El control no ataca los problemas competitividad

Con exportaciones disminuyendo y una fuga de capitales sostenida, el gobierno decidió aplicar restricciones a las importaciones con el objetivo de forzar una menor demanda divisas y así evitar mayores presiones sobre el tipo de cambio. Conjuntamente, los valores criterio y las licencias afectan a 40% de los bienes adquiridos en el exterior. Además, para las mercaderías consideradas “sensibles” se profundizaron los controles discrecionales. En el transcurso del primer semestre, la combinación de menores importaciones por la caída de la actividad y los controles aduaneros permitieron aliviar en US$ 5.243 M la demanda de divisas.

En el contexto recesivo es natural que caigan las compras de productos en el exterior. Pero en 2009 la caída de las cantidades importadas en relación a la contracción del producto es elevada, incluso frente a años en los que la depreciación del tipo de cambio real encarecía aún más las compras externas.
La diferencia respecto a la tendencia de años anteriores da cuenta que el control paraliza importaciones por al menos US$ 4.000 M.
Si bien las restricciones redujeron parcialmente las tensiones cambiarias, dieron lugar a efectos negativos. Por ejemplo, se afectan las relaciones con los socios comerciales (en especial con Brasil) y el gobierno disminuye la recaudación por derechos de importación (entre $ 700 M y $ 1.000 M en todo 2009).
Desde julio se observa cierta estabilidad en los mercados de capitales, configurando un “veranito” financiero. En este marco la fuga de capitales aminoró su ritmo respecto a los meses previos.
No hay ninguna garantía de que las restricciones desaparezcan ya que la calma actual podría revertirse en la medida que no se resuelvan los problemas acumulados: la confianza sigue en niveles mínimos y la inflación continúa elevada (recrudeció en los últimos meses).
Si se continúa utilizando el tipo de cambio como ancla nominal de la economía y no se ataca los problemas de fondo, la fuga podría intensificase. Bajo esta lógica, sería necesario cerrar aún más la economía.
No resulta llamativo que en la última reunión de la Comisión de Comercio del MERCOSUR en septiembre, la Argentina haya insistido con el aumento temporario del arancel de importación.
En pos del desarrollo productivo nacional no deberían descartarse medidas coordinadas de protección. La cuestión es que el actual proteccionismo surge específicamente para controlar la sangría de divisas sin implementar acciones concretas para desarticular los problemas competitivos (ej.: falta de previsibilidad e incentivos a la producción y la elevada inflación).

Los números detrás de los controles

Desde principios de año se vislumbraba que 2009 no iba a ser un año tranquilo en el mercado cambiario. La sequía y el desplome de las cotizaciones agropecuarias iban a afectar a las exportaciones, mientras la fuga de capitales seguía firme al compás del deterioro de las expectativas. Es decir, iba a ser complicado balancear la oferta y la demanda de dólares.
En este marco, el gobierno decidió aplicar restricciones a las importaciones con el objetivo de forzar una menor demanda divisas y así evitar mayores presiones sobre el tipo de cambio o las reservas internacionales del Banco Central.
Actualmente casi la totalidad de los productos importados tienen restricciones no arancelarias. Conjuntamente, los valores criterio y las licencias afectan a 40% de los bienes adquiridos en el exterior. Además, para las mercaderías consideradas “sensibles” se profundizaron los controles discrecionales, debiendo constituir una garantía por la diferencia entre el valor declarado y el que la Aduana estableciera.
En el transcurso del primer semestre, la combinación de menores importaciones por la caída de la actividad y los controles aduaneros permitieron aliviar en US$ 5.243 M la demanda de divisas.

En el actual contexto recesivo, y ante una demanda interna aplacada, es natural que caigan las compras de productos en el exterior. Pero la performance importadora argentina ubica a 2009 lejos del comportamiento registrado en otros períodos recesivos.
En un primer ejercicio simple, se puede observar que en 2009 la caída de las cantidades importadas en relación a la contracción del producto (elasticidad) es ampliamente superior al promedio, incluso frente a años en los que la depreciación del tipo de cambio real encarecía aún más las compras externas.

