Las Islas Malvinas podrían convertirse en un nuevo centro de producción de salmón en el Atlántico Sur, si el Gobierno de las Islas Malvinas (FIG) aprueba el proyecto presentado por Unity Marine. La empresa, que es una alianza entre la firma pesquera local Fortuna y la consultora danesa F-Land ApS, ha propuesto una operación que podría alcanzar hasta 50.000 toneladas de salmón cultivado. Según James Wallace, director general de Unity Marine, el proyecto tiene el potencial de diversificar la economía local y generar nuevos ingresos para las islas, especialmente a través de la creación de empleo y el aumento de los ingresos fiscales.
El plan consiste en la construcción de ocho centros de producción de salmón a lo largo de la costa de East Falkland, la isla principal del archipiélago. Estos centros estarían ubicados entre 3 y 7 kilómetros de la costa, una distancia que se considera adecuada para garantizar un buen entorno para el cultivo. La infraestructura incluiría instalaciones para la cría de salmones juveniles, así como jaulas de engorde en el mar, similares a las utilizadas en otras regiones productoras como Noruega y Escocia.
Además, Unity Marine tiene la intención de implementar tecnologías avanzadas, incluyendo el uso de energías renovables. Se planea la instalación de aerogeneradores y generadores solares como parte de su compromiso con la sostenibilidad. Sin embargo, este proyecto aún se encuentra en evaluación, ya que el Gobierno de las Islas Malvinas debe tomar una decisión después de la consulta pública en curso, que está programada para finalizar a finales de 2025.
El desarrollo de la industria del salmón en las Islas Malvinas ha generado un debate entre diferentes actores, tanto a nivel local como internacional. Por un lado, los defensores del proyecto destacan los beneficios económicos que podría generar. La pesca y el turismo son actualmente los pilares de la economía de las islas, pero algunos sostienen que el cultivo de salmón podría ofrecer una nueva fuente de ingresos y empleo. Wallace, director de Unity Marine, subraya que el proyecto podría contribuir significativamente al erario público mediante impuestos y derechos de licencia, lo que podría ayudar a financiar otros aspectos de la economía local.
Por otro lado, los detractores del proyecto, incluidos algunos sectores de la comunidad malvinense, han expresado sus preocupaciones sobre los posibles efectos negativos de la salmonicultura. Organizaciones ambientalistas han señalado que la actividad podría afectar la biodiversidad local y poner en riesgo a la fauna marina. Además, los críticos advierten sobre la posibilidad de que el proyecto impacte en otras actividades económicas clave, como el turismo, que depende de la conservación de los recursos naturales intactos.
En este contexto, Unity Marine ha propuesto un viaje a Noruega para que funcionarios del Gobierno de las Islas y miembros de la comunidad local puedan informarse de primera mano sobre los beneficios y los desafíos de la industria del salmón. Este viaje tiene como objetivo proporcionar una visión más completa de cómo funciona la industria en uno de los países más avanzados en este tipo de producción. La empresa cubriría los costos del viaje, lo que ha generado algunas dudas en cuanto a la imparcialidad de la información que se pueda recibir.
El Gobierno de las Islas Malvinas, a través de su figura institucional, ha expresado que la visita será evaluada con cautela y que cualquier decisión se tomará de acuerdo con los principios de transparencia y con una consideración adecuada de todas las partes involucradas. En este sentido, el legislador local Gavin Short declaró que la Asamblea Legislativa de las Islas Malvinas apoya la recopilación de información sobre la industria del salmón, pero enfatizó la importancia de que los funcionarios y miembros de la comunidad actúen conforme a las normativas de conducta pública.
Tierra del Fuego y la prohibición
El debate sobre la salmonicultura no es exclusivo de las Islas Malvinas. En Argentina, la provincia de Tierra del Fuego también vivió una discusión similar, cuando en 2021 se aprobó una ley que prohíbe la creación de granjas de salmón en el Canal de Beagle, un área marítima estratégica. Esta ley fue resultado de una fuerte oposición tanto de la población local como de organizaciones ambientales, que cuestionaron el impacto potencial de la industria en los ecosistemas marinos y en la economía de la región, especialmente en el turismo, que es vital para la provincia.
En Tierra del Fuego, la legislación fue promovida por la vicegobernadora Mónica Urquiza y el legislador Pablo Villegas, quienes argumentaron que la salmonicultura podría haber representado una amenaza para la economía local, particularmente en Ushuaia, donde la mitad de las familias dependen del turismo. La ley fue aprobada por unanimidad, convirtiendo a Argentina en el primer país en prohibir oficialmente esta actividad en esa región.
La experiencia de Chile: exportaciones multimillonarias
La prohibición en territorio fueguino contrasta fuertemente con el desarrollo de la industria salmonera a pocos kilómetros de allí, en aguas chilenas. Las exportaciones de salmón trasandino han tenido un notable crecimiento en los últimos años, alcanzando en 2023 un total de 6.461 millones de dólares en envíos de pescados cultivados, como salmón y trucha. Este rubro se consolidó como el segundo producto de exportación de Chile, solo por detrás del cobre, con mercados tradicionales como Estados Unidos (2803 millones de dólares), Japón (932 millones de dólares) y Brasil (829 millones de dólares). Además, las exportaciones de salmón chileno han mostrado un crecimiento hacia nuevos destinos como Rusia (342 millones de dólares) y China (309 millones de dólares). En total, las exportaciones no tradicionales chilenas (que incluyen al salmón, frutas, celulosa y vinos) alcanzaron un récord histórico de 43.663 millones de dólares en 2023.
Para tener una idea cabal de la importancia de esta industria, estas cifras pueden compararse con las del producto más tradicional del campo argentino: en el mismo año de 2023, las exportaciones argentinas de carne vacuna sumaron 2593 millones de dólares, lo que representa apenas un 40% de los ingresos generados por las exportaciones de salmón chileno. De hecho, los pescados cultivados de Chile generaron un 150% más dólares que la carne vacuna argentina. Este dato resalta el crecimiento significativo que ha experimentado la industria del salmón en Chile, un país que ha logrado aprovechar las oportunidades comerciales gracias a su estructura macroeconómica ordenada y su acceso preferencial a mercados globales a través de Tratados de Libre Comercio (TLC).
En contraste, la carne vacuna argentina, que históricamente ha sido considerada un producto emblemático y parte de la «marca país», depende fuertemente de la demanda de China para los cortes congelados y de la Unión Europea para los productos enfriados. Esta dependencia de mercados específicos contrasta con la diversificación comercial de Chile, donde los salmones encuentran múltiples destinos internacionales. Irónicamente, a pesar de que Argentina posee una enorme producción de granos (como maíz y soja), fundamentales para la salmonicultura, la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego significó así otra oportunidad perdida para el desarrollo de esta región del país.