Entre 2022 y 2023, nuestro país debería devolverle al FMI más de USD 46.000 millones entre capital e intereses, lo que implica 5% del PBI de cada año. Si a esto le sumamos el calendario de pagos de bonos para esos años, el monto casi se duplica. En consecuencia, el Estado Nacional enfrentaría vencimientos cercanos a un décimo del PBI en 2022 y 2023. Si bien la situación actual cercana al equilibrio primario del Sector Público Nacional reduce las necesidades de contraer nuevos compromisos, tampoco le alcanzará para generar superávits de semejante magnitud como para afrontar estos compromisos. Por lo tanto, una parte importante de los pasivos deberá ser refinanciada.
En este punto, vale remarcar que la mayoría de los mismos está nominado en moneda extranjera. De esta forma, si el Estado Nacional no consigue esos dólares, posiblemente deba comprarlos en el mercado local, sumando así un factor de presión adicional al tipo de cambio. Para reabrir el acceso al financiamiento privado no bastará solo con hacer las “cosas bien”: el errático contexto internacional nos podrá ayudar o dificultar. Ahora bien, suponiendo que esto no es un problema –lo que es probable- y nos permite cancelar los vencimientos extra FMI, todavía restaría ver cómo repagarle al organismo multilateral.
Para ello, el propio Fondo posee una modalidad: el Servicio Ampliado de Fondos (o Extended Funds Facility, EFF por sus siglas en inglés). El mismo se arregla con países que poseen problemas de balanza de pagos, es decir, una insuficiencia de moneda extranjera, tal como le sucede a la Argentina, y se focaliza en resolver la incapacidad del país para generar divisas netas y los problemas del Sector Público para comprarlas. Además, si bien aporta fondos usualmente menores a los stand by lo hace por un tiempo más prolongado (cuatro años) y con mayor plazo de repago (hasta diez años después de concretado el desembolso). Por esta razón, los giros están supeditados al cumplimiento de criterios cuantitativos, como ser las metas fiscales, pero también a la aplicación ciertas políticas (benchmarks estructurales) que contribuyan a estabilizar la macroeconomía.
El mundo y el FMI: crecimiento económico con desigualdad
Desde 2002 a la fecha, el FMI firmó 31 EFFs. El mayor de ellos fue con Grecia, en 2012 y por un monto de USD 33.000 millones (luego de un stand by de USD 37.000 millones), en un paquete conjunto con el Banco Central Europeo y la Comisión Económica Europea que superaba los USD 250.000 millones. Asimismo, los más recientes fueron con Ecuador y Pakistán (en marzo y julio de 2019, respectivamente) donde se establecieron reformas del sistema tributario, el régimen cambiario, la regulación del Banco Central, las legislaciones laborales y hasta programas de inclusión educativa y financiera para las mujeres. Como se observa, el plan promueve cambios a lo largo de casi todo el sistema económico y social y abarca más áreas que el stand by.
Otro criterio de evaluación es la dinámica de la cuenta corriente del balance de pagos, es decir, si la economía logró superar su insuficiencia crónica de divisas por bienes, servicios y pagos de rentas que, justamente, la llevó al acuerdo. En este punto los resultados son menos alentadores. Si bien hay ejemplos exitosos (Irlanda, Jamaica y Ucrania, entre otros), la mayoría de los déficits de cuenta corriente permanecieron constantes o incluso se agravaron, producto en parte del crecimiento de la economía que suele traccionar a las importaciones. Además, la apreciación cambiaria inmediata que resulta de que un país abierto al mercado de capitales haga reformas económicas pro mercado profundizó los desbalances. Por esta escasez de oferta de moneda extranjera, al menos seis países (Albania, Armenia, Moldavia, Pakistán, Seychelles y Sri Lanka) debieron refinanciar su EFF mediante una extensión del acuerdo con resultados todavía abiertos.
A modo de conclusión, podemos afirmar que el EFF es exitoso en estabilizar a la economía e incluso en recuperar la senda de crecimiento. Sin embargo, estas mejoras se atenúan al sumar indicadores sociales y de sostenibilidad del crecimiento, como ser la generación de dólares genuinos. Por lo tanto, a juzgar por la experiencia histórica, sería una salida “positiva” por el lado macroeconómico para el problema de la deuda y la imposibilidad de repagarla en tiempo y forma. No obstante, al tener en cuenta otros indicadores de desarrollo y las perspectivas de mediano plazo, aparecen algunas señales de alerta. Por lo tanto, gane quien gane, es muy probable que haya Fondo para rato. Esperemos que también haya crecimiento.