Un golden boy que jugueteó con Kirchner hasta el final

Martín Redrado mantuvo la iniciativa durante toda la crisis del Banco Central y logró descolocar al Gobierno una y otra vez. Con su renuncia le quitó a los Kirchner hasta el premio consuelo de un despido posdatado. La reacción de Aníbal Fernández rechazando la salida del hombre que intentaron echar durante semanas, fue el homenaje perfecto a la impotencia kirchnerista. Por Ignacio Fidanza

El destino suele ser cruel con los políticos en decadencia. Impacta ver a los otrora poderosos Kirchner desorientados por un yuppie de la City y un par de buenos abogados. Parece demasiado poco para hacerle partido al matrimonio que hasta hace no mucho tiempo atrás, daba la impresión de controlar hasta la caída de última hoja del otoño.

Humillación del poder perdido que Redrado marcó a fuego esta noche con su renuncia. Había que verlo a este joven economista, radiante, feliz en una conferencia de prensa que tuvo como contrapartida el coro desafinado que encabezaron Aníbal Fernández y Agustín Rossi, subrayando su impotencia al rechazar una renuncia que ya se había producido. Aportando de paso argumentos a la futura defensa legal del ex titular del Central, que logró así la inesperada confirmación por parte del Gobierno de lo que sostuvo todo este tiempo: que él seguía siendo el presidente de la entidad.

Ni el tiro del final le salió al kirchnerismo, que ya paladeaba la demolición de Redrado en manos del triunvirato Marcconato-Cobos-Prat Gay. Ahora insistirán en que de cualquier manera el dictamen de esa comisión igual se realizará, autopsia innecesaria, ridiculez de malos perdedores que de mantenerse, someterán a la Presidenta al ridículo de recibir un “consejo” sobre la destitución de un funcionario que ya no forma parte del Gobierno.

Acaso la metáfora perfecta de una administración que evidencia síntomas alarmantes de divorcio de la realidad. Como las baladronadas de Zanini amenazando con fallos favorables en primera y segunda instancia que nunca llegaron. Casi sería divertido sino se tratar de las personas que tienen a su cargo al conducción del Estado.

El problema de la política caprichosa es que suele chocar con una realidad que se las ingenia para ser incluso más tozuda, aunque de maneras insospechadas.

Así como resulta grotesco escuchar al jefe de Gabinete rechazando la renuncia del funcionario, al que días atrás impidió ingresar a su puesto por la policía, no deja de reflejar el clima mental que debe imperar en la Quinta de Olivos a la hora de analizar la realidad, la frase que le dedicó esta noche a lo que ya era un hecho consumado: “la renuncia de Redrado no existe”.
O sea, existe sólo lo que nosotros decimos que existe. Inesperado arranque kantiano del mismo funcionario que redujo la discusión del Central a una larga ristra de insultos, acaso la estación previa a las lágrimas. Impotencia de argumentos, impotencia de ejecución.

Es que el Gobierno falló en toda la línea. Cuando anunció su despido por los medios, Redrado se quedó. Cuando intentó salir de la metida de pata con un decreto inapelable, la Justicia lo dejó sin efecto. Cuando operó sobre la Cámara para revocarlo recibió otro fallo adverso. Y cuando creía que ya lo tenía a tiro con la comisión bicameral, Redrado les sacó el postre de la boca.

Ese filósofo contemporáneo en el que se transformó Luis Barrionuevo lo explicó con la gracia de los peronistas: “ahora a este Gobierno cualquier boludo se les para de manos”. Es que la sucesión de derrotas que sufrió la administración Kirchner no provino de curtidos batalladores de la política como Eduardo Duhalde o incluso de taimados radicales, o mejor todavía, de una conspiración de los “poderes” económicos y los grandes multimedios. Apenas alcanzó con un economista con un buen estudio de abogados, para hacer saltar por los aires todas las embestidas de políticos rudos como Kirchner, Aníbal Fernández, Zanini.

Y es ese el mensaje letal que esta crisis –y su desenlace- envía no sólo a toda la corporación político sino también a los factores de poder. Empieza a advertirse que no sólo es buen negocio enfrentar a los Kirchner, sino que encima padecen un nivel de precariedad operativa, de confusión y contradicciones, que agrega a la empresa cierta cuota de diversión.

De paso Redrado, le evitó a Cobos y Prat Gay el mal trago de dictaminar en favor de su remoción, riesgoso camino al que parecían ebcaminarse. Es que en el vicepresidente parecen haber calado las acusaciones de «conspirador» y dirigió el trabajo de la comisión con una diligencia y velocidad que hizo parecer a Marcconato un flojo. Mientras que en Prat Gay parecía prevalecer viejos rencores por sobre una obvia lectura política que si hizo su jefe: equivalía a un suicidio político votar según el paladar de la Casa Rosada, por mas atendeibles que sean las viejas afrentas.

Resta ahora aguardar a que el kirchnerismo procese esta derrota final. Amado Boudou apeló en varias conferencias de prensa a un argumento que no carecía de sentido común. Pidió a Redrado y a la oposición que “dejen trabajar” al Gobierno en lo que realmente importa, esto es el canje de deuda y el regreso del país a los mercados. Redrado ya hizo lo suyo, ahora sólo falta que el jefe de Gabinete recupere la sensatez pérdida.

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