Para que alguien gatille, hay un camino que se viene construyendo. Un camino de odio, de desunión y de deshumanización hacia el que piensa distinto. Una verdadera cultura de la muerte. Es responsable quien aprieta el gatillo, y son también responsables quienes cargaron con odio esa arma.
Hay que decir basta a los que colocan bolsas mortuorias y que con la mentira alimentan el odio. Lo que vivimos hoy fue escalofriante y nos llena de angustia y preocupación. Por eso, debemos mantener el temple, pero sobre todo la fortaleza de cuidar la democracia y la dignidad humana. Este intento de magnicidio debe ser el punto final.