¿Qué hacías el 24 de marzo de 1976?.

Juev 24/03/16 .- El 24 de marzo de 1976, como todos los días me levanté a las 7 de la mañana porque 07:45 ingresaba como todos los días a las Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 de Rauch en la provincia de Buenos Aires, un pueblito que por entonces tenía unos 10 mil habitantes y que vivía de la actividad rural.

No teníamos mucha idea de lo que pasaba en el resto del país, primero porque teníamos 16 años y segundo porque en esa comunidad, como en tantas otras los diarios llegaban en un camión cerca del mediodía.

La mayoría éramos hijos de empleados rurales y como yo veníamos de haber cursado la primaria en el campo, más lejos aún de lo que venía sucediendo desde hacía años en el país.

Todo llegaba a través de la radio, no muchos tenían televisión, y el trabajo te ocupaba todo el tiempo, solo un rato de radio a la noche o a la mañana antes de salir los trabajos del campo.

Cuento esto porque la realidad en aquel momento era muy distinta a la que vivimos hoy. Estamos hablando de 40 años atrás.

Ese día, ese 24 de marzo de 1976, llegue a la escuela y me encontré dos soldados en la puerta, y en el ingreso al pasillo que llevaba a las aulas con un cartel pegado en la puerta de la Dirección que decía que las fuerzas armadas se habían hecho cargo del país, no sabía muy bien que quería decir eso, pero se notaba que algo no estaba nada bien.

Mis amigos mayores, me dijeron esa noche, después de un día tenso por donde se lo mirara, que había que andar con cuidado, que los “milicos”, habían intervenido las universidades, los gremios, los canales de televisión, todo estaba bajo su mando.

A decir verdad en Rauch pasaron casi seis meses hasta que le “reventaron” la casa a un amigo donde solíamos juntarnos a escuchar música, tenía una colección de vinilos impresionante, a leer algo y matear. A Gustavo le destruyeron la casa, en todo el sentido de la palabra, le cortaron hasta los sillones, buscando no sé qué cosa. Después sabríamos que buscaban libros subversivos, como las Venas Abiertas de América Latina y que a partir de ahí, Gustavo había pasado a ser el subversivo del pueblo, un tiempo después los profesores empezaron a desaparecer, estaban dos o tres meses dando clases y no volvían más, sobre todo los de física, química o matemáticas, pero los rumores crecían y cada vez se sentía más miedo, empezamos a escuchar términos, como “los chuparon”, “están desaparecidos”, “los torturaron”, pero aun así todo pasaba lejos, en ese pueblo rural aun no habíamos visto nada.

En 1978 después de terminar el secundario, me tocó hacer la colimba y ahí comencé a ver más claro lo que pasaba, Batallón Logístico 1 de Tandil, al mando del Teniente Coronel Cordero, perdí un año ahí adentro, también perdí un año de facultad y lo único que aprendí fue que estaban para reprimir cualquier echo subversivo, como fue en ese año el levantamiento de la Metalúrgica Tandil que con 5 mil empleados fueron a la huelga y nosotros con los camiones del batallón estábamos armados con FAL para reprimir eso, jamás había sentido tanto miedo, después de 7 meses ahí, decidid recorrer parte de mi país y de américa y la verdad es que me entere más afuera que adentro de lo que estaba pasando, desde Europa llegaban los diarios con titulares como “Piden la inmediata devolución de fulano de tal”, o “en argentina ya hay miles de desaparecidos por la dictadura”, “mientras desde argentina, revistas como Para Ti repartía una tarjetita que decía “Somos derechos y humanos” o Gente “hablaba de la recuperación de la paz”.

En 1980 llegue a La Plata y a 4 años del golpe, seguían los asesinatos, las desapariciones, las torturas, saqueos y desaparición de bebes, las juventudes políticas lo denunciaban todos los días, las facultades estaban llenas de pintadas que denunciaban el genocidio. Había más milicos de civil que estudiantes, no podías hablar con nadie, nadie era confiable, solo los compañeros.