Incluso si se aplica un modelo econométrico sobre el comportamiento de las cantidades importadas de bienes en relación a las variaciones del PBI (excluyendo los servicios) y del tipo de cambio real, las conclusiones sobre un 2009 anómalo se mantienen.
Al considerar los últimos quince años, las cantidades importadas promedian una variación tres veces superior al cambio en la producción de bienes. En este sentido, la tendencia indica que con una contracción del PBI-bienes estimada en 6,3% i.a. para 2009 y teniendo en cuenta la depreciación real del peso, las cantidades adquiridas en el exterior deberían disminuir en torno de 19% en relación a 2008.
Sin embargo, este año el volumen importado terminaría cayendo 27% i.a. por lo que la diferencia respecto a la tendencia da cuenta del control que paraliza importaciones por al menos US$ 4.000 M. Efectivamente, la multiplicación de medidas aduaneras magnifica la contracción de las importaciones en relación a la caída del producto.
Si bien las restricciones redujeron parcialmente las tensiones cambiarias y evitaron los costos de una devaluación en el contexto actual, las mismas dieron lugar a varios efectos negativos. Por ejemplo, la actividad económica y la inversión potencian sus caídas al restringirse la adquisición de insumos y bienes de capital.
Adicionalmente, se afectan las relaciones con los socios comerciales (en especial con Brasil) y el gobierno disminuye la recaudación por derechos de importación (entre $ 700 M y $ 1.000 M en todo 2009).
Por otra parte, se altera la previsibilidad del proceso productivo, especialmente cuando el mismo depende directamente de insumos importados. Asimismo, al limitar el acceso a los productos que no compiten con la industria nacional, se deterioran las perspectivas de inversión, producción y desarrollo tecnológico. Si estos bienes no son sustituibles en el corto plazo, al restringirlos se genera un impacto negativo adicional sobre la actividad.
Por último, cabe destacar que los incentivos generados por esta vía para sustituir importaciones por producción nacional no son duraderos en el tiempo ya que son exógenos: no hay un aumento real de la competitividad cambiaria sino dificultades para importar, y éstos sólo se sostienen si las trabas perduran.

Los controles seguirán vigentes pese al “veranito” financiero

Desde julio se observa cierta estabilidad en los mercados de capitales, configurando un “veranito” financiero. El tipo de cambio se mantiene estable y los depósitos a plazo en pesos aumentan, en un contexto de reducción del riesgo soberano –estaba en niveles muy elevados– y tendencia alcista de las acciones locales. En este marco la fuga de capitales aminoró su ritmo respecto a los meses previos.
De esta manera, las tensiones cambiaras que llevaron a la implementación de los controles a las importaciones se relajaron. De todas formas, no hay ninguna garantía de que las restricciones desaparezcan ya que la calma actual podría revertirse en la medida que no se resuelvan los problemas acumulados.
Esto se debe a que el gobierno actúa sobre los efectos y no sobre las causas: la confianza sigue en niveles mínimos y la inflación continúa elevada (recrudeció en los últimos meses).
Efectivamente, medidas aisladas no son suficientes para resolver problemas de fondo. Por caso, la inflación sigue siendo muy elevada a pesar de los controles de precios y las trabas sobre las exportaciones agropecuarias.
Más aún, si se continúa utilizando el tipo de cambio como ancla nominal de la economía y no se ataca la inflación ni la desconfianza, el tipo de cambio real se apreciará y la fuga podría intensificase. Bajo esta lógica, sería necesario cerrar aún más la economía para sostener el esquema en cuestión.
En este sentido, no resulta llamativo que en la última reunión de la Comisión de Comercio del MERCOSUR la Argentina haya insistido con el aumento temporario del arancel de importación. De hecho, solicitó que el resto de los miembros tomen una posición en el próximo encuentro en octubre.
Obviamente, en pos del desarrollo productivo nacional no deberían descartarse medidas de protección en el marco de una política coordinada de incentivos. La cuestión es que el actual proteccionismo surge específicamente para controlar la sangría de divisas sin implementar acciones concretas para desarticular los problemas competitivos de fondo. Entre ellos, se destacan la falta de previsibilidad e incentivos a la producción y la elevada inflación.

Fuente:Ecolatina

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