América Latina de moda entre los emergentes

La nueva geografía del crecimiento mundial ubica a América Latina en una posición de privilegio. La región conforma el grupo de países que lideraron la recuperación y explicarán una porción importante de la expansión global. El escenario no es casual sino que forma parte de un proceso de convergencia de las economías en desarrollo hacia las avanzadas. Puntualmente, tras varias décadas de turbulencias América Latina logró alcanzar la estabilidad macroeconómica gracias a diversas políticas.

La adopción de regímenes de tipo de cambio flexible y competitivo potenció la producción local y las exportaciones generando elevados excedentes comerciales que se acumularon en reservas internacionales.
La independencia de los flujos de capitales externos y la acumulación de dólares dotaron a estos países de una inédita resistencia ante shocks externos.
El viento de cola que favoreció la aplicación de estas políticas hoy vuelve a jugar a favor: extraordinarios términos del intercambio, incremento del comercio internacional, abundante liquidez y bajas tasas de interés mundiales.
A futuro América Latina será un polo de atracción mundial. Si a esto se le suman políticas económicas adecuadas se abre una nueva oportunidad para profundizar la convergencia con las economías desarrolladas.
La Argentina no estuvo al margen del pelotón de países emergentes que con políticas ordenadas se beneficiaron del favorable contexto internacional.
Sin embargo, por decisiones internas el país comenzó a acumular distorsiones y ha ingresando paulatinamente a un proceso de crecimiento friccionado, con inflación creciente y erosión de los pilares que sustentaron el ciclo expansivo.
Argentina se está descapitalizando en sectores clave como energía y producción de carne, entre otros. Peor aún, por la elevada inflación en alimentos, se frenaron partir de 2007 las mejoras en los indicadores sociales.
Es decir, por motivos propios la Argentina no está capitalizando plenamente el viento de cola externo. Sin embargo, el contexto vuelve a ser favorable.
Las perspectivas para los próximos años muestran que el mundo relevante para la Argentina es el que estará en el centro de la escena. En otras palabras, el país está en el vecindario de moda.
Esta situación le otorga a la política económica un elevado margen de maniobra que, en conjunto con los distintos elementos positivos del frente interno, configura un escenario benévolo para encarar las correcciones necesarias.

América Latina a la cabeza de los emergentes

La nueva geografía del crecimiento mundial ubica a América Latina en una posición de privilegio. Junto a los emergentes de Asia, la región conforma el grupo de países que lideraron la recuperación tras la crisis financiera internacional y se espera que en los próximos cinco años expliquen dos tercios de la expansión global.
El escenario no es casual sino que forma parte de un proceso de convergencia de las economías en desarrollo hacia las avanzadas. Este hecho tomó fuerza en la última década y se mantendrá, por lo menos, en el próximo quinquenio.
De hecho, en lo que va del nuevo milenio, los países emergentes registran en promedio tasas de crecimiento per cápita significativamente mayores a las de los desarrollados (6,4% vs. 2,9% por año en el período 2000-2010). Sólo un proceso sostenido de expansión a tasas elevadas les permitirá a las economías relegadas alcanzar los niveles de desarrollo de los países más ricos.
Si bien la performance de las economías emergentes es heterogénea, éstas toman cada vez más importancia en el mundo: en el 2000 representaban 37% del producto global, mientras que en 2010 explican 47% del mismo.

Puntualmente, tras varias décadas de turbulencias América Latina logró alcanzar la estabilidad macroeconómica gracias a diversas políticas. Éstas no sólo acotaron el impacto de la crisis financiera internacional, sino que sentaron las bases para una rápida recuperación.
Lógicamente tuvo una influencia decisiva el viento de cola que significó el alza sostenida de los precios de las commodities y el ciclo de tasas de interés en niveles muy reducidos en los principales mercados financieros. Pero en esta oportunidad los países de la región parecen haber aprendido la lección de la década de los noventa.
En este sentido, la adopción de regímenes de tipo de cambio flexible y competitivo potenció la producción local y las exportaciones generando elevados excedentes comerciales. Éstos se acumularon en reservas internacionales que dotaron a estos países de una inédita resistencia ante shocks externos.
Asimismo, esta fortaleza derivó en una baja significativa del riesgo soberano, abaratando el crédito y disminuyendo la exposición a crisis financieras. De hecho, el impacto de la crisis internacional se sintió en mayor medida por el canal comercial.
Estos elementos concedieron importantes grados de libertad para aplicar medidas contra-cíclicas y recuperar rápidamente el impulso perdido, manteniendo la tendencia de crecimiento registrada en el transcurso de la década.
El viento de cola que favoreció la aplicación de estas políticas y fomentó el crecimiento acelerado de la región hasta la quiebra de Lehmans Brothers, vuelve hoy a soplar a pleno. Los extraordinarios términos del intercambio, el incremento del comercio internacional, la abundante liquidez y las bajas tasas de interés mundiales se combinan para formar un contexto muy favorable.
En este sentido, América Latina continuará siendo un polo de atracción mundial. Si a esto se le suman políticas económicas adecuadas se abre una nueva oportunidad para profundizar la convergencia con las economías desarrolladas.

La Argentina en el vecindario de moda

La Argentina no estuvo al margen del pelotón de países emergentes que con políticas ordenadas se beneficiaron del favorable contexto internacional. Así lo demuestran la tasa de crecimiento acumulada desde 2003 (+6,3% promedio anual), la variación de reservas en poder del Banco Central y la reducción del peso estructural de la deuda pública lograda en el canje de 2005.
Sin embargo, por decisiones internas el país comenzó a acumular distorsiones y fue ingresando paulatinamente a un proceso de crecimiento friccionado, con inflación creciente y erosión de los pilares que sustentaron el ciclo expansivo.
Actualmente, la Argentina no sólo exhibe una tasa de inversión insuficiente para sostener sin presiones inflacionarias el crecimiento de la demanda agregada, sino que se está descapitalizando en sectores clave como energía y producción de carne. Peor aún, por la fuerte suba de los precios de los alimentos a partir de 2007 se frenaron -e incluso revirtieron- las mejoras en los indicadores sociales.
Es decir, por motivos propios la Argentina no está capitalizando plenamente el viento de cola externo. Variables clave como fuga de capitales (US$ 53.000 millones en tres años) o flujos de inversión extranjera directa (en los últimos años el país cayó del 3° al 5° puesto como destino en la región), son indicativos de esta realidad que implican un elevado costo de oportunidad.

Por suerte, el contexto vuelve a ser muy favorable. Las perspectivas para los próximos años no sólo muestran que la economía mundial seguirá creciendo con elevados precios de las commodities y abundante liquidez, sino que, mejor aún, el mundo relevante para la Argentina es el que estará en el centro de la escena. En otras palabras, el país está en el vecindario de moda.
Esta situación no sólo le otorga a la política económica un elevado margen de maniobra sino una segunda oportunidad que no hay que desaprovechar. Más aún, existen elementos internos como el elevado stock de reservas, el “Súper Real” Brasilero y una situación muy cómoda de la deuda pública, que permiten encarar la corrección de las distorsiones y recapitalizar la economía a un bajo costo.
En otras palabras, si bien se ha perdido tiempo y recursos valiosos, el margen de maniobra es lo suficientemente holgado como para mantener el optimismo respecto del potencial de crecimiento de mediano

Fuente:Ecolatina
Director: Economista Dr. Roberto Lavagna.

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