¿La derecha religiosa? A lo que ha llegado el discurso político

Constantino Urcuyo ( La Nación , 25/7/04), argumenta la tesis de que “el cristianismo evangélico norteamericano” es semejante a “los talibanes y la jihad ”.

La razón por la que los evangélicos son semejantes a los talibanes, según él, es porque votan por el Partido Republicano, creen en la Biblia, creen en una conversión a Cristo, y porque la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo son primordiales en sus convicciones. Ah, y además, somos peligrosos porque admitimos que hay verdades absolutas.

Sí, es cierto. Entre otras cosas, afirmamos las siguientes verdades como absolutas: Hay un solo Dios, creador del cielo y de la tierra… Hay un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios… Hay un solo Espíritu Santo, Señor y dador de vida … Hay un Dios trino y uno.

¿No es lo mismo que confiesan los cristianos católicos y ortodoxos? Estos, además, se mantienen firmes en su postura contra el aborto y a favor del matrimonio tradicional como la base de la sociedad. ¿Son ellos también parecidos a los talibanes?

Hechos transformadores. La herencia cristiana –compartida por evangélicos, ortodoxos y católicos– cuenta con hechos que han transformado la civilización occidental a partir de las prácticas paganas grecorromanas, e incluyen la lucha contra el infanticidio, el abandono de infantes, el sacrificio humano, el suicidio; por elevar a la mujer a un estatus de dignidad y libertad; por honrar y socorrer a las viudas, en vez de quemarlas; para no mencionar más que unas pocas cosas. Por su influencia, toda la cultura occidental fue imbuida de los conceptos bíblicos en diversos campos.

En 1973, la Corte Suprema de los Estados Unidos desafía siglos de esta transformación hacia una cultura civilizada, al dar el permiso legal a la mujer para matar a su bebé. Después de que condenar el aborto fue la postura del mundo occidental por casi 17 siglos, de repente, por mantener esa tradición, ¡soy tachado de promover la jihad ! En vez de ser una persona centralizada –que sigue una tradición de 20 siglos–, resulta que soy peligroso. No es la Corte Suprema la que cambió las reglas del juego, sino yo. ¡Hágame usted el favor!

El autor judío Clifford Orwin, en un artículo reciente, afirma que los evangélicos son los más acérrimos adversarios del secularismo (ahora se sabe por qué Urcuyo tiene que difamarlos). Añade que tienen además gran diversidad en sus opciones políticas. Continúa Orwin, señalando a la autora Himmelfarb: “Los evangélicos son, de hecho, más cultos que los que se llaman a sí mismos liberales religiosos o secularistas…”.

Extraña tolerancia. La religión secular pretende ser la única voz política. El mensaje principal de su religión es la tolerancia. ¡Pero qué interesante ese estilo de tolerancia, en el que a la gente con quien uno está en desacuerdo se la acusa de favorecer la jihad ! Y todo –como lo revela en sus últimas tres líneas–, simplemente porque Urcuyo desea animar a alguien (¿acaso a los costarricenses?) a no votar por los republicanos. Así no más, ¡a lo que ha llegado el discurso político!

El sumo sacerdote del secularismo es un tal Richard Rorty y, según él, los profesores deberían “disponer las cosas de modo que los estudiantes que llegan como fundamentalistas religiosos mojigatos y homófobos salgan de la universidad con opiniones más parecidas a las nuestras… tienen la suerte de hallarse bajo la benevolente Herrschaft [autoridad] de personas como yo, que se han librado de los grilletes de sus padres tiránicos, malignos y peligrosos”. Añade que a los padres hay que advertirles que “vamos a tener razón cuando los desacreditemos a ustedes a los ojos de sus hijos”.

El lector tiene que decidir por sí mismo dónde quedan los peligros de hoy. Urcuyo no admite que nadie, excepto él mismo, tenga absolutos. La verdad absoluta de él en su confesión es: “La verdad absoluta no es cosa de este mundo”.

Perdón, señor Urcuyo, pero siendo yo uno de esos evangélicos que toman tan en serio la Biblia, voy a tener que prestar atención a las palabras de Jesús cuando dice: “Oren por quienes los insultan”. ¡Que Dios lo bendiga!

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