Pero a partir de mañana todo puede cambiar, cuando los gobiernos del mundo entero se reúnan en Dubai para discutir el futuro del ciberespacio.
Con la excusa de que se debe dotar de orden al caos de Internet, varios de los 175 estados que se reunirán del 3 al 14 de diciembre en la Conferencia Mundial de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) proponen que sean los gobiernos los que regulen la red, lo que derivaría en controles y excesos en contra del libre intercambio de información que hoy se experimenta.
Algunos gobiernos pretenden imponer tarifas, al estilo servicio telefónico, por lo que los usuarios no sólo pagarán por conexión, sino también por tiempo y descargas. Aunque el pretexto es recolectar dinero para ampliar redes de banda ancha, un servicio más costoso evitará que los más necesitados puedan acceder a él, lo que ampliará la brecha digital y cultural entre ciudadanos y países, ricos y pobres, que Internet está ayudando a disipar.
No es casualidad que estas propuestas sean de gobiernos que ya tienen por costumbre bloquear y censurar, así como encarcelar a blogueros e internautas, como el caso de Cuba, Irán, China y Rusia, los peores países en la reciente clasificación mundial sobre libertad en Internet de Freedom House.
Aunque estos países justifiquen que las regulaciones servirán para castigar ciberataques, pornografía infantil o piratería –aspectos ya contemplados en las leyes regulares–, los nuevos controles buscarán limitar que Internet sea un espacio democrático, diverso y plural, de probada eficacia.
Hubiera sido difícil para los disidentes cubanos burlar la censura oficial sin blogs ; a los musulmanes, crear la Primavera Árabe sin Twitter; a los argentinos, autoconvocarse en cacerolazos sin Facebook; o a los chinos, exponer actos de corrupción sin sus filmaciones con teléfonos móviles inteligentes. Estos países y, lamentablemente, los democráticos Brasil e India, en un grupo que destacan árabes y africanos, insistirán en que Internet debe ser regulado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desconociendo que la Red ha crecido y se ha expandido porque es ajena a los gobiernos y está en manos de organizaciones no gubernamentales y privadas.
No será fácil para esos gobiernos imponer condiciones. Muchos países latinoamericanos y europeos, como la pequeña Estonia –donde los ciudadanos pueden votar en línea, acceder al historial médico y a las tareas escolares de sus hijos– quieren que la Red se mantenga sin límites ni prohibiciones.
Además, la delegación de EE.UU. tiene de su Congreso un mandato preciso para Dubai: el ciberespacio debe ser de acceso libre y gratuito. Se trata de una posición destacada, ya que es el país inventor de Internet y al que muchas veces éste le ha jugado malas pasadas, por lo que tendría excusas suficientes para censurarlo.
EE.UU. es el país que más ciberataques recibe contra sus instalaciones militares, de inteligencia y empresas privadas; su servicio diplomático fue avergonzado por millones de documentos confidenciales expuestos por WikiLeaks y miles de fotos y videos también revelaron que sus soldados torturaron en cárceles clandestinas.
Si en la reunión de Dubai se adoptan regulaciones, se tratará de una de las mayores contradicciones de la historia. Es que la ONU, ente madre de la UIT, promueve achicar la brecha digital entre pobres y ricos mediante una Internet libre y gratuita, pregonando que el derecho de conexión y banda ancha es tan importante como el derecho a los alimentos.
Bajo esos preceptos, más que regular, los gobiernos deberían promover que la Red llegue a las dos terceras partes del mundo que aún no la tienen y garantizar la libertad de expresión por cualquier medio y sin limitaciones de fronteras, como les demanda la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Fuente:lavoz.com
