Más divisas y menos producción del campo en 2011

Mart 12 12:56 hs.-La campaña agrícola 2010/2011 estará condicionada por la ocurrencia del fenómeno climático conocido como la Niña, que implica menores precipitaciones. No se espera que se repita la fuerte sequía que afectó la campaña 2008/2009, pero el perfil hídrico de la próxima cosecha no sería tan favorable como el que se observó en la última. Como fuera mencionado, la apreciación cambiaria actual afecta a la producción de productos exportables e impulsa las importaciones, empeorando el saldo comercial. En este contexto, la Argentina necesita generar más divisas.

El complejo sojero y cerealero representa más de un tercio de las exportaciones y la cadena agroindustrial en su conjunto explica prácticamente la totalidad del superávit comercial.
 La escasez de lluvias o la posibilidad de heladas tardías le pone un techo a la campaña 2010/2011. Aunque en términos de divisas el aporte podría llegar a ser superior si los precios se mantienen el alza.
 Se estima que la producción final de maíz y soja será menor a la obtenida en la campaña anterior. El aliciente lo dará el aumento en la producción de trigo y girasol, pero estos productos no compensan el menor volumen los primeros.
 La producción de los cuatro principales productos alcanzaría 84,6 millones de toneladas en la próxima cosecha (2,5 millones de toneladas menos que la anterior), por lo que el sector contribuirá a la actividad de 2011 pero no realizará un aporte significativo en términos de crecimiento.
 Sin embargo, las exportaciones del sector superarán en 2011 al monto conseguido este año: si se valúa la cosecha esperada a los precios actuales se conseguiría un ingreso adicional de divisas cercano a US$ 1.400 millones.
 Cabe aclarar que la soja sigue siendo el principal cultivo pues la regulación oficial para su comercialización es menor y el productor recibe un precio sin distorsiones. Pero se observan descuentos respecto al FAS teórico cercanos a US$ 50 por tonelada para el trigo y US$ 40 por tonelada para el maíz.
 Evidentemente el riesgo climático no es controlable y los pronósticos reducen la producción esperada, afectando el crecimiento del sector. Pero la política agrícola no contribuye a destrabar la situación.
 Los desincentivos a diversificar los cultivos perduran pues el esquema actual garantiza elevados ingresos fiscales. Además, el atraso cambiario también asfixia la dinámica de las inversiones del sector.

El clima es otro condicionante

Hace pocos meses los meteorólogos detectaron un descenso de la temperatura en el Océano Pacífico Ecuatorial. Este fenómeno climático conocido como la Niña implica menores precipitaciones para la zona agrícola de la Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil.
Si bien los expertos no esperan que se repita la fuerte sequía que afectó la campaña 2008/2009 –gracias a una mayor acumulación de agua en los suelos– el perfil hídrico de la próxima cosecha no sería tan favorable como el que se observó en la última. Este dato es trascendente por la elevada dependencia de la economía argentina al campo y, especialmente, a las divisas que genera.
Como fuera mencionado en otras oportunidades, mantener el tipo de cambio nominal anclado en un contexto de fuertes subas de precios implica un rápido deterioro de la competitividad externa. Ello afecta a la producción de productos exportables e impulsa las importaciones, empeorando el saldo comercial.
En este contexto, la Argentina necesita generar cada vez más divisas. El complejo sojero y cerealero representa más de un tercio de las exportaciones y es uno de los pocos sectores que sigue siendo muy competitivo pese a soportar una carga impositiva creciente. Es más, la cadena agroindustrial en su conjunto explica prácticamente la totalidad del superávit comercial.

