollado.
Incluso llegamos al punto de convertirnos en el único país de la región que no
creció en los últimos 15 años. Por esto mismo, desde el primer momento
planteamos que el problema no era el cocinero, sino la receta y aunque
algunos crean que esto ya lo vieron, los que digan esto están equivocados,
nunca vieron algo como lo que está llevando adelante nuestra gestión, porque
lo que cambió es la receta. La última vez que Argentina tuvo superávit fiscal,
sin estar en default, fue hace más de 120 años. Ningún argentino vivo
experimentó jamás la Argentina que estamos construyendo. Es precisamente
por esto que a veces nos entusiasmamos de más, porque nos emociona el
futuro que vemos en el horizonte, pero también es precisamente por esto que
esta vez el esfuerzo que todos los argentinos estamos haciendo vale la pena.
Este proyecto que hoy estamos presentando, al igual que el que presentamos
el año pasado, busca que nuestro programa económico y reformista pueda
tener un soporte legal y administrativo y pueda contar con el respaldo del
Congreso.
Este proyecto se ciñe a una regla fiscal inquebrantable: como ya mencioné,
está planteado con superávit primario tal que, al cierre del ejercicio, Argentina
se encuentre con superávit fiscal o, en el peor de los casos, en equilibrio
fiscal. Es tal nuestro compromiso con el camino del equilibrio fiscal que este
presupuesto presenta el menor nivel de gasto a nivel nacional en relación al
PBI de los últimos 30 años. Para que se den una idea, el nivel de gasto de
Nación está por debajo del nivel de gasto de las provincias por primera vez
desde la década del 90. A su vez, este presupuesto cuenta con restricciones
de financiamiento, impidiéndole al Tesoro financiarse a través del Banco
Central, porque esto implicaría emisión monetaria y el retorno al infierno
inflacionario. También presenta una regla de estabilidad fiscal, es decir, que si
los ingresos caen o los gastos superan a lo previsto se deberán ajustar
partidas para mantener el equilibrio fiscal.
Este presupuesto le asigna 4.8 billones de pesos a las Universidades
nacionales, aumenta el gasto en jubilaciones un 5% y en salud un 17%,
ambas partidas por encima de la inflación. El gasto en educación también
aumenta un 8% por encima de la inflación. Por otro lado, habiendo realizado
las auditorías pertinentes, el monto recibido por cada pensionado por
discapacidad también aumentará en un 5% por encima de la inflación del
2026. En definitiva, si el presupuesto es el plan de gobierno y el 85% de este
presupuesto será destinado a educación, salud y jubilaciones, eso quiere
decir que la prioridad de este gobierno, tal como siempre dijimos, es el capital
humano.
Asimismo, este Presupuesto es el primer presupuesto de la historia argentina
en incluir el régimen de extinción de obligaciones recíprocas, para seguir
recomponiendo la relación entre el Estado nacional y las provincias. Esta es
una deuda histórica que debemos resolver como país, pero que debe ser
atendida con un férreo compromiso con el equilibrio fiscal y que por eso
contará con un presupuesto específico dentro de la ley de leyes. Además,
insistiremos en restituir la tan bastardeada presunción de inocencia fiscal,
para eso mismo buscamos crear un régimen simplificado de declaración
jurada de ganancias. Se acabó esa absurda idea de que el Estado considera
a todos sus ciudadanos como criminales de manera preventiva. Pero el
Presupuesto no es un mero papel sin consecuencias, es la hoja de ruta de
hacia dónde vamos y por eso es importante que los argentinos entiendan
cómo es un país con equilibrio fiscal y sin inflación.
Solo por haber alcanzado el equilibrio fiscal y por mantenerlo a lo largo del
tiempo, Argentina alcanzaría, según diversos estudios, una base de
crecimiento del 5% anual. Para poner en contexto, entre 2011 y 2023, el PBI
per cápita de Argentina cayó poco más de 10%, mientras que en países
vecinos creció un 15% o un 20% en el mismo periodo. El orden fiscal y el
superávit son la diferencia entre poder soñar con un futuro mejor o vivir
encerrados en un tormentoso y decadente presente. Y si al equilibrio fiscal le
sumamos las reformas que queremos llevar adelante podríamos estar
hablando de un crecimiento del 7 u 8% anual de manera sostenida. Para que
se den una idea, crecer a esas tasas implicaría que en 10 años nos
pareceríamos a países de altos ingresos, en 20 años estaríamos entre los
países más ricos del mundo y en 30 años estaríamos en el podio de las
potencias mundiales.
Pero eso no sucedería por arte de magia, ni existe una fórmula mágica para
que todo ese progreso se materialice hoy. Necesita de tiempo para que el
trabajo pueda adquirir cada vez mayor valor. Porque como ya hemos dicho en
alguna ocasión: Roma no se construyó en un día. Esto que estamos
planteando no es una quimera, es lo que podemos lograr si conseguimos los
consensos necesarios para hacer las reformas de fondo que el país necesita.
Estoy seguro que trabajando codo a codo con los gobernadores, diputados y
senadores que quieren una Argentina distinta, vamos a lograrlo. El superávit
es por ejemplo los que nos permitirá otorgar financiamiento el tesoro para
aquellos actores del sector privado que quieran invertir en el país en las
grandes concesiones que vamos a llevar adelante.
Es decir, por primera vez en décadas, en vez de que el sector privado financia
el sector público, este superávit primario permitirá al sector público financiar al
sector privado para que desarrolle obras fundamentales que hacen en la
infraestructura y logística del país. Argentina es un país que tiene mucho para
ofrecerle al mundo y que durante décadas se negó a comerciar con el resto
del planeta. Debemos emprender el camino que emprendieron todos los
países que actualmente son prósperos y buscar inundar el mundo exportando
nuestro talento. Por el contrario, si decidimos abandonar este círculo virtuoso
del equilibrio fiscal y el crecimiento económico para volver al sendero del
déficit, el endeudamiento, la emisión y/o suba de impuestos, volveremos al
estancamiento y a la inflación que caracterizaron a nuestro país durante
tantos años y que nos sumieron en la más abyecta pobreza.
Por eso mismo Argentina debe, de una vez por todas, abandonar el
autosabotaje económico constante de las últimas décadas. Debemos
abandonar el pensamiento mágico. No es posible reinventar la rueda. Nadie
tiene la culpa de nuestros problemas más que nosotros mismos. Y nadie más
que nosotros mismos puede salvarnos. Dependemos exclusivamente de
nuestro esfuerzo y nuestro compromiso con hacer, de una vez por todas, las
cosas bien. Porque ya no nos queda ninguna otra opción. Es hora de asumir,
finalmente, que si queremos que haya menos pobreza necesitamos más
empleo. Si queremos que haya más empleo necesitamos que haya más
empresas invirtiendo. Y si queremos que haya más empresas invirtiendo
tenemos que dejar de ver a los empresarios como enemigos públicos. En
lugar de esto, debemos generar las condiciones para que las empresas
puedan prosperar y ganar dinero sin que vean amenazados sus derechos de
propiedad.
Y esas condiciones también implican por definición menores tasas de interés,
que no se logran emitiendo dinero, sino reduciendo el riesgo país en base al
equilibrio fiscal y estimulando el ahorro. Porque una empresa que no gana
dinero es una empresa que cierra o una empresa que directamente nunca se
abre. Y eso es lo que sucede cuando se le suben sistemáticamente los
impuestos, se torpedea el equilibrio fiscal haciendo subir el riesgo país, se
vulneran los derechos de propiedad y se les cambia las reglas de juego sobre
la marcha, como hemos hecho durante tantas décadas.
Finalmente quiero terminar con una breve reflexión: nos ha costado mucho
llegar aquí. Todos hemos hecho enormes esfuerzos para salir del pozo en el
que estábamos cuando asumimos. De hecho los sueldos del poder ejecutivo
están congelados desde la misma fecha en que hemos asumido. Por lo tanto,
sabemos que el camino es arduo pero también sabemos que el rumbo es el
correcto.
Tenemos que entender como país y como sociedad, que si no terminamos el
proceso de cambio que hemos emprendido, habremos tirado a la basura todo
el esfuerzo que hemos hecho. No aflojemos, hagamos que todo este esfuerzo
valga la pena. Que Dios bendiga a los argentinos, que las fuerzas del cielo
nos acompañen. Muchas gracias a todos. Buenas noches.