La inflación, un problema crónico

Lun 14: 08:02 hs-La historia argentina está signada por la inflación: la suba generalizada de los precios parece ser la regla y no la excepción. En 48 de los últimos 60 años, la inflación anual superó el dígito. Es decir, en ocho de cada diez años la suba del nivel de precios trepó por encima del 10%. Ningún país de la región presenta una persistencia tan elevada. Desde 1950 en América Latina la inflación superó el dígito en seis de cada diez años, un promedio sustancialmente inferior al de la Argentina. En las economías desarrolladas sólo cuatro de los últimos sesenta años se registraron subas por encima del dígito.

Actualmente, mientras que la gran mayoría de los países parece haber resuelto el problema inflacionario, en nuestro país se registran tasas comparativamente muy elevadas.
 Según el IPC Ecolatina en los últimos cuatro años la suba anual de los precios promedió 17,8%, sólo superada en la región por Venezuela (24,0%). Y de los 186 países miembros del FMI tan sólo 9 presentan una inflación promedio anual superior en este período, de los cuales seis pertenecen al continente africano.
 Tras varios años de fuertes subas la dinámica inflacionaria tiene inercia propia, lo que vuelve crónico al problema y dificulta su desarticulación.
 La inercia inflacionaria es la consecuencia lógica de las expectativas de suba de precios y la cobertura de los agentes frente a los aumentos esperados. Esto impone un piso más elevado a los ajustes de los contratos nominales de la economía y, por ende, perpetúa el problema inflacionario.
 Esta dinámica se ve exacerbada por la distorsión del IPC del INDEC, pues genera dispersión incluso sobre la verdadera inflación percibida. En la actualidad no hay un elemento coordinador de las expectativas de inflación.
 La sola estabilización del tipo de cambio no garantiza una disminución en los aumentos de precios. Desde agosto pasado repuntaron las subas mensuales de precios pese a que la cotización del dólar prácticamente no se modificó.
 Sin parámetros de referencia, y en un contexto que distorsiona la formación de expectativas, la inercia inflacionaria se traduce en la puja nominal por mayores ajustes de salarios y márgenes empresariales.
 En una economía con memoria inflacionaria cuando se ponen en marcha mecanismos de cobertura el proceso de suba de precios cobra vida propia.

El estigma argentino
La historia argentina está signada por la inflación. En efecto, la historia reciente muestra que la suba generalizada de los precios parece ser la regla y no la excepción.
De hecho, nuestro país registró una inflación superior a 100% anual durante 18 años consecutivos. El período de alta inflación culminó con un proceso de hiperinflación en el bienio 1989-1990.
Más aún, en 48 de los últimos 60 años, la inflación anual superó el dígito. Es decir, en ocho de cada diez años la suba del nivel de precios trepó por encima del 10%. Esta cifra es aún mayor si se excluye el período de convertibilidad, alcanzando a nueve de cada diez años.
Si bien este fenómeno se observa también en la mayoría de los países de la región, ninguno presenta una persistencia tan elevada. Por caso, desde 1950 en América Latina la inflación superó el dígito en seis de cada diez años (62,6%), un promedio sustancialmente inferior.

En cuanto a las economías desarrolladas, el porcentaje de años con una inflación superior al 10% es de apenas 7,4%. Es decir, que en tan sólo cuatro de los últimos sesenta años se registraron subas por encima del dígito.
Una mirada más reciente muestra cifras aún más preocupantes. Mientras que la gran mayoría de los países parece haber resuelto el problema inflacionario, en nuestro país se registran tasas comparativamente muy elevadas.
En efecto, según el IPC Ecolatina en los últimos cuatro años la suba anual de los precios promedió 17,8%. Esta cifra triplica la media de las economías de la región y es superada únicamente por Venezuela (24,0%).
Es más, de los 186 países miembros del FMI tan sólo 9 presentan una inflación promedio anual superior en este período , de los cuales seis pertenecen al continente africano.

Si bien el fenómeno inflacionario es recurrente en la historia argentina, nuestra performance es atípica en el actual contexto internacional. Peor aún, proyectamos que la suba de precios se acelere en 2010 y que por cuarto año consecutivo supere el dígito, profundizando los mecanismos de adaptación de los agentes económicos a un contexto de inflación elevada.

Con vida propia
Es posible identificar diversos factores que han impulsado la inflación argentina en los últimos años. Cuestiones estructurales (demanda creciendo por sobre la oferta), shocks (conflicto con el campo, sequía, etc.) y expectativas. Lamentablemente, tras varios años de fuertes subas en los precios la dinámica inflacionaria tiene inercia propia, lo que vuelve crónico al problema y dificulta su desarticulación.
La inercia inflacionaria es la consecuencia lógica de las expectativas de suba de precios y la cobertura de los agentes frente a los aumentos esperados. El problema es que las expectativas se adaptaron a un mayor nivel de inflación tras la aceleración de los precios en 2007. Esto impone un piso más elevado a los ajustes de los contratos nominales de la economía y, por ende, perpetúa el problema inflacionario.
De hecho, como se observa en el gráfico, las expectativas son adaptativas ya que la suba de precios que esperan los agentes para los próximos doce meses se alinea con la inflación contemporánea (registrada al momento de la encuesta) y no con la evolución futura de los precios.

Esta dinámica se ve exacerbada por la distorsión del IPC del INDEC respecto de la realidad. La ruptura del termómetro oficial, genera dispersión incluso sobre la verdadera inflación percibida ya que no existe un parámetro público objetivo.
Peor aún, los incrementos de precios percibidos en algunos bienes y servicios tienden a generalizarse al resto, sobredimensionando la magnitud del problema y, por ende, las expectativas de subas futuras.
Si bien la ausencia de un ancla nominal no implica inflación per se, es clave para reducir la incertidumbre y acotar las expectativas en torno a la suba de precios. En la actualidad no hay un elemento coordinador de las expectativas de inflación.
Cabe señalar que para revertir el proceso inercial, la sola estabilización del tipo de cambio no garantiza una disminución en los aumentos de precios. La relativa calma en el mercado cambiario en 2007 y mediados de 2008 no se tradujo en menor inflación y, de hecho, desde agosto pasado repuntaron las subas mensuales de precios pese a que la cotización del dólar prácticamente no se modificó.

Sin parámetros de referencia, y en un contexto que distorsiona la formación de expectativas, la inercia inflacionaria se traduce en la puja nominal por mayores ajustes de salarios y márgenes empresariales.
En síntesis, en una economía con memoria inflacionaria cuando se ponen en marcha mecanismos de cobertura el proceso de suba de precios cobra vida propia.
Es necesario comprender que la inflación es un problema macroeconómico y como tal requiere articular las distintas aristas de la política económica. Teniendo en cuenta que es el proceso de suba generalizado y sostenido de precios, no se puede combatir la inflación con controles en mercados puntuales, cierres de exportaciones o subsidios a productos sensibles.
Atacar el problema requiere de acciones concretas. Es necesario un plan explícito que será tanto más efectivo y menos costoso para la sociedad cuando más amplia sea la difusión de las medidas que lo componen.
Lamentablemente, aunque el problema está más que vigente, la inflación aún no figura en la agenda de política económica. Recién se transita la etapa en la que el índice de precios oficial se aleja un poco menos de la realidad.
En este contexto es lógico que aún con una contracción de 3,5% del PBI, la inflación cierre 2009 en un nivel cercano a 15%. Y no extraña que el año próximo se acelere al menos un par de puntos adicionales.

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