Comencé a trabajar con la gente de la JP y en 1982 ingrese a la Junta Electoral, el trabajo era conformar los padrones electorales, para las ya anunciadas elecciones de 1983, dato que había dado el entonces Presidente, Reynaldo Bignone un general “moderado”, según los medios después del desastre de Malvinas, una guerra a la que no llevó un borracho y provocó la muerte de más de 700 jóvenes argentinos, ese fue el último acto de la dictadura.

En la junta electoral tuve real dimensión del genocidio, cada ficha de afiliación que sacábamos de los ficheros recibía desde una mesa en la cabecera del pasillo un fría respuesta “muerto”, así me entere que solo en la provincia de Buenos Aires había 7 mil muertos o desaparecidos por la dictadura militar, más de 30 mil en todo el país yo sacaba esas fichas y cuando leía cada nombre me temblaba la vos, cientos y cientos por día, “muertos” o “desaparecidos”.

No podíamos escuchar lo que queríamos, ni leer los libros que queríamos, ni ver películas no autorizadas, ni andar por la calle después de las 22 hs o reunirnos en un asado, siempre aparecían los de verde, hasta de la piojera de Gimnasia y Esgrima, nos corrían con caballos, amigos que hoy estaban, mañana no estaban más, los ibas a buscar a su  casa ni no había nada, habían desaparecido, el golpe . Suspende la actividad política

Suspende los derechos de los trabajadores.

Interviene los sindicatos.

Prohíbe las huelgas.

Disuelve el Congreso.

Disuelve los partidos políticos.

Destituye la Corte Suprema de Justicia.

Interviene la CGT.

Interviene la Confederación General Económica (CGE).

Suspende la vigencia del Estatuto del Docente.

Clausura locales nocturnos.

Ordena el corte de pelo para los hombres.

Quema miles de libros y revistas considerados peligrosos.

Censura los medios de comunicación.

Se apodera de numerosos organismos.

En octubre de 1983 Raul Alfonsin gana las elecciones y el 10 de diciembre de ese año asume como presidente constitucional de los argentinos, la noche más oscura de la historia Argentina había pasado. Todos absolutamente todos, fuimos a aquel acto en la Avenida 9 de julio, y a la asunción en la Playa de Mayo, no había banderías políticas, había que recuperar la libertad y lo hicimos, hoy 40 años después esto que acabo de describir, no se los pude contar a los jóvenes que no lo vivieron, porque mi historia no tenía un tinte político, porque no había relato, porque no iba a nombrar ni a Néstor ni a Cristina, porque aún hay gente en este país que piensa que si no estás con ellos no estas con nadie y es doloroso que habiéndonos costado tanto esta democracia, sigamos sin aprender a valorarla, a defenderla y dejar de lado los fanatismos o las banderías políticas, poniendo por encima de ellos la defensa de las república, de las instituciones y el recuerdo de todos esos compañeros que perdieron la vida por intentar cambiar la historia.

Alfonsín y el Fiscal Julio Cesar Estrassera sentaron a los genocidas en el banquillo de los acusados y los condenaron a cadena perpetua y en esa fecha inolvidable los jóvenes estuvimos ahí en la plaza para escuchar el alegato de hombre que con tono firme contaba las peores aberraciones que un ser humano puede cometer contra otro ser humanos, 900 testimonios de torturas, secuestro y muerte, campos de concentración, tumbas comunes, un horror que solamente cabe en la cabeza de un psicópata como Masera, un asesino como Videla, o un inmoral como Agosti y todos los que los precedieron, todos lloramos cuando dijo “Nunca Más”, ya no había que tener mas miedo, no había que esconderse, podíamos volver a la calle tranquilos, yo tenia 23 años.

En 1976 yo tenía 16 años, la cabeza llena de utopías, sueños y proyectos que fueron destruidos y nada ni nadie me pueden devolver. Solo me queda la satisfacción de haber hecho lo que pude para que nuestros hijos no tengan que pasar por eso, para que crezcan en libertad y puedan hacer realidad sus sueños. Esta es solo mi historia, la que yo viví, nada mas que un testimonio y el reconocimiento a aquellos hombres y mujeres que nos devolvieron la felicidad después de 7 años de vivir una tragedia.

 

Armando Cabral

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