1° de Mayo Día del Trabajador: En mi padre el reconocimiento a todos los trabajadores en su día.

Sab 30/04/16 .-En el Día del Trabajador mi respeto y reconocimiento a todos aquellos que como mis viejos, peones de campo, hicieron grande a este país, trabajando de sol a sol, de lunes a lunes. Porque el trabajo dignifica.

 

Hace 52 años llegábamos con mis padres a la Estancia Loma Negra, en el cuartel 3° del Partido de Rauch Provincia de Buenos Aires, Nilda y Juan, iban a tener por primera vez una casa, porque el dueño del campo pagaba el sueldo, pero además nos daba la casa, un capón por semana y la posibilidad de tener nuestra huerta y criar gallinas, cerdos y eso en 1964 era mucho para un hombre y su familia. Allí nacieron mis dos hermanos, Marta y Juan en ese orden.

El casco de esa estancia tenía 14 habitaciones, inmensas, galerías de baldosas rojas, rosales, ortencias, camelias y jazmines en un jardín de una hectárea, había sido el hogar de un francés de apellido Carricart, y en la zona todo llevaba su nombre hasta la escuela rural a 5 kilómetros de lo que sería de ahí en más mi casa.

Mi viejo fue tomado como encargado y mi madre como cocinera, crecí viéndolos trabajar de lunes a lunes, mi viejo desde las 5 de la mañana hasta que oscureciera, mi madre en la huerta, el jardín y la limpieza de toda esa inmensa casa, y por la tarde alimentar a los animales que criábamos.

Desde octubre en adelante comenzaba la época de la arada, rastrear y sembrar, y desde los 11 años en adelante a la par de mi viejo salía de mi casa a sembrar en los demás campos del patrón y volvíamos los fines de semana en el tractor, para el lunes recomenzar la tarea.

Los veranos eran de cosecha, cuando no había recolección a granel, sino en bolsas y siempre a la par de mi viejo también hacia eso, para mi verlo incansable, de sol a sol, de lunes a lunes, era la imagen del laburante, del tipo que en realidad se ganaba el pan con el sudor de frente. Cortar árboles para hacer palos de alambrado, alambrar, hacer la yerra, criar novillos, hacer pasturas, en mayo carnear un chancho y un novillo para hacer chorizos, morcillas, jamones, bondiola, pancetas ahumadas, y eso mezclarlo con las conservas de mi vieja, morrones, ajíes, albaca, y todo lo que la huerta nos daba, el lugar donde los fines de semana lo pasábamos entre tomates, chauchas, papas, orégano, cebollas de verdeo y descansábamos después de regar todo y arrimarle tierra a las plantas, debajo de inmensos arboles de ciruelas amarillas.

En ese ámbito de trabajo donde ninguno lo esquivaba, ni tenia artículo, ni pensábamos en vacaciones porque no se podía y porque antes que las vacaciones estaba la cosecha y si nos sentíamos mal, la vieja siempre tenía un remedio casero a mano, un té de cedrón, jarabe de tuna para la toz o te de orégano si el estómago decía basta, creci y disfrute de mi infancia y adolescencia.

Crecí ahí viendo a mi vieja hacer el mejor dulce de leche casero que haya comido en mi vida, las mejores mermeladas caseras, o la manteca que hacía con todo su esmero, los asados de mi viejo los domingos, porque ese dia mi madre no cocinaba.

Si no hubiera sido por ellos y por ese mate que mi viejo le llevaba a la cama a mi vieja todos los días durante los casi 50 años que pasaron juntos, hoy no les desearía Feliz día del Trabajador a quienes trabajan en silencio no solo en el acampo, a quienes no están en las movilizaciones, a los que trabajan porque tienen que trabajar, a los que doblaron el lomo durante años, para que tipos como yo pudieran estudiar.

Mi padre y mi madre fueron peones rurales, pero su sabiduría no estaba en aprenderse de memoria frases de algún escritor de moda, nos mostraron a mis hermanos y a mí que la dignidad del hombre está en el trabajo, cada acto fue un ejemplo que se tomaba o no, pero estaba claro que no tenía otra faceta, era esa la forma de vivir, de su trabajo, de su esfuerzo, juntando maíz con las heladas de julio, o cosechando en diciembre con 30 grados, mi madre manejando un tractor y mi viejo y yo levantando bolsas.

Cuando me mandaron a estudiar la posta la tomaron mis hermanos y Juan hasta hoy sigue el ejemplo de mi viejo y con todas las contrariedades que tiene la política y la estupidez de los que hablan sin saber, sigue produciendo y vive de su laburo.

Hay miles de argentinos que todos los días hacen esto, porque tienen que hacerlo, porque son dignos, porque son honestos, porque no tienen doble faz, son simples nunca le esquivaron al trabajo, porque su vida y la de sus hijos depende de ellos, y nadie se los explicó, era lo que había que hacer y no era una consulta popular, se hacía o se hacía.

Mi padre trabajo en el campo hasta el último día de su vida, murió de un infarto hace unos años cuando iba a comprar maíz para sus gallinas y su última imagen seguramente fue la de mi vieja diciéndole “cuídate viejo”, como cada vez que salía de casa.

En el día internacional del trabajo quiero reconocer a esos miles hombres y mujeres silenciosos como mis viejos que se ganaron lo que tienen trabajando de sol a sol, sin feriados, sin vacaciones, sin obra social, con sueldos vergonzantes y condiciones de vida que algunos ni siquiera pueden imaginar. Por eso no permito que se hable sin saber del campo, ni de quienes hicieron grande a este país desde la ganadería y la agricultura. Y que no fue la Sociedad Rural Argentina, sino estos trabajadores y millones de otros que día a día hacen grande a este país.

Mis respetos, mi reconocimiento y mi eterno agradecimiento, primero a mis padres y después a todos los que como ellos, nos permitieron saber que aquella frase “el trabajo dignifica”, no es solo palabras.

Armando Cabral

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