Emanuel Balbo tenía 22 años y fue arrojado desde la tribuna por un grupo de hinchas de su mismo equipo, Balbo había reconocido a quien había matado a su hermano tiempo atrás y este le grito “vos sos de Talleres”, eso fue suficiente para que la horda se le arrojara encima, lo moliera a palos y después lo arrojaran desde la tribuna cayendo 4 metros, el golpe le provocó la muerte cerebral instantánea, fue llevado a un hospital donde falleció horas después.
Hasta aquí la crónica, la estadística, el hecho, pero este nivel de barbarie debe ser analizado fríamente, como es que llegamos hasta aquí y como si no fuera suficiente con verlo en televisión, diarios y redes sociales, encontras que hay quienes lo justifican, lo justificaron hasta que se supo que Balbo no era hincha de talleres, sino de Belgrano y quienes lo tiraron fueron sus colegas de hinchada lo que lo hace aún más increíble, más brutal, más sanguinario, más inentendible.
Un circo romano, donde ya no son suficientes, bengalas, gas pimienta, peleas, y todo lo que ya sabemos, sino que ahora hay un muerto en medio de un partido de fútbol, ni antes ni después, durante un partido de fútbol, arrojado al vacío por un grupo de bestias irracionales. Las escenas son dignas de una película de terror, pero es la más cruda realidad, todos los que fueron filmados y fotografiados haciendo eso ya deberían estar presos, todos, pero la justicia argentina es tan poco creíble, tan lenta, tan parcial que quizá por eso tiene tan mala imagen.
Balbo fue asesinado, a plena luz del día y ante miles de testigos azorados, tanto como quienes lo vimos en los medios de comunicación. No puedo imaginar el dolor de esos padres al perder dos hijos a manos de un mismo criminal, de un mismo asesino, de una bestia que estaba en libertad, como tantos otros y volvió a matar.
Cuál es la vara con que la justicia mide a quien sí y a quien no liberar, cual es el parámetro, cuantos hechos de esta índole deben perpetrarse para que se actué de manera rápida y ejemplificadora, cuántos muertos más, en estadios, recitales, boliches, fiestas electrónicas, cuanto más se necesitan para que la justicia reaccione.
Lo ocurrido en Córdoba debe ser un punto de inflexión para que la justicia Argentina tome debida nota del desmadre en que estamos inmersos a nivel de seguridad, falta de controles e impunidad.
Debe tomar nota, debe actuar y parar esta locura, que no debemos naturalizar jamás.
Armando Cabral