Elida Deheza no pudo contener el llanto cuando contó cómo el represor apodado Kuryaki la violó en el Servicio de Informaciones. Tenía 19 años cuando fue detenida, el 4 de enero de 1977. “Yo le pedía por favor que no, pero él me decía: ‘abrí las piernas, hija de puta. Y fue más terrible que la picana, porque uno se desmorona.Porque no alcanza con las torturas, con los golpes, eso fue como si el mundo se derrumbara ahí. Y pensaba, mirá si me quedo embarazada de este monstruo. Yo me pregunté mucho tiempo si tal vez hubiera gritado más, lo pude haber evitado, hasta eso pensaba”, dijo con un hilo de voz, en una sala que quedó muda de dolor ante su relato. Esta semana, estallaron los relatos de detenidas que subrayaron sus violaciones como parte de plan sistemático de represión ilegal.
Cuando la volvieron a llevar con los otros detenidos, se encontró con Alicia Tierra, que está desaparecida. Deheza relató cómo fue trasladada a la Alcaidía y, una vez más, recordó la terrible muerte de Luisa Marciani, una delegada del Swift que tenía más de 40 años y estaba embarazada. Aunque sus compañeras pedían asistencia médica, las carceleras las demoraron y cuando fue llevada al hospital Provincial, tanto ella como su hijo habían muerto. Deheza mencionó también a Marisol Pérez, desaparecida.
“Quiero decir que es muy difícil para mí estar hablando acá. Es la primera vez que podemos decir lo que nos pasó a nosotros, en primera persona. Porque en todos estos años de lo único que nos hemos ocupados es de buscar a los compañeros que no están”, dijo la testigo, quien afirmó que los represores “saben, tienen la misma memoria para recordar dónde están Alicia Tierra y Alberto Tion”.
Deheza se refirió a las secuelas. “Una vez me preguntaron si me habían quedado secuelas. La verdad que sí. A mí me quedó el temor de que tengo una hija que está acá escuchando. Tengo miedo de que se cruce a uno de estos tipos en una esquina de de Rosario, porque lo volverían a hacer”. Su hija escuchó ayer, por primera vez, lo sufrido por su madre. “No es fácil hablar de esto”, dijo Deheza.
La testigo subrayó que las violaciones eran prácticas sistemáticas, y recordó que el terror producido le hizo dejar de menstruar. “Volví a ser una mujer cuando salí de la cárcel, en noviembre de 1983”. Rememoró también que José Lofiego se había jactado de no haber sido recriminado nunca. “Yo quiero que ahora se lo recriminen”, dijo. Al salir, fue ovacionada por sus compañeros que habían ido a apoyarla, y habían colmado la sala.
