Oro negro en el Atlántico Sur

23.01.2011 18:41 hs.-Lejos de su fin, la búsqueda de petróleo hace tiempo que superó los límites terrestres, incursionado mar adentro. Esto abre para la región un amplio abanico de riesgos y posibilidades. El presente informe del Dr.Martin Dieser confirma las publicaciones de este portal respecto del techo corredizo de reservas a partir de la poca inversión del estado nacional en la industria petrolera.

El tan proclamado fin de la era del petróleo se hace esperar. Los cálculos de las reservas probadas se van ajustando al alza y paralelamente se va posponiendo el tan necesario cambio de matriz energética global, que muestra al crudo como aportante de aproximadamente un tercio de la producción de energía mundial.
En términos cuantitativos, en todo el planeta existen reservas probadas de aproximadamente 1,2 billones (millón de millones) de barriles de crudo, cada uno con 158 litros. ¿Cuánto representa esto? A manera de ejemplo, EEUU consume 19,4 millones de barriles diarios, la Unión Europea en su conjunto 14,5, China 7,9 e India 2,8. En términos generales, y de acuerdo al especialista argentino Víctor Bronstein, son necesarios unos 86 millones de barriles diarios, una cifra que se ha visto estabilizada por la crisis económica global pero que se cree trepará hasta los 120 millones diarios para el 2020. A este ritmo, las reservas se agotarían (recién) hacia el 2050.
Asimismo, cuando se habla de reservas probadas se está dejando afuera a las estimadas, cuyo número no es fácil de determinar; y los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se guardan bien de esclarecerlo a fin de no acrecentar indebidamente la oferta y así presionar los precios a la baja. También se suele soslayar el potencial de formas de petróleo no convencional como las arenas bituminosas, los esquistos bituminosos y el petróleo ultrapesado.
Allí es donde emerge la exploración y la explotación costa afuera (offshore), que gracias a los formidables avances tecnológicos de los últimos cincuenta años permitiría ampliar las reservas existentes en al menos un tercio más.
No sorprende este esfuerzo de exploración. Las principales potencias son altamente dependientes del petróleo, con EEUU a la cabeza. Por otro lado, existen actores como Rusia, cuyo andamiaje de poder se halla fuertemente ligado a la cuestión energética. Si a ello sumamos el poder económico de Medio Oriente y sus lazos con el sistema financiero internacional, es posible comprender un poco mejor las razones de los lentos avances en el cambio de matriz energética y el auge de este tipo de explotación. Se trata, paradójicamente, de una cuestión de supervivencia.
Y en ese juego de poder, supervivencia y renovación, América del Sur tiene varias cartas interesantes.

Avances y perspectivas

Pese a que Venezuela es la potencia petrolera loca, ha sido Brasil quien tomó la delantera en materia offshore, como es ampliamente conocido. Del proceso brasileño es valioso destacar que se trata de una iniciativa que comenzó en firme ya durante la época del presidente Cardoso (1995-2003) y fue apoyada durante el gobierno de Lula, en particular por la actual presidenta Dilma Rousseff, una de las artífices del sesgo nacionalista que tienen en la actualidad la exploración y explotación (Petrobras detenta las licencias).
Actualmente se están explotando pozos en las cuencas de Santos y Campos, a una distancia de hasta 250 km de la costa y a una profundidad de hasta 5.000 metros. Precisamente Petrobras fue la primera empresa petrolera del mundo que perforó, probó y evaluó las rocas de la región presalina, una dura costra de sal bajo la cual se han hallado grandes reservas; sólo las del pozo de Tupí serían aproximadamente de 12.000 millones de barriles, cuatro veces más que todas las argentinas.
Brasil camina así hacia el autoabastecimiento a nivel petrolero y hacia una eventual exportación tecnológica a países vecinos, en particular los africanos del lado atlántico y Argentina.
En el caso de nuestro país, las reservas son exiguas (2.300 millones de barriles, suficientes para unos 10 años), aunque eso se debe en gran medida a que la exploración ha sido escasa y se están agotando los pozos ya existentes. El potencial offshore del país es muy importante, porque posee una extensa plataforma continental, prácticamente en todo su litoral marítimo. Y es allí donde se encuentra el recurso. Sin embargo, no se desarrollaron exploraciones de nuevos yacimientos hasta bien entrada la década pasada, y de ahí la escasez a corto plazo.
La creación de ENARSA ha influido en esto. La empresa es adjudicataria de todas las licencias de exploración y explotación en territorio nacional, y puede opcionalmente conceder permisos y desarrollar iniciativas mixtas con empresas privadas. El privado costea el riesgo exploratorio y luego recupera con el porcentaje de ENARSA durante un tiempo pactado.

De hecho, se ha dividido al litoral en tres grandes áreas: ENARSA 1, 2 y 3 (E1, E2 y E3), respectivamente, la zona de Río Negro, Santa Cruz-Tierra del Fuego y Mar del Plata (a 200 km de la costa). De momento se han realizado prospecciones a fin de determinar las reservas existentes y se espera perforar el primer pozo exploratorio en 2012. Petrobras participa en las zonas E1 y E3 con un tercio del total.
En todo caso, al parecer Argentina tendría similares perspectivas a las de Brasil con respecto al potencial petrolero offshore. Y el caso de Malvinas, donde se estima que hay unos 12.000 millones de barriles, es suficientemente indicativo. La gira por Medio Oriente desarrollada en los últimos días tenía entre sus objetivos la atracción de inversiones hacia esta área.
Más allá de este panorama prometedor, lo anterior nos ofrece dos cuestiones dignas de reflexión, ambas entrelazadas. El debate evidentemente no pasa por lo cuantitativo, porque aún existen reservas para rato. Tampoco pasa por lo valorativo; casi todos aceptan (aceptamos) que la utilización de los combustibles fósiles es una de las principales causas del calentamiento global, y que la continuidad de su uso puede generar consecuencias irreparables en el corto plazo.
Se trata, por un lado, de comprender los emprendimientos petroleros a la luz de la responsabilidad diferenciada que poseen los países en vías de desarrollo como Argentina, Brasil u otros. Está claro que el calentamiento global no es mayormente culpa de estas naciones. Por lo tanto existiría, si no justificación, al menos crédito para afianzar una matriz nacional en base a hidrocarburos.
Y a la vez, desde el punto de vista estratégico puede resultar peligrosa una adherencia demasiado firme a una forma de energía que tendrá sus días contados para el 2050, ya que podría operar como un freno a avances más benignos para el medio ambiente. En ese sentido, muchas compañías podrían optar por trasladarse hacia la región, en una suerte de exportación tecnológica subdesarrollada.
Pero al mismo tiempo está claro que si las principales economías son consumidoras (y en general grandes importadoras) de petróleo, a medida que se vayan agotando las reservas en tierra firme todo lo concerniente a aguas profundas irá cobrando una importancia geopolítica más que interesante. No es casual, por ejemplo, que la estrategia de defensa de Brasil gire en torno a la guerra selvática y el control del Atlántico Sur.
El desafío para los países en desarrollo con reservas offshore, entonces, posiblemente pase por combinar con equilibrio la gran oportunidad de explotar su potencial energético, al tiempo que tender un puente entre la matriz basada en hidrocarburos de siglo XX hacia una más propia de los tiempos por venir. La historia dirá con cuánta justeza América del Sur transitará por ese camino del medio.
por Dr. Martín Dieser

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