Una realidad que nadie quiere ver, ni la justicia

Mierc 18 18:52 hs.-La carta que transcribo a continuación fue enviada al Programa Radio Bar el 21 de Junio de 1989, desde entonces he tratado el tema de la violencia familiar y aun hoy no deja de preocuparme y ocuparme la naturalización de la violencia familiar y el desinterés de las instituciones sobre el tema, incluida la justicia, las fuerzas de seguridad y la sociedad en su conjunto. Este testimonio es el de una mujer que logró salir del infierno, pero las secuelas aun le impiden hasta decir su nombre. No todas lo logran, en 2011, 208 mujeres murieron por hechos de violencia familiar.

Rio Grande 21 de Junio de 1989.
Señor Armando Cabral
Programa Radio Bar.
Radio Nacional Rio Grande.
De mi consideración:
El motivo que me lleva a enviarle la presente es que por segunda vez he escuchado que en tu programa, le das cabida a una nota sobre un tema de particular actualidad, «Mujeres Golpeadas».
Aclaro lo de segunda vez, pues el viernes pasado escucha lo que leíste de una chica llamada Sandra y lo de «particular actualidad» también lo aclaro porque el tema desgraciadamente no es nuevo, sino tan viejo como la humanidad misma.
Me llamó la atención que un hombre, como vos, o comunicador social, como les llaman ahora, se ocupara de un asunto tan espinoso.
Por lo general los hombres evaden hablar de ello, les cuesta tal vez por aquello de que todos somos un poco responsables de todo. Me gustó lo que leíste, pero mas lo que dijiste, sobre todo el viernes cuando llamaste la atención a aquellos que tienen la «mano larga» o «el arma rápida» de que era mas importante tener al lado una mujer «para amarla» y no para golpearla.
Claro que tenes razón, pero no todos los hombres piensan lo mismo que vos. Anoche, y nuevamente tus opiniones personales «de hombre casado» que eligió una mujer por razones afectivas muy importantes, son tus palabras, volvieron a conmoverme y decidí escribirte esto.
Armando, en todos los casos hombres y mujeres nos unimos por razones afectivas, que sobrepasan cualquier otro motivo. Pero sucede que la vida en común a veces se vuelve difícil por fallas en uno o en otro, o tal vez en ambos, y estas afectan el vinculo que una creyó indestructible. Entonces todo empieza a cambiar y una trata desesperadamente de «saber algo. Mas cuando el hombre descarga su bronca a golpes, no sabe no puede saber, ni imaginar que es lo que siente la mujer que esta detrás de ese golpe. Yo puedo contártelo, se piensa que no es cierto, que se esta viviendo un sueño, que ese no es el hombre a quien una eligió, que la locura no esta muy lejos, que mejor es morir.
Y después, después viene el miedo.El miedo, la vigilia permanente para no provocar el estallido de la violencia.
El miedo anula, ya no se razona, no se puede. Una mujer dominada por el miedo a la violencia es una autómata, una cosa. Y a las cosas se les puede hacer de todo, hasta convertirlas en basura. La autoestima se pierde de tal modo que una llega a convencerse que merece los golpes, los insultos, las ofensas. Y si hay hijos, esos testigos involuntarios de esta atrocidad, la culpa y la vergüenza se vuelven insoportables. Para esa mamá que no sabe, no logra o ya no puede manejar una horrible situación que los lastima a todos para siempre.
Si, dije para siempre, porque pese a la ayuda que la terapia psicológica o siquiatrica pueda brindar las huellas no pueden borrarse. El olvido no llega.
Solo se logra atenuar las consecuencias. El tiempo otorga el lógico alivio, pero la memoria queda conj esas secuelas grabadas hasta el fin.
Se puede salir de situaciones de violencia con una enorme fuerza de voluntad y la ayuda profesional que corresponda, pero no es fácil. Yo todavía estoy trabajando en eso, hace ya mucho tiempo, espero con mucha fe poder lograrlo del todo.
Como conclusión de todo esto, quiero darte las gracias, por ocuparte con tanta sinceridad de este tema tan doloroso, pedirte que leas esta carta para pedirle a todas las mujeres que vivan situaciones de violencia hogareña qu no se callen, que no lo permitan, que el amor empieza por nosotras mismas, si no nos amamos y respetamos no podemos pedir que nos amen y nos respeten.
Que nuestros hijos no vean ni oigan nunca, escenas de agravio entre quienes se supone deben enseñarle a vivir y a amar.
Espero que todo cuanto he expresado llegue a quienes corresponda, necesitaba decirlo y se que vos lo vas a difundir. Por obvias razones no puedo firmar esta carta. Todavía siento vergüenza. Cuando logre superarla te prometo hacerte saber quien soy.

Sinceramente T.L.

Nunca pude saber quien era T.L. y aun hoy cada vez que leo esa carta me conmueve saber que detrás de esas dos letras hay una mujer que pudo salir de ese infierno, pero también que hay cientos que no lo lograron y forman parte de las 208 mujeres que murieron en el 2011 por hechos de violencia familiar, algunas mas famosas que otras pero todas mujeres, seres humanos que han vivido un calvario por años, abusos, maltrato físico, psicológico que les han dejado secuelas que nunca se borraran del todo. T.L. se animó a contarlo, todas ustedes también pueden hacerlo.

Armando Cabral

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