Carrió: "Esta es la fase final de la destrucción de la República"

Comparó los superpoderes con un «permiso para robar»; criticó la «nueva oposición» Entre la furia y la resignación, Elisa Carrió enciende un cigarrillo y vuelve a criticar con máxima dureza al Gobierno por su proyecto para otorgar superpoderes permanentes al jefe de Gabinete, Alberto Fernández. «Es la fase final de la destrucción de la República, permiso para robar para un gobierno prebendario y fascista», fustiga la líder de ARI ante LA NACION en su departamento de Barrio Norte.

Con voz resignada y la ironía intacta, afirma que la oposición será impotente para frenar la iniciativa y se define lejos de Roberto Lavagna, Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín, cuyos diputados cercanos manifestaron su negativa a las mayores atribuciones. «Es la nueva oposición, compuesta por lo más viejo de la política, que durante años votó plenos poderes», se diferencia.

Evita contestarle al jefe de Gabinete, que ayer la acusó de «autoritaria» y «farsante», y le contesta con ironía: «Que diga lo que quiera, pero nunca voté superpoderes para nadie».

Afirma que los niveles de corrupción gubernamental son «ilimitados» y vincula el proyecto de reforma de la ley de administración financiera con la reglamentación de los DNU, impulsada por Cristina Kirchner. «Es un avance, pero no soluciona los problemas de fondo», afirma. Castiga también la alianza con Hugo Chávez, que «le da irracionalidad al Mercosur y convierte la región en desarmada, pero peligrosa».

-El Gobierno se dispone a contar con los superpoderes. El jefe de Gabinete los defendió como herramientas para gobernar.

-No es cierto, pero no vale la pena discutir con el Gobierno, que va a avanzar con los superpoderes porque tiene los votos para hacerlo. La oposición no está en condiciones de frenarlo, porque, además de la cuestión numérica, el 90 por ciento de ellos votó superpoderes alguna vez. Estamos frente al final de la República, con la complicidad de todos, también de los medios de comunicación. Es la emergencia final de lo definitivamente tarde.

-¿Cuál será el perjuicio concreto?

-Los plenos poderes son permisos para robar, apropiarse de los recursos del Estado en función de intereses personales de enriquecimiento, mecanismos de chantaje y de apropiación de los pobres. Es la privatización final de la República, un capitalismo de amigos, prebendario y fascista.

-¿Qué puede hacer la oposición?

-La nueva oposición, compuesta por lo más viejo de la República (Alfonsín, Duhalde, Lavagna), votó a su turno los superpoderes. Quienes no los votamos tuvimos que irnos de esos partidos. Esta lógica de poder destruye un sistema, con un gobierno omnipotente y fascista y una oposición que de ser gobierno tendría las mismas características. Nadie se escandalizó cuando Cavallo pidió plenos poderes. Hoy, el doctor Alfonsín habla de la muerte de la República; la pregunta que se debería hacer es cuánto contribuyó él para que esta República se muriera.

-¿No se puede hacer nada?

-Hay una sola salida: que la sociedad comprenda súbitamente la verdad y se haga cargo, proponiéndose una salida republicana y transparente, no estética.

-Pero Ud. forma parte de la oposición…

-Sí, pero siempre hemos sido un resto y hemos pagado un costo altísimo. Mi ida del radicalismo fue por los plenos poderes a Cavallo. La sociedad votó la perpetuación de viejas formas del poder, sobre todo en el peronismo. Tengo claro que Evita amó a su manera a los pobres, mientras el peronismo los usó y los usa por el poder y el enriquecimiento.

-¿No habrá otra foto de la oposición unida?

-El radicalismo siempre tuvo allí una posición coherente y el resto no tuvo posición. No podemos estar juntos porque votamos distinto.

-El jefe de Gabinete la acusó de farsante y autoritaria…

-[Interrumpe] Lo que no puede decir es que voté alguna vez los superpoderes. Por lo demás, que diga todo lo que quiera, la cuestión central es otra.

-¿Y lo que afirmó Fernández sobre su desgaste interno y que el Gobierno no necesita reclutar dirigentes de ARI porque se van solos?

-Acepto las críticas, aunque me tienen sin cuidado. Lo que tiene que suceder es mejor que suceda ahora. Debemos llegar consolidados a la estrategia de lucha presidencial, y los períodos de crecimiento en los partidos implican tensiones. No hay que esconder las tensiones, sino resolverlas.

Por Jaime Rosemberg
De la Redacción de LA NACION

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