En este sentido, la escasez de lluvias o la posibilidad de heladas tardías le pone un techo a la campaña 2010/2011. Lo positivo es que las perspectivas de los precios internacionales de los productos primarios son alentadoras.
De todas formas, en 2011 el sector agrícola no será un elemento dinamizador de la actividad como lo fue este año. Aunque en términos de divisas el aporte podría llegar a ser superior si efectivamente se logra alcanzar una producción similar a la campaña 2009/2010 y los precios continúan en ascenso.
Vale recordar el fuerte impacto que tuvo en 2009 la peor sequía en cuarenta años. Por la caída de la producción y el desplome de los precios de las commodities (producto de la crisis internacional), el complejo oleaginoso y cerealero explicó más de la mitad de la contracción de las exportaciones totales del país.
Las menores ventas no sólo impactaron negativamente en los ingresos de los productores, del Estado (vía derechos de exportación y demás impuestos) y las actividades conexas, sino que también influyeron al mercado cambiario. Frente a la caída de las exportaciones y la elevada fuga de capitales el gobierno optó por restringir las importaciones para resguardar el excedente comercial.
En síntesis, así como fuera destacada la importancia de los términos de intercambio para sostener el superávit comercial o del Super Real a la hora de atenuar la creciente pérdida de competitividad externa , se subraya aquí el rol que juegan las condiciones climáticas en la economía local. En el corto plazo los riesgos son acotados, pero preocupa la creciente dependencia en factores que no se controlan (exógenos): clima, precios internacionales y valor del Real brasileño.

Menor producción, más ingreso de divisas, los mismos desincentivos

La siembra del trigo durante el invierno dio comienzo a la campaña agrícola 2010/2011. A diferencia del ciclo anterior, donde se perfilaban los beneficios climáticos del Niño, éste encuentra a los productores en una mejor posición financiera pero expuestos a la incertidumbre propia del período de la Niña.
La posibilidad de menores precipitaciones durante el verano tiene consecuencias negativas sobre el rendimiento esperado del maíz (que se está sembrando en estos días) y sobre la intensión de siembra de la soja para fin de año. De hecho, se estima que la producción final de ambos cultivos será menor a la obtenida en la campaña anterior.
El aliciente lo dará el aumento en la producción de trigo y girasol, pues en el primer caso se cosechará hacia diciembre sin tanto stress hídrico (aunque expuesto a posibles heladas tardías) y en el segundo caso el cultivo tiene mejor resistencia a la falta de agua. Sin embargo, el alza en estos productos no compensa el menor volumen global resultante de la baja en maíz y soja.

La producción de los cuatro principales productos alcanzaría 84,6 millones de toneladas en la próxima cosecha (2,5 millones de toneladas menos que la anterior). Lógicamente, esta caída implica menor contratación de fletes, utilización de insumos y labores en general, por lo que el sector contribuirá a la actividad de 2011 pero no realizará un aporte significativo en términos de crecimiento.
Sin embargo, pese al menor volumen, si se sostiene la reciente escalada de las cotizaciones de los productos agrícolas las exportaciones del sector superarán en 2011 al monto conseguido este año. De hecho, si se valúa la cosecha esperada para la campaña 2010/2011 a los precios actuales se conseguiría un ingreso adicional de divisas cercano a US$ 1.400 millones.

Cabe aclarar que desde el conflicto entre el gobierno y el campo a comienzos de 2008, la participación del complejo sojero no ha dejado de crecer en términos de producción y exportaciones. Pese a tributar una mayor alícuota, la oleaginosa sigue siendo el principal cultivo porque al destinarse al mercado externo y explicar prácticamente la totalidad del ingreso por retenciones agrícolas, la regulación oficial es menor y el productor recibe un precio sin distorsiones.
En el caso del trigo o el maíz (ambos con un consumo interno elevado) las complicaciones para su comercialización generan un castigo para el productor que termina funcionando como un desincentivo para su implantación. En este sentido, durante el mes de septiembre se observaron descuentos respecto al FAS teórico cercanos a US$ 50 por tonelada de trigo y US$ 40 por tonelada de maíz.

Evidentemente el riesgo climático no es controlable y los pronósticos reducen la producción esperada, afectando el crecimiento del sector. Pero la política agrícola no contribuye a destrabar la situación. Los desincentivos a diversificar los cultivos perduran pues el esquema actual garantiza elevados ingresos fiscales. Además, el atraso cambiario también asfixia la dinámica de las inversiones del sector.

Fuente:Ecolatina.
Director Economista: Roberto Lavagna.